Capítulo 7

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El resto de la semana ha sido más agotadora de lo que esperaba, las pesadillas no me han dado descanso ni una sola noche, y al final tuve que optar por no dejar que el sueño llegara a mí, por lo que parezco un zombie viviente las veinticuatro horas del día. Pero lo peor de todo es la cara de preocupación de mi padre cada vez que me ve.

Las ojeras se han vuelto permanentes en mi rostro, el apetito es cada vez más inexistente y mi humor compite con el de una mujer embarazada. Ante todo esto siempre está la pregunta de mi padre: ¿Estás bien? a cada segundo. Aunque mi respuesta siempre es la misma, ambos sabemos que estoy mintiendo. Pero ¿qué más puedo hacer? no es justo atarlo a mi sufrimiento cuando sé que él tiene el suyo propio. El amor nos vuelve mentirosos.

Dentro de la escuela me dedico a evitar a toda costa toparme con Derek o con cualquiera de los chicos. Lo que sucedió en la cafetería sigue reproduciéndose en mi mente, es como una nueva pesadilla, una que me persigue mientras estoy despierta. En esos momentos solo quiero gritar o en su defecto patearle el trasero al castaño. Sin embargo, se me ha hecho realmente difícil mantener distancia de Luke, cuando el chico desconoce por completo el significado de la palabra privacidad. Pelos en punta, encuentra la manera de llegar a mi cada día, así sea por breves segundos y molestarme con alguna tontería. Debo aceptar que me alivia su presencia. Aunque Luke puede ser un constante dolor en el trasero, también me ayuda a olvidar todo por un momento.

El resto de chicos han sido invisibles para mí. Derek, intentó acercarse al día siguiente de lo ocurrido, pero pasé de él y de sus jalones de cabello en clase, desde entonces evita mirarme, hablarme o siquiera respirar cerca de mí; mejor, ya tengo suficiente mierda en mi vida. Nate... Bueno Nate es Nate. Pero Mei Leing, al igual que Luke, ha permanecido ahí... por cortos momentos, pero están.

Hoy es el último día de clases para que llegue el tan anhelado fin de semana, y ha sido para mi alegría bastante tranquilo, las clases han pasado sin ningún inconveniente y por increíble que parezca logré sacar un siete en un taller sorpresa de historia. Tal vez un siete no sea la nota máxima, pero que puedo decir no soy exigente; un siete es bueno, funciona. Así que ahora mismo me levanto de mi asiento para ir al descanso con un poco más de entusiasmo del que he tenido en toda la semana, ingreso en la cafetería para ir directo a una de las mesas vacías, no debo hacer fila, porque en la mañana tomé fruta de la casa y la traje; la comida aquí tiene un origen bastante dudoso. Y estoy a punto de meter un pedazo de sandía en mi boca cuando un papel es dejado caer en la mesa donde me encuentro. Mis ojos se alzan y de inmediato mi ceño se frunce. ¿Qué diablos está haciendo Amber aquí?

―Eh... ¿puedo ayudarte? ―digo, con menos cortesía de la que espero. Pero no es mi culpa, la chica se la vive burlándose de mí en cada ocasión.

En los labios de la rubia se forma una sonrisa socarrona y de inmediato sé que no me va a gustar para nada lo que sea que me vaya a decir. Un mal presentimiento se apodera de mí, y mis manos comienzan a tamborilear inquietas debajo de la mesa.

―No ―contesta, sin dejar de sonreír―. Solo quería venir a mostrarte eso ―dice señalando el papel en la mesa. Lo tomo entre mis manos y noto que es un periódico, al parecer el periódico estudiantil. Ok... esto es... raro.

―Ok... Gracias ―comento, con algo de confusión, dejando el periódico junto a mi plato de frutas. Pero Amber no se va―. ¿Necesitas algo más?

La chica ahora ha dejado caer la máscara y me mira con el total desagrado de siempre. Perfecto. Parece haber envejecido diez años de tanto que arruga su rostro. Es como estar de frente a la bruja de rapunzel.

―Tal vez deberías leerlo ―dice la rubia alejándose de la mesa―, después de todo eres la protagonista de la historia.

«La protagonista de la historia». ¿Qué demonios significa eso? lentamente mis ojos se alejan de donde la rubia estaba y se dirigen hacia el periódico sobre mi mesa; mi corazón ha empezado a correr una maratón dentro de mí y el estómago lo siento revuelto. ¿Qué es lo que pudieron haber escrito de mí? aquí nadie me conoce, no saben nada, a menos que...

Lo que creíamos perdido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora