La Perdición

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La perdición había tocado la puerta de la humanidad antes de lo planeado, todos sabíamos que este tipo de cosas eran inminentes, pero no sabíamos que eran incontrolables. Primero fue un virus, se desarrolló en los Estados Unidos de América, era algo totalmente desconocido, los médicos más famosos se reunieron para determinar como tratarlo, pero no encontraban la manera de hacerlo. Nosotros como científicos también lo intentamos pero fue algo inevitable, simplemente las personas no se curaban, era como un cáncer pero diez veces peor. Empezó a expandirse por todo América y pronto tomó auge en África, Oceanía, pero Asia fue la perdición, tantas personas contaminadas, tantas personas que muertas, tantas personas que decidieron venir a Europa para alejarse de la enfermedad, el problema es que ellos ya estaban contaminados. Pronto la Organización Mundial de la Salud la declaró como una pandemia, y todo el planeta estaba en alerta roja.

-¿Qué vamos a hacer papá? Estamos en pleno siglo XXI y cada vez estamos más cerca de que sea 2030, ¿por qué esta enfermedad está atacando tan radicalmente y por qué no hemos encontrado cura alguna?- le pregunté una tarde del mes de octubre del años 2000. -30 años son demasiado poco, padre, aún no hemos logrado desarrollar el sustituto del agua y oxígeno, aunque sí pudimos encontrar la manera de crear comida que no expire, de nada va a servir sin el agua y el oxígeno, y si las personas se siguen muriendo lo que nos va a matar será la enfermedad, no el derroche humano.- continué yo. 

-Joan, tengo 58 años, he dedicado toda mi vida a estas investigaciones, incluso te quité tu vida, me esmeré tanto en ver que la humanidad saliera adelante que olvidé que teníamos vidas, olvidé lo que era vivir. Lamento no haber sido el padre que esperabas, lo lamento mucho. Sé que en este momento no debe ser fácil ver una solución, pero tenemos que encontrar una manera de salvar a esas personas, sino, todo esto será en vano.- Me dijo él. -Pero tengo algo que compartir contigo, descubrí qué es esta enfermedad y porqué se produce, lo que no descubrí es como curarla.- Repuso él.

-Cuéntame, por favor, no puedo seguir viviendo al saber que miles de personas mueren diariamente de maneras tan espantosas.- Le dije yo.

-Es un patógeno, está presente en el aire, hay zonas más contaminadas que otras, por eso hay más personas muriendo en ciertos lugares, tenemos suerte de vivir en este laboratorio y que no tenemos contacto con el aire de afuera. Se produjo en Estados Unidos después de un experimento que realizaron unos científicos alemanes, parece que los envases que contenían el patógeno se rompieron y este tardó minutos en matar a la primer persona. Tu has visto las señales que presentan las personas contaminadas, es tremendamente mortal.- Me explicó él.

-Por supuesto, papá, presentan fiebre intensa, dolor muscular, y vómitos con sangre como primeros síntomas, después, cuando se les da medicamento sus venas se tornan color negro y se sobresaltan del cuerpo. Sus ojos están bañados en sangre y pierden el conocimiento de quienes son, se parecen a los zombies de los cuentos que me leías de niño.- Dije yo.

-Exacto, son como zombies, la diferencia es que no murieron para convertirse en eso, están vivos pero sin conocimiento alguno, sin saber quienes son o qué hacen en el mundo, mueren por comer pero lo que ingieren los mata más rápido, al final, mueren porque no vieron el carro que tenían al frente o porque decidieron no comer nada para evitar el dolor, algunos otros mueren de dolor, y otros mueren en manos de alguien más. Con el simple contacto se propaga la enfermedad. Aunque debo decir que hay una cuestión interesante en todo esto, hay personas que mantuvieron contacto directo con los contagiados y no se contaminaron. ¿Tienes idea de por qué es? - Me preguntó él.

-Pues seguramente son inmunes.- Le contesté. 

-Muy bien, son inmunes, si lográramos descubrir qué es lo que los vuelve inmunes podríamos encontrar la cura y detener la propagación. -Me dijo muy enfático. 

-Es una locura, tendríamos que traer dos sujetos, uno enfermo y uno que no se enferma, es muy arriesgado padre, nos podríamos contagiar nosotros, no podemos correr ese riesgo.- Le dije de manera muy seria. 

-Entiendo tu punto Joan, pero no tenemos opción, tenemos que descubrir la cura y dársela al mundo, de lo contrario, incluso nosotros moriremos, tenemos que preservar la especie humana, cueste lo que cueste. -Me dijo él. 

En reiteradas ocasiones intenté convencerlo de que no saliera en busca de los sujetos de prueba, pero fue inútil, tomó su traje de aislamiento amarillo y se dispuso a salir del laboratorio, a recorrer las calles de Ginebra en busca de dos voluntarios. Aún me da risa recordar que el pretendiera encontrar dos personas que se ofrecieran a ser parte de un experimento en un laboratorio que era manejado por dos locos.  Lo vi abrir la puerta e irse. Mientras el estaba fuera yo empecé a preparar una sala especial para los sujetos, debo admitir que tenía esperanza en el descabellado plan. 

Mi padre volvió de su expedición, y como era obvio, volvió con las manos vacías, se veía triste y decepcionado consigo mismo, cómo si fuera culpa de él no encontrar una cura para la enfermedad. Se quitó su traje, lo desinfectó y colgó en el perchero de los trajes. Pero había algo raro en él, parecía diferente, más serio. Vi como ocultaba una mano, lo tomé suavemente y quedé horrorizado, ¡alguien lo había mordido! se soltó a llorar en mi hombro.

-Me han contagiado Joan, me han contagiado, tienes que matarme antes de que sea tarde. - Me decía él entre sollozos. 

-No papá, cálmate, puede que seas inmune, tranquilo, no te alteres.- Le respondí yo, aunque por dentro estaba derrumbado rogaba a Dios que fuera inmune.

No pasó ni una semana cuando ya tenía la respuesta a mis plegarias, mi padre, mi amado padre, estaba contagiado.

La Cúpula de la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora