Capítulo Dos

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Capítulo Dos.

FREDY

Le sonrío con cortesía a la mujer que me mira desde el extremo de la barra, una bebida es puesta frente a mí y miro al cantinero con confusión.

-No pedí nada- le aclaro y él sonríe.

-Te lo envía la señorita de rojo.

Vuelvo la vista a la mujer demasiado coqueta y noto que, en efecto, ella no tiene un vestido rojo.

-No ella- vuelve a hablar y señala detrás de mí-, ella.

Oh, genial. Son dos.

¿Es que acaso no se me nota que me gustan los penes? ¿No tengo una buena aura de gay?

Debe ser por esa razón que sigo soltero.

¡Bah! ¿Qué más da? Tomo el vaso y me lo bebo de un solo trago, camino en dirección a la chica de vestido rojo y la tomo de la cintura, adentrándome a la pista de baile.

...

Además de mal homosexual, soy un pésimo bebedor.

-No vuelvo a probar el alcohol en mi vida.

-Sí, lindo, dijiste eso varias veces anoche. Antes de beberte la botella de bajo cero- responde una voz, haciéndome sobresaltar, y por consiguiente mi precipitación hasta el suelo.

-Carajo- murmuro, sosteniendo mi cabeza entre mis manos.

-¿Estás bien? ¿Quieres que te de algo?

-Aspirinas y una taza de café, sin azúcar.

-De acuerdo, cuando estés apto para caminar puedes encontrarme en la cocina, ya sabrás tu mismo donde queda.

Sé que dije algo, porque sentí mis labios moverse, pero no sé qué carajos fue pues mi dolor de cabeza era más fuerte que mis ganas de darme a entender. Pero supe que era hora de levantarme al oler el aroma a café recién hecho. Me incorporo del suelo y camino a la cocina, rascando mi cuello, dándome cuenta de que no tengo camisa. Frunzo el ceño y miro el espejo frente a mí.

¿Qué demonios?

-Vomitaste al traerte aquí, tuve que meter tu ropa a lavar- dice la voz, adivinando mis pensamientos.

Entonces lo veo.

Metro noventa de pura perfección, ojos y cabello oscuro como la noche, con unos labios para pecar, un cuerpo que se marca por sobre la pequeña camisa de algodón y unos muslos que no prometen nada bueno.

-¿Tuvimos sexo?- pregunto, esperando que la respuesta sea un sí.

-No- sonríe, decepcionándome.

-¿Y no podemos tenerlo?

-No lo creo.

-¿No eres gay?

-Debo trabajar.

-Entonces eres gay.

Se encoge de hombros y me tira del brazo hasta la cocina. Donde la mesada está llena de platos con olores deliciosos.

-No puedo comer tanto, reventaré.

-No sé si te has dado cuenta, Fredy, pero vomitaste todo tu contenido estomacal ayer y necesitas reponer energías si no quieres volver a desmayarte.

-Por Dios, ¿me desmaye?

-Sí.

-¿Lo hice mientras intentabas desnudarme?

-No. Paso en el bar. Luego de que terminaras la botella de vodka con tu amigo él manos largas.

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