CAPÍTULO CUATRO

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Capítulo IV

Amor de hermanos

Todo seguía normal en la casa de los chicos, aún veían peliculas y comían palomitas
acostados, riendo de los errores obvios de las películas que tanto les gustaban, al día
siguiente sería sábado, no se preocuparían por escuelas o tareas; era momento de
relajarse y disfrutar. En algún momento Carlos notó que su hermano se empezaba a
quedar dormido, prefirió no molestarlo y seguir disfrutando la película, así que solo se
relajó un poco y fue por mas refresco.

El sol había salido débilmente sobre un manto de nubes oscuras que amenazaban
con reventar en lluvia en cualquier momento, se dirigía lentamente caminando por un
sendero, notó que sus ropas ya no eran las mismas, escuchaba un llanto proveniente
del final, algo estaba sucediendo, podía sentirlo, vivirlo, pasó ante un gran número de
paredes de matorrales, un laberinto de hojas y muros lo cubría todo, siguió el sonido de
los lamentos que se hacían mas fuertes conforme avanzaba, una tristeza le llenó el
corazón de manera escalofriante, tenía ganas de llorar pero no podía, en su cabeza se
escondía el motivo por el cual estaba triste, pero no daba con él, después de caminar
un poco más llegó al final del laberinto.

Alo lejos se percató de un grupo de personas vestidas de negro que rodeaban un
féretro gris con toques dorados. Todos los presentes eran parte de su comunidad,
vecinos, amigos, compañeros de escuela, todos reflejaban un semblante de dolor que
parecía digno de quien ha perdido a su familia, en pie al féretro 3 personas lloraban
más intensamente que las demás, pudo darse cuenta que una de esas personas era su
madre, que desconsoladamente golpeaba la caja con fuerza. Se acercó queriendo que
lo notarán, pero nadie, ni el mas minimo elemento en ese lugar parecia percibir su
presencia. Ahora pudo ver a Carlos abrazar a su madre con lágrimas en los ojos, vio al
padre Dante pararse frente al féretro y pronunciar unas palabras en un tono
intermitente, a veces pronunciaba palabras y en ocasiones su boca se movía sin emitir
ningún sonido.

-Destino... Trampa... Dios... Hijo... -alcanzó a entender.

Quiso gritar con todas sus fuerzas pero de su boca apenas salía aire, se concentró
nuevamente en su ropa, un traje negro con una camisa blanca y corbata negra le
acompañaban, sus zapatos estaban manchados de lodo por el terreno que había en el
laberinto, trató de acercarse aún más pero se empezó a mover demasiado lento, el
padre Dante seguía con sus oraciones intermitentes.

-Culpa... Muerte... Ángel... Resignación...

Finalmente al acercarse notó a su padre. Estaba al otro lado de su madre
consolándola ¿Entonces quien estaba en el ataúd? de pronto pudo ver su rostro.
Acostado y con una cara apacible se encontraba él mismo, pálido, frio, sin vida,
¡muerto...! No pudo evitar la sorpresa de mirarse a sí mismo metido en esa caja,
empezó a sentir unas ganas de vomitar y de gritar, pero sabía que por mas que lo
intentara nada iba a salir de su boca, agitó la cabeza una y otra vez, trató de llamar la
atención de alguna manera; de pronto algo cambió, las palabras del padre se
transformaron en palabras de odio, su mirada reflejaba la de un demonio de película de
terror.

-CONDENADOS... MUERTE... MALDAD... ASESINO.

Los lamentos cambiaron por carcajadas, todos reian paranoicamente, la cara del
padre Dante se transformó en la de un toro que escupia espuma y sangre, volteo a ver
la cara de su madre y bajó el velo obscuro que la cubría, no habia un rostro humano
sino un esqueleto que giraba en un movimiento imposible que moría de risa,
nuevamente y completamente lleno de pánico miró su cuerpo en el ataúd, pero esta vez el cuerpo abrió los ojos y chilló como un animal frenético, se incorporó sentado y le
apuntó con el dedo índice, chillando, en ese momento todos voltearon a verlo, notaron
su presencia.

ALMAS DE HIELO:MUERTE Y PECADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora