Capítulo 10: Imprevistos

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POV Shana

El fuego lo arrasaba todo allá donde estuviera. Yo intentaba controlarlo en la medida de lo posible pero sobrepasaba de largo mis poderes. Oía continuamente los gritos de angustia y horror, pidiéndome ayuda, diciendo que yo era su salvación. Yo luchaba contra las llamas con todo lo que tenía aunque estas no hacían otra cosa excepto seguir creciendo. Caras empezaron a aparecer entre las llamas, caras sangrantes, con la piel levantada y llenas de heridas. Observaba con espanto que no podía hacer nada por ayudarles. De pronto la vi: su antes largo cabello rubio estaba quemado hasta el nacimiento de este, sus preciosos ojos verdes lloraban sangre y su mejillas estaban destrozadas.

-No me ayudaste – susurró ella mientras era consumida por las llamas

-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! – grité con lágrimas en los ojos

-¡Jefa! Soy yo, soy yo, tranquila – calmaba alguien – Estás bien, estamos bien. Baja el arma por favor.

Logré enfocar la vista para encontrarme a mi misma apuntando con una daga al cuello de Toro de Hierro. Mi respiración estaba muy agitada y mi corazón latía demasiado rápido. Una capa de sudor me cubría todo el cuerpo y me temblaban las manos. Aparté el cuchillo de su cuello y lo devolví a su sitio en lo que tomaba una gran bocanada de aire para calmarme.

-¿Estás bien? – preguntó Toro cuando se dio cuenta de que había despertado.

-Sí, lo siento, solo era una pesadilla – contesté algo más tranquila

Acto seguido, me levanté y salí de la tienda de campaña. Habíamos acampado cerca de un lago y era todavía demasiado temprano para que nadie estuviese despierto, si bien siempre había dos soldados de guardia. Ni siquiera lo pensé, me fui directa al lago, sin cambiarme o coger alguna ropa de repuesto. Agradecía que Toro entendiera que quisiera estar sola y no me siguiera. Una vez que llegué al lugar, a menos de cinco minutos andando, me dirigí al muelle y me zambullí de cabeza en el agua. El agua fría y la soledad eran justo lo que necesitaba en ese momento. Buceé hasta el otro lado y salí a la superficie en busca de aire. Nos encontrábamos muy al sur de Bosque Cimera, íbamos de regreso a Feudo Celestial. Paramos a descansar y reponer alimentos y materiales. Miles de pensamientos cruzaban mi mente mientras yo me entretenía en secar mi pelo y mi ropa con un poco de aire que había convocado. Cerca de lo que yo calculé que serían dos horas más tarde, volví al campamento. El sol empezaba a dar señales de vida y todos los demás ya se habían despertado, empacando sus cosas para ponernos en marcha lo más pronto posible. Durante un instante, me quedé fijamente mirando el horizonte por el cual el sol empezaba a asomar. Dos rostros cruzaron rápidamente mi mente así como los sentimientos contradictorios que ambos evocaban. Podía notar la mirada inquisitiva de los soldados y la mirada de preocupación de Toro. Ignorando a todos, entré a mi tienda para ponerme manos a la obra cuando noté la presencia de alguien más a mi lado.

-Cole, deberías recoger todas tus cosas. Pronto volveremos a emprender el camino – dije sin girarme.

-Llamas altas arden, queman, no puedo, no puedo, yo no puedo salvarlos a todos, no pude ayudarles a ellos entonces y tampoco podré hacerlo ahora – mencionó – Soy la muerte, la única culpable, la que debe morir.

Me quedé petrificada ante aquello, sabía de lo que hablaba. Me giré lentamente para enfrentarlo

-Ella también murió por mi culpa, ahora lo harán todos los demás – continuó Cole – Yo no soy lo que ellos creen, estoy sucia, maldita, morirán a mi lado. Él también lo hará y se llevará mi corazón. No más, no más. Él es el único que a...

-¡Basta! – exclamé – Por favor Cole, para – pedí en un tono más bajo.

-Pero quiero ayudar – explicó

Gracias al HacedorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora