일곱

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m.yg

El sitio era un lugar humilde, pude verlo desde la primer calle aledaña a la zona.
Pero la casa en la que estaba a punto de entrar, se llevaba el premio a la más bizarra, pero no era pequeña, tendría más de 5 habitaciones. 
Le hacía falta algo más que una mano de pintura, pero estaba limpia. Incluso podría decir que más que la mía; había un pequeño bonche de hojas junto al enorme árbol de la entrada y los cristales en las ventanas se veían tan pulcros como el agua.
Había un pequeño camino de rosas amarillas en la jardinera sobre el pórtico y una hilera de sombrillas de colores junto a la puerta de malla.

Cuando entramos, mi corazón se sintió golpeado por la lástima y aunque estaba mal, no pude evitarlo.
Sólo había un sofá y una pequeña mesa de centro en el salón. Los zapatos estaban perfectamente alineados en el costado y sobre aquella zapatera vieja estaba un plato de barro lleno de llaves, no tuve que observar a detalle para saber que cada quien tenía su propio llavero.

La pared al costado del salón estaba llena de fotografías y reconocimientos. Entre ellas había un pequeño apartado que tenía algunas que sólo parecían haber sido tomadas espontáneamente.
Por ejemplo...Jimin usando una filipina impecable y los ojos alineados en una sonrisa tan contagiosa que hasta daba miedo.
Hoseok con un peto de mecánico y el rostro sucio mientras se carcajeaba con lo que fuera que hubiera detrás de aquel mustang negro; Dahok con aquella filipina de pinche. Y luego estaba Hyeong, su cabello estaba revuelto, cómo si hubiera deshecho un moño sin haberlo dejado demasiado tiempo recogido, la sonrisa le colgaba sobre las comisuras y estaba casi inclinada sobre la imagen, con las puntas de ballet sobre el hombro y un cigarrillo entre los dedos. No había forma de entender aquello, sólo de apreciarlo, porque ella se veía preciosa.

Y justo cuando pensé que estaba confundido, mis ojos encontraron otra, haciéndome sentir dentro de una paradoja.
Hyeong y Jungkook posaban en un mismo encuadre, y el fondo era mi casa. El mismo sofá en L, aquel jarrón azul que papá trajo de Osaka y las cenizas de mamá sobre la chimenea. Ambos sonreían con tanta felicidad que abstenerse de levantar las comisuras cuando se veía, era imposible.
Fruncí el ceño y afiné el oído en cuánto escuché la risa de Jungkook arriba.

—De no ser porque mi hermano jamás estaría en este sitio, te diría que quien te ha medio matado, es él.

—Empiezo a dudar de la existencia de tu hermano, ni siquiera has querido mencionar el nombre o mostrarnos una fotografía. Eres un fiasco.

—A él no le van estás cosas, ya sabes, comer pizza fría y dormir en el suelo no es para todo el mundo.

—Exacto, Hyeong y tú tienen camas y son enormes, ¿porqué siguen durmiendo aquí?

—Escuchar detrás de las paredes es de mal educación—Hyeong me tomó del brazo y me arrastró arriba sin aviso. Los ojos de Jungkook casi rodaron por el suelo en cuanto me vio.

—¿Y-yoongi, q-qué estás haciendo aquí?—se levantó como resorte.

—No atiendes el móvil.

—Ah, joder—habló para sí mismo y luego frunció el ceño para sujetarme de las mejillas sin tacto—, ¿cómo te hiciste esto?—volvió el rostro hacia el pelirrojo y atinó cada pieza dentro de su cabeza para entender—. No vuelvas a tocarme las bolas de esta forma, Jung. Porque te juro que te voy a joder.

Nadie tuvo oportunidad de decir algo porque el castaño me tomó del brazo y me llevó abajo. Jungkook parecía mayor que yo en ese momento, se veía como yo cuando Namjoon le empujó sin cuidado mientras jugábamos fútbol y terminó recibiendo suturas. Probablemente era porque yo también las necesitaba.

naughty|m.ygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora