Luz

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Creo que nunca me había sentido tan frustrado, desde 2010 había aceptado la tarea suicida de salvar a la humanidad, tenía un equipo de 27 científicos, lo mejores del mundo, trabajábamos día y noche, y ya estábamos en 2020. ¡10 años! Uno de mis colegas había descubierto los elementos necesarios para crear la copia del agua, pero aún no se había logrado mezclar de la manera correcta y todos los animales que la probaban, morían. Dennis, un chico, más joven del laboratorio logró replicar el oxígeno, pero resultó que tenía algo mal y era venenoso. Años trabajando en esto y no lográbamos nada. 

Un día caluroso en Estocolmo decidí que saldríamos como equipo, nos merecíamos un descanso, fuimos a una zona protegida y limpia y pasamos ahí el día, conversamos hasta el anochecer, todos los que estábamos ahí teníamos algo en común, ninguno tenía familia, entonces nos dimos cuenta que después de 10 años nosotros éramos la familia de los demás. Y ese detalle ese pequeño detalle caló profundamente en nosotros, porque coincidimos en que no íbamos a encontrar la manera de salvar el mundo, íbamos a encontrar la manera de salvar a nuestra familia, no lo íbamos a ser por los otros, sino por nosotros.

Regresamos al laboratorio y al mes siguiente, Carl, descubrió qué era lo que hacía venenoso al oxígeno de Dennis, resultó que había una cantidad muy grande de uno de los elementos y eso entorpecía el proceso. Y otros dos meses después, Philipe y yo encontramos la manera adecuada de combinar los elementos para la réplica del agua. ¡Por fin, lo habíamos logrado! Decidí que la manera más segura de probar la eficacia de nuestros productos, era replicando el experimente de mi padre con los animales. Así que habilitamos una sala, cerramos las ventanas, pusimos oxígeno suficiente para 5 años, al igual que agua y comida, y metimos a una pareja de lobos, una pareja de cerdos, una un gallo y una gallina, y tres parejas de ratones. 

Toda la habitación estaba llena de cámaras, estábamos en constante monitoreo de las actividades que realizaban los animales, al principio les costó amoldarse y tuvieron problemas para respirar, también vomitaban lo que comían, pero al cabo de un par de meses se almoldaron perfectamente a su nuevo hábitat. Pasaron uno, dos, tres años, hasta que logramos ver que la loba estaba preñada. Eso significaba que una mujer también podría estar embarazada aunque viviera en esas condiciones, los cachorros nacieron en perfectas condiciones, no tuvieron que adaptarse a su entorno, crecieron y sus padres murieron de vejez, así pasó con todos los animales que habíamos incluído en la habitación. 

-¡Sr. Colleman! Por favor venga, tiene que ver esto inmediatamente.- Me dijo Eduardo, uno de los internos. 

Me aproximé a él y vi lo que más temía. Nuestros análisis sobre la gravedad en el exterior se habían disparado, el oxígeno de la tierra se redujo en un 40% y la potabilidad del agua en un 80%, era nuestro final, la hora había llegado. Presioné a mis colegas para que hicieran la mayor cantidad de comida, agua y oxígeno que fuera posible, sabíamos que no sería eterno, pero teníamos la esperanza de que cuando se agotaran, la tierra fuera habitable nuevamente. Me reuní con el señor Crowford y le expliqué la gravedad del asunto.

-Es hora de que las personas se preparen para lo inminente, tenemos cien mil cúpulas señor Crowfor, cada una puede albergar a máximo 5 personas, están abastecidas para 60 años de vida, no pudimos hacer más, no van a alcanzar para todas las personas que siguen vivas, lamento decirle que no sé cómo vamos a repartir las cúpulas. -Le dije mirando al suelo.

-No las vamos a regalar Sr. Colleman, las vamos a subastar.- Dijo él.

-Pero señor, miles de personas morirán, millones morirán, no podemos dejarlos morir. -Le dije.

-No es nuestro problema Colleman, su trabajo es hacer las cúpulas y equiparlas, mi trabajo es entregarlas. -Terminó él. 

La Cúpula de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora