CAPÍTULO DIEZ

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Capítulo X

El secreto de Lucía

Su nombre, el de su padre, el de la madre de ella; no podía ser coincidencia. Él sabía
que era momento de enfrentar la verdad, no importaba lo duro que fuera, Lucía mentía,
tenía algo que ver con lo del cementerio, era más que obvio que le ocultaba cosas, en el
fondo lo sabía, pero igual le dolió imaginarse a la única mujer que había amado
mintiéndole. ¿Qué era lo que pasaba? La miró a los ojos y dejó salir todo su coraje,
tomó el valor que tanto necesitaba, no quería excusas, necesitaba repuestas, la miró a
la cara y preguntó:

-¿Qué has hecho con mi padre?

Lucía titubeo un poco, tartamudeaba, se sentía desnuda ante el juez que tenía
enfrente y que era dueño de la verdad, era hora de quitarse la máscara, no le quedaba
nada más que afrontar las consecuencias; sentía en lo profundo de su ser un miedo
justificado a que él no la entendiera y cómo culparlo si lo que estaba a punto de
revelarle era poco más que imposible, pero finalmente esto pasaría tarde o temprano,
siempre fue ese el propósito de todo.

-Esta bien, ¿quieres saberlo? lo sabrás, te hablé mucho sobre cuanto leía y las
cosas en las que creía, pero hay algo que omití, durante todo este tiempo me di a la
tarea de investigar como es el lugar al que vamos cuando estamos muertos.

-No me interesan tus locuras, solo quiero saber dónde están nuestros padres y dar
por terminado esto, lo que tú has hecho no tiene nombre, pero quiero saber cómo,
dónde. Cuándo y por qué.

-Tendrás que oírme si quieres entender el cómo, muy bien, no encontré en todos
esos escritos una forma real y satisfactoria a como es el lugar donde estaría mi madre,
me pasé por librerías, iglesias, guías espirituales y nadie parecía saber de lo que
hablaba.

-No entiendo a qué vas con esto, Lucía.

-Déjame terminar -exclamó-, ¿no te has preguntado en donde están nuestros
padres? ¿Cielo, infierno, o atrapados aquí?

Tuvo que detenerse un momento a pensar en lo que Lucia preguntaba, pues en el
fondo sí se preguntaba realmente todo aquello que ella insinuaba, dejó que el coraje se
alejara un poco y trató de entenderla, finalmente respondió:

-Yo siempre he creído en lo sobrenatural, pero mi padre debe estar bien, él era
buen padre y buen esposo, era el mejor con todos -recordó un poco triste.

-Pues ahora escucha esto, y tal vez abrirás los ojos -respondió Lucía con lágrimas
en sus ojos-. Un día, mientras estaba en una librería, en la sección de ocultismo que se
encuentra en los suburbios del pueblo vecino, veía los anaqueles buscando mis
respuestas, cuando un extraño hombre se paró a mi lado:

-...demasiado joven para pensar en la muerte, ¿no crees, pequeña?

-Nunca se es demasiado joven para buscar respuestas, de hecho pienso
que cuanto antes mejor, ahora, si me permite, seguiré en lo mío.

-Te diré algo, pequeña, he viajado mucho, tal vez pueda ayudarte con
algunas de tus dudas, te ayudaría a ampliar tu perspectiva.

-No creo que pueda ayudarme, señor, he leído cada libro, y no parece ser
más viejo que la biblia... pero está bien, se lo preguntaré solo para ver que tanto
tiene que decir.

-Soy mucho, mucho más viejo delo que aparento «no juzgues a un libro por
su portada».

Tuvo que admitir que aquel hombre tenía cierto aire misterioso que a su vez impactaba con la severidad de su rostro, parecía ser todo un sabio a pesar de
que no parecía mayor de 40 años, pero había algo en sus ojos dorados,
completamente hermosos y profundos y esa voz grave que parecía un susurro
que produce el viento cuando choca con los árboles en otoño.

ALMAS DE HIELO:MUERTE Y PECADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora