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Soportar la presión nunca fue el fuerte de Alicia. El desconcierto y el miedo a las opiniones ajenas era lo que motivaba sus actos y fue lo que, a lo largo de toda su vida, la llevó a tomar decisiones que casi siempre terminaban siendo incorrectas. Ante la incertidumbre que le provocaba la situación de su primogénita, tomó nuevamente una opción de la que se arrepentiría.

Aquella noche al llegar a casa, su hijo y su marido estaban durmiendo frente al televisor, por lo que el ambiente del hogar se apagó al poco tiempo cuando todos se fueron a la cama. Alicia apenas pudo dormir, recordando lo que acababa de ver e intentando decidir qué haría. Por una parte no quería afrontar aquel problema ella sola, por lo que decidió que por la mañana se lo contaría a su marido. Entre los dos podrían hablar con su hija y barajar las posibles opciones para resolver el problema. Aunque, por otra parte, algo en su interior le hacía sentir culpable e impotente por no entender a su hija y sus sentimientos. Pensaba que si su hija no se lo había contado era porque no existía entre ellas la complicidad que imaginaba. Su hija no confiaba en ella y estaba sola contra el mundo, y eso le aterraba.

Las horas pasaron y el sol apareció por el horizonte. Los ojos de Alicia seguían clavados en el techo buscando entre las sombras una respuesta cuando sonó la alarma. Era sábado, pero su marido siempre se despertaba temprano para no romper la rutina. Valentín remoloneo en la cama antes de apagar el despertador. Al girarse y verla despierta se extrañó.

-¿Te he despertado?

-Mm ... No, no has sido tú.

- ¿Les ha pasado algo a los chicos? - preguntó Valentín al tiempo que se incorporaba y miraba a su alrededor en busca de sus hijos.

- No necesariamente - Alicia seguía sin ninguna emoción identificable en el rostro.

-¿Qué significa eso? Si le pasa algo a mis hijos estoy en el derecho de saberlo.

Ella volvió los ojos en blanco. Era cierto que se preocupaba por saber todo aquello que involucraba a sus hijos, pero eran escasas las ocasiones en las que intercedía con ellos y actuaba como padre. Esa tarea solía dejársela a ella.

- Ayer pasó algo con Clara - sentenció ante la mirada insistente de su marido.

- ¿Se ha enfadado con sus primas o con alguna amiga? Ya sabes el temperamento que tiene, rara es la vez que no terminan enfadadas.

- No Valentín - al decir esto Alicia se incorporó en la cama para quedar a su altura. Lo miró a los ojos dubitativa - Ayer vi a Clara con alguien.

- Alicia por favor, pensaba que eras más espabilada. Tiene 15 años, es normal que empiece con sus amores de Juventud.

-No ...- cogió aire. La sensación de que estaba a punto de cometer un error la abrumó, aún así actuó - ayer vi a Clara besar a una chica...

Valentín no reaccionó al instante. Se quedó callado, mirándola, esperando que continuase una frase que nunca acabó. Su respiración se agitó y bufó en un par de ocasiones. Alicia sabía que su marido estaba chapado a la antigua, pero no sabía hasta qué punto asimilaría esa circunstancia.
Acto seguido, y ante el silencio que mostraba ella, Valentín se levantó de la cama y se encaminó hacia el pasillo. Alicia entró en pánico porque sabía hacia dónde se dirigía pero no conocía cuáles eran sus intenciones. Salió a toda prisa tras de él.

- Espera Valentín, tenemos que hablarlo. No hagas nada - gritó desesperada mientras veía cómo abría de golpe la puerta del dormitorio de su hija. Clara se levantó asustada ante el portazo y miró con desconcierto a su padre, el cual arrancó el móvil del cargador que estaba en la mesita.

-¿Qué haces? -pregunto e intentó quitarle el móvil a su padre de las manos. - es mío, devuélvemelo.

-¡En esta casa no hay nada tuyo, y menos si lo usas para hablar con depravadas! ¿Te parece normal besar a una chica? ¿Qué clase de influencia puede darte alguien así? ¿Así te hemos educado? - le espetó su padre mientras salía del cuarto sin devolverle el móvil.

Fuí, Soy, SeréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora