열 여섯

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j.hy

Dejé caer mis cosas sobre el sofá grisáceo en el salón y miré el reloj en la pared. 3:30 am, me deshicé del uniforme y me metí en el baño, necesitaba pensar.

La gotera sobre el techo de la regadera seguía ahí. Traté de ignorarlo pero no dejó de molestarme mientras me cepillaba los dientes.
Cómo Yoongi, Yoongi me molestaba incluso aunque estuviera trabajando en un turno de 27 hrs.
No porque no quisiera verle, yo rogaba porque sucediera, o al menos porque siguiera vivo. Pero cuando lo vi ahí sentado en urgencias, en lo único que pude pensar fue en lo preocupada que me sentí y en las ganas inmensas que tenía de someterlo en el suelo y besarlo para remediar mi salvajismo. No hice ninguna de las dos, entré en pánico y lo único que pude hacer fue comportarme como una idiota con él. Estaba aterrorizada porque todavía me dolía. Fue mi primer amor y mi primer decepción amorosa en un mismo día, fabuloso. 

Me mojé el rostro y anduve a oscuras hasta la cama para escabullirme debajo de las cobijas en un millonésimo intento por olvidarme de Yoongi; encendí la lámpara en la mesita de noche y deslicé las manos sobre el abdomen desnudo de Taehyung, estaba impaciente, el castaño se removió para despertar y sujetarme con fuerza de la cintura.

—Hola—la voz le salió sin pulir, quizá habría estado durmiendo desde la media noche.

—Hola...—llevó los dedos a las costuras de mis bragas y suspiró sobre mi cuello.

—¿Cómo es posible que me la pongas tan dura si acabas de tocarme?

—Porque eres un precoz—solté una risa apagada cuando buscó mi boca con el pulgar y me hizo lamerlo.

—Te extrañaba...

Me quedé en silencio y más que querer retractarme sobre mis actos, quería darme prisa. Necesitaba follar con la misma urgencia que necesitaba dejar de pensar. Y cuando Taehyung me follaba duro, de verdad no podía pensar en otra cosa que no fuera gemir.
Busqué sus labios con premura y empujé las cobijas al suelo para subirme sobre él.

Taehyung recargó la cabeza sobre el garigoleado de caoba y me sujetó de los costados de las piernas para pegarme más sobre el bulto debajo de sus shorts deportivos. Sus manos fueron hasta al broche de mi sujetador para deslizar la lengua sobre mis pezones mientras yo me encargaba de restregarme sobre él con algo más que desesperación.
La risa de Yoongi, sus expresiones, el sabor de su boca, todo me estaba atrofiando el cerebro con ímpetu.
Sabía que esto iba a pasar, Taehyung sabía que en algún momento, Yoongi iba a volver, y aunque me dije a mi misma que debía de intentarlo, no pude pasar ni un sólo día de mi vida en cinco años, sin pensar en él.

Y no desmeritaba las buenas intenciones del castaño por hacer funcionar nuestra rota y patética relación, pero lo único que hacíamos además de pelear, era follar hasta cansarnos, éramos así.
Él podía pasar semanas fuera de su casa pero no dejaba de tomar vuelos exprés para venir a mi casa, hacerme gemir durante horas y después comenzar una estúpida pelea porque no le había dicho que le quería ni una sola vez o porque no había nada que comer en mi nevera; gritarnos durante casi una hora y volver a la habitación para después darnos ánimos a ambos diciendo que todo iba a mejorar.
No era un mal chico, sólo que no era el que yo quería; ya no.

—Taehyung...—le supliqué entre besos y sólo terminé escuchándole reírse de mí.

—¿Qué es lo que quieres, Hyeong?—me mordió el labio inferior—, ¿qué te folle, o que te haga el amor?, tienes que serme sincera preciosa porque no tengo ánimo para perder el tiempo.

—Nosotros siempre follamos—le deslicé los shorts de mala gana—, y peleamos, es todo lo que hacemos.

—Exacto, es todo lo que hacemos—bufó en un intento tonto por resistirse a mis desmesuradas ganas de dar saltos sobre él.

No quería escucharlo, sólo quería dejar de pensar y de sentir. Así que yo misma me empujé las bragas a un lado y bajé sobre su pene para verle el rostro lleno de placer y molestia al mismo tiempo. Coloqué las manos sobre su pecho y subí y bajé con lentitud, trató de no sonreír pero terminó cediendo cuando le comí la boca y gemí al mismo tiempo, le conocía los modos.

—Me estás volviendo loco.

—¿Quieres que pare?—hice un puchero lleno de todo menos de inocencia.

—No—negó en un gemido trabado mientras enterraba los dedos en la carne de mi cintura y comenzó a llevar el ritmo él.

Y dejé de pensar; el sudor le escurría por la frente y el flequillo ligeramente ondulado le cubría los ojos. El olor de su jabón corporal y la mezcla con aquel costoso coñac que su padre nos había obsequiado en nuestro día número 300 como pareja se acumuló dentro de mis fosas nasales para terminar de joderme la mente.

Terminé ayudándolo a llevar el ritmo y entre el movimiento de mis pechos y el sonido de nuestras pieles chocando con fuerza, me dieron ganas de llorar. Todo estaba mal.
Le sujeté del rostro y lo besé con tanta necesidad que él ni siquiera tuvo tiempo para asimilarlo, su ritmo fue torpe y lento hasta que encontró la pauta, entonces me dio vuelta para sujetarme las muñecas sobre la cabeza y comenzar a moverse.
Me miró a los ojos y mientras me mordía los labios para no hacer tanto ruido, le vi derramar una lágrima que terminó sobre mi mejilla, entonces nos corrimos. Se encorvo y se detuvo con las palmas a los costados de mi cabeza.

Y nadie volvió a hablar, porque no era lo nuestro, nosotros no hablábamos después del sexo, porque eso sólo lo hacían las parejas normales; nosotros estábamos más descompuestos que la puta llave de mi regadera.
Me levanté para ir a la ducha y me aseguré de tardar lo suficiente para que él se quedara dormido y evitarme todo el drama que traía consigo mi obstinada forma de quererle, porque yo le quería, Taehyung era una parte importante de mi crecimiento como persona y flote de mis sueños, pero también era la persona que me recordaba porque había dejado de ser como cuando tenía 19.

Lo observé mientras dormía, con el torso desnudo y la nariz roja de tanto haber llorado mientras yo estaba dentro de la ducha haciendo lo mismo. Entonces, busqué dentro de mi cajón de ropa interior y guardé aquella caja llena de cilindros de un blanco pálido, no había fumado desde que Yoongi desapareció.

Metí los brazos en la chaqueta de mezclilla sobre mi sofá y tomé el móvil. Cuando la puerta se abrió, Taehyung se levantó.

—Nos vamos a casar, no puedes irte de tu casa siempre que el sexo no te parezca bueno o simplemente porque no estás feliz conmigo.

—Yoongi volvió.

naughty|m.ygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora