Bajo la lluvia

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La enorme ciudad de Jubileo se vio azotada por una gran lluvia nocturna. Las gotas caían sobre la hermosa ciudad, generando un ruido que asustaba a las pobres personas que no habían conseguido refugio de aquella tormenta. Mientras algunos pokémon se ocultaban en pequeños callejones, las personas corrían hacia sus vehículos o buscaban refugio en las tiendas.

Mientras algunas personas apreciaban la lluvia desde sus casas y departamentos, un joven de cabello oscuro tuvo la mala suerte de quedarse atrapado en la tormenta. El chico de suéter azul buscaba con desesperación una parada de autobús, había tenido una reunión anteriormente y no había alcanzado a retirarse antes de que la noche llegara.

Aunque iba a paso firme, él estaba algo asustado y agobiado por la situación; eran las diez de la noche y los camiones que lo dejaban cerca de su hogar cesan sus operaciones a las diez con quince minutos, su teléfono no tenía batería y no tenía suficiente dinero para pagar un taxi. Todo eso, sumado a que le generaba cierto miedo estar a esa hora de la noche en una de las zonas relativamente peligrosas de la ciudad, le generaba bastante estrés y miedo.

Él caminó rápidamente hasta la parada de autobuses, pero justo antes de llegar pudo ver el último autobús que saldría esa noche. Desesperado, corrió todo lo que pudo para alcanzar su transporte, pero no fue lo suficientemente rápido y solo pudo ver como su última esperanza se alejaba de él.

—Esto es malo —dijo mientras se refugiaba en la pequeña estructura donde se espera al transporte.

Aquel chico comenzó a analizar sus opciones; tenía el dinero justo para hacer una llamada, sin embargo, no estaba seguro de quien podría pasar por él en estos momentos. También podía usar a algunos de sus pokémon para que lo llevaran, lástima que todos sus pokémon eran tan lentos que conseguiría lo mismo si fuera él solo a casa.

No le quedo más opción que buscar un teléfono público y tratar de llamar a alguien. Pensó en llamar a su madre, pero ella no tenía un teléfono celular para contratar uno de esos servicios de taxis por internet, además de que no estaba en casa, Pearl estaba fuera de la región por una gira con su banda, y no recordaba los números de sus amigos que había visto en la reunión. Solo le quedo una opción, una vieja amiga que no había visto desde hace un tiempo por motivos escolares; Platinum Berlitz.

Diamond y Pearl habían dejado de ver a Platinum cuando esta se fue a la universidad de Unova. Cuando Platinum volvió de su estancia en Unova, Pearl estaba de concierto en concierto con su banda y Diamond fue el único que la recibió en el aeropuerto. Aunque se habían visto un par de ocasiones, ya no era como antes; los tres amigos estaban muy divididos.

El chico buscó un teléfono público por los alrededores, se encontraba a unos cuantos metros de una estación de gas donde había un teléfono de monedas. Corriendo a paso lento pero firme, Diamond llegó al teléfono y levantó la bocina, solo para darse cuenta que el teléfono estaba fuera de servicio.

—Oh no —dijo mientras colgaba el teléfono descompuesto—. Esto está empezando a empeorar.

Sus opciones se acababan y el miedo que sentía por dentro empezó aumentar. No sabía qué hacer exactamente, sin embargo, el ver que el reloj apuntaba a que eran las diez y cuatro minutos le dio un poco de esperanza. Tal vez pasaría algún otro camión. Con esa fe, el chico volvió a la parada del autobús y se refugió en la pequeña tienda que estaba justo detrás.

—Espero no le moleste que me resguarde aquí —dijo Diamond al dueño de la tienda.

—No hay problema chico, solo que cerraremos muy pronto —respondió el dueño desde el otro lado de la tienda.

Empapado y asustado, Diamond comenzó a temblar por el frio del lugar, quería estar en su casa y comer del rico postre que su madre le dejó, junto a un delicioso chocolate caliente o una canela. El pensar en aquella comida le hizo rugir el estómago, no había comido desde hace tiempo y su estomago le pedía alimento.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora