"MANICOMIO"

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Cuando entré a ese lugar sentía escalofríos por dentro. Veía a esa gente que estaba en el manicomio. Yo necesitaba ayuda, como ellos. O eso me hicieron creer.
Me pusieron una camisa de fuerza al llegar y me metieron en una habitación aislada, la cual era acolchada y totalmente blanca. No había nada, sólo el colchón y yo. Era un infierno.
A las 10:00 a.m. teníamos el desayuno, venían a buscarme cada día para llevarme con los demás a desayunar.
Conocí a un chico que estaba allí por intento de suicidio cortándose las venas y homicidio contra sus padres. Les quemó la casa.
Era simpático y era el único que me escuchaba.
A las 12:00 a.m. nos llevaban a esa habitación de juegos, dónde habían bastantes juegos de mesa, comba y aros. También solían poner un tocadiscos con algo de música.
Allí estaba "la chica del aro", así es como la llamaban aquí. Era una anoréxica bulímica que estaba en los huesos, apenas se la veía de lado.
Yo siempre me sentaba en una esquina a mirar la ventana y contar los días que me quedaban allí.
El manicomio era un infierno. Nos daban unas pastillas para "estar mejor" que me hacían escuchar voces y me atontaban.
Mis amigos se habían olvidado de mí, habían pasado varios meses. En concreto, unos siete.
Mis amigos no vinieron ni una vez a verme, no sé nada de Nick, no sé nada de Chelsea y su hijo.
Mi historia dejó de contarse cuando me metieron en el manicomio.
Días después seguía apareciendo en la tele. Todo el país hablaba de mí, pero ya lo habían dejado.
No lo soportaba, tenía que hacer algo para que nunca se me olvidara, así que decidí portarme bien allí y tramar un plan durante años que me ayudaría a salir de ahí y a enseñarle al mundo quién era Alex Jean.
Juro que jamás olvidarán mi nombre, estaré en cabeza de todos.

- ¿Alex Jean?

Era el doctor, lo miré con una mirada turbia y no contesté.

- Levántate y sígueme.

Me llevó a una sala blanca, parecía una sala de cirugía. Había una camilla en medio de la habitación en la cual me tumbé y me alumbraba un foco enorme en la cara.
Me amarraron de pies, manos y cabeza.

- ¡No por favor, me he portado bien, por favor no! - decía mientras lloraba y pataleaba intentando escapar.

No sabía lo que iban a hacerme. Pero sabía que no era nada bueno.
Había una mesita cerca de la cama, en la cual había instrumentos médicos de todo tipo.

- Sabes que esto te ayudará a ponerte bien y ser mejor persona - decía el doctor riéndose.

Yo sólo cerré los ojos y me agarré fuerte a la cama.
Sentí como ese hijo de puta me puso un chupete en la boca, no podía gritar. Abrí los ojos y lo miré a la cara. Os parecerá algo loco, pero su cara me era familiar.
No sé explicar lo que pasó en aquel momento. Tras ponerme el chupete, dos enfermeras que estaban junto a él me agarraron de los hombros.
En ese momento vi cómo el doctor cogía un aparato como el que se usaba en el consultorio para escucharte el corazón. Pero éste era algo distinto. Tenía algodón enrollado a los dos extremos. Y no se usaba para escuchar el corazón. Me puso cada extremo a los lados de los ojos. En la sien para ser precisos.
Vi cómo tocaba un aparato que iba unido a este instrumento. No estaba entendiendo nada.
En ese momento, vi cómo giraba una ruleta del aparato y me agarraba fuerte con los extremos en la sien.
Segundos después, sentí cómo la electricidad entraba en mi cuerpo. En mi cerebro.
Estaba convulsionando, miraba al techo perdido. Sentía la electricidad por todo mi cuerpo. Me dolía pero a la vez me hacía sentir mejor. Hacía que olvidara todo y me vinieran reflexiones nuevas a la mente. Me estaba matando con esa mierda y no tenía fin. Fue como morir y nacer a la vez. Sigo diciendo que esto era un infierno.

- Te has portado genial Alex, levántate, te llevaremos a la habitación a descansar. - me dijo quitándome eso de la cabeza.

Me levantó y me llevaron a rastras a mi habitación. Me tiraron a la cama. Yo seguía convulsionando. Mi cabeza no estaba sobre mis hombros. La había perdido. Además para siempre.
Todavía sentía la electricidad en mi cuerpo.

Dos horas después, el doctor volvió a mi habitación.

- Alex, levántate, tienes visita.

Yo me quedé callado. Seguía sin poder hablar, ni valerme por mí mismo.

El doctor se me acercó y me soltó una bofetada.

- Levántate, tienes visita.

Me levanté, me puse frente la cama y entró mi madre.
- ¡Cariño! - decía mamá mientras me abrazaba y lloraba como si no hubiera un mañana - ¿Cómo va todo aquí?

Siempre que venía a verme yo no le decía nada. No quería hablar con ella ni con nadie. Todos me incomodaban, quería salir de ahí.
Aunque esta vez no era igual. Quería contarle lo que me habían hecho. Quería contarle el daño que me han causado. Quería decirle que éste eran el fin. Mi fin.

- Cariño te he traído mudas nuevas.
- ¿Y Jess? - intenté vocalizar.
- Hoy tenía examen cielo, no podía venir a verte pero dijo que mañana venía - Dona acariciaba la cara a su hijo entre lágrimas.
- Mamá, quiero salir de aquí.
- Queda poco cariño - miraba al suelo
- ¿Se sabe algo de Nick?
- Se fue a Francia, la policía dio con él pero no quiso declarar.
- ¿Los demás?
- Chelsea está viviendo a las afueras de Carolina del Norte con su novio Travis y su hijo.
- ¿Cómo se llama el niño?
- Cameron, como su abuelo.
- ¿Qué es de Linds?
- Lindsay sigue en el pueblo, parece que mantiene una relación estable con Sally.

Me reí. Sabía que esa zorra era bollera.

La madre sonrió.

- Se acaba el tiempo - dijo el guardia.
- Cariño, mañana estaré aquí con tu hermana ¿vale? - decía la madre con prisa - descansa y no seas malo, te quiero pequeño.

Me quedé callado viendo como mamá salía de la habitación y seguidamente me acosté en mi cama. Todos habían hecho su vida, se olvidaron de mí.
Nick me olvidó. Ni siquiera se despidió. Necesito salir de aquí.
Mi cabeza seguía en otro lado. Era cómo si no hubiera pasado nada pero a la vez de todo. No me sentía igual.

Alex Jean: Falso Suicidio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora