CAPITULO NUEVE

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Capitulo lx

La oscuridad de! viejo

Alma seguía sin creer en lo que había visto en el vídeo, estaba segura de que ese era su
padre, aquel ser no podría haber vuelto en peor momento: el asesinato de Santiago, el
odio de Carlos, el saqueo en la tumba y justo cuando estaba por recuperar a su hijo,
éste volvía a reírse en su cara, ¿cómo era posible? Ahora ni ella ni mucho menos Carlos
dejarían la casa, tenían que averiguar qué pasaba, qué misterio escondía su padre en
todo esto. ¿Sería solo una mala pasada? ¿Algo sobrenatural? ¿O es que existía algún
secreto relacionado con todo lo que ahora vivían? Conociendo a su padre, sabía que 'el
se había asegurado de volver de alguna manera, solamente para convertir en un
verdadero infierno lo que a ella y su familia le quedara de vida.

Alma estaba decidida, indagaría hasta donde fuera necesario, contrataría a quien
fuera, hablaría con cada persona que hubiera conocido a su padre, no tenía ni idea de lo
que encontraría, pero sabía perfectamente por dónde empezar, «El bar de Armando»,
¿quién si no esos viejos alcohólicos podrían contarle todo? Su segunda opción era la
nueva iglesia, donde seguramente contaría con la atención del párroco en turno. Todos
sabemos cómo funcionan las iglesias, pensó, es ese preciso lugar de salvación donde
se cocinan los peores chismes del pueblo, además, con un generoso donativo al clero,
siempre es posible contar con la lealtad de un buen sacerdote. Santiago le había
enseñado eso, pues a pesar de ser un hombre de fe, también era un hombre que odiaba
la mayoría de las religiones; Carlos por su parte se metió en todas las bibliotecas y
hemerotecas para buscar notícias sobre la iglesia abandonada, por que la habían
cerrado, y si algo más en las noticias locales o amarillistas hablaba de esos cultos
extraños. Además de esto obtuvo algunos libros sobre rituales, hechizos y demonios
antiguos.

Alma esperó a que llegara la noche para encontrar en el bar a los consumidores
asiduos del lugar, no había mejor hora, aunque también existían los que no conocían
otro lugar para pasar el tiempo desde muy temprano. Entró por la puerta sin antes
haber pensado en lo que esto conllevaría, ya de por sí era muy mal visto que cualquier
mujer entrará ahí, era bien sabido por la gente de los alrededores que a ese bar solo
entraban borrachos y una que otra mujer de dudosa reputación, pero eso no era lo peor
y se daría cuenta enseguida. Apenas al entrar, sus ojos empezaron a calarle por el
humo del cigarro que era tan denso como la niebla, las luces de neón en todas las
paredes daban una leve iluminación de las siluetas de los consumidores, los hombres
no paraban de hacer ruidos propios de gente sin modales como eructos, silbídos o
gruñidos, caminó sin observar fijamente a nadie y sin bajar la mirada para demostrar
que no tenía miedo, vio al cantínero de espaldas, un hombre joven de cabello rojizo, que
obviamente no era Armando, se dirigió hacia él para preguntar por él.

-Joven... Joven... -le habló tan segura como pudo.

El joven volteó y donde cualquiera hubiera pensado ver un rostro mal encarado, se
encontró con un rostro armonioso y amable que le parecía familiar.

-¿Dígame, bella dama, en que le puedo servir? Aunque una persona tan fina y
elegante como usted, difícilmente vendrá por un trago, ¿o me equivoco? -le sonrió
amablemente.

-Me doy cuenta que eres un joven muy listo, busco al dueño del lugar, Armando.
¿Se encontrará por aquí? -le preguntó directamente.

-Usted no es de por aquí, ¿cierto? -respondíó el barman.

-Ciertamente lo soy, es solo que tenía mucho tiempo sin visitar mi hogar y el
pueblo, An'nando es un viejo amigo y quisiera hablar con él -le dijo sin más rodeos.

-Don Armando ya no es el dueño de este lugar hace un par de años, desde su accidente, el nuevo dueño y encargado soy yo, mi nombre es Julio -se presentó el
Joven.

ALMAS DE HIELO:MUERTE Y PECADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora