Capítulo 2 pt 1: Colapso

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Me estiro al levantarme, despierto a Hank y a Beatrice tirándoles encima sus maletas. Hank me regaña medio dormido, ve que la fila para salir estaba en constante movimiento. Se comporta como si hubiera encontrado el asiento cómodo, mientras que yo estuve preocupada por las turbulencias de una tormenta invisible Me animo a esperarlos afuera.

Comenzamos a caminar dejándonos llevar de las direcciones para llegar a la salida en la que nos espera un auto. Beatrice va en paso ligero con su maleta y pendiente al celular. Hank y yo nos quedamos atrás para hablar y tomarnos un respiro por el largo paseo en el aeropuerto.

—¿Beatrice vivía en la casa que vamos a ir? —Hank se desestabiliza por un momento y raspa su garganta para contestar.

—¿A qué se debe la pregunta?

—No pude evitar escucharlos sobre volver a una casa. Por lógica, creo que es esta.

—Ah, eso —acomoda su abrigo en el hombro— fue en agosto del año pasado. Vi una casa hermosa cerca de un bosque.

—¿Pensabas robar material de esa casa? Y ahora, ¿la quieres defender?

—Sabes que no hago eso —niega— estuve inspeccionando el área para un cliente, todos al final deciden rechazar la oferta de compra, aunque estuviera bajo precio.

—¿No te ha ido bien en esto meses? —me preocupo.

—No te preocupes, hija. Mira, tiene un bosque muy frondoso, tiene un bonito lago, habitaciones enormes, es antigua —mueve la cabeza de aprobación—. El lugar es reservado, muy natural; imagino que ahora están continuando con unas reparaciones. Lleva tiempo en construcción. Deja que la veas. Es a gran escala.

—¿Por qué?

—Más espacios para fiestas —sonreímos en complicidad.

—¿Hay mucho sol? —pregunto interesada para saber protegerme.

—Cuando fui, estaba nublado —Beatrice baja el paso y mira a Hank insistiendo que avanzara—. Te quería decir que ya que no estarás haciendo algo productivo porque ya no estás estudiando y en lo que consigues trabajo, te puede interesar ayudar al personal, así puedes conocer más la casa—la conversación estaba bien, y me sale con esto.

—No me dejaste ir a tocar, a Frank le hubiera gustado. Me mantendría ocupada.

—Fin de la discusión, pequeña. Lo hablamos cuando lleguemos —se adelanta junto a Beatrice.

En algún punto, toda mi atención se centra en el grito de una mujer que poco a poco se va intensificando. Es el mismo grito que hubo en el hotel. Cuando miro hacia adelante, Hank y Beatrice no estaban, y no solo ellos, el aeropuerto estaba vacío. Me detengo observando a mi alrededor, no hay nadie, los puestos estaban desocupados, no hay personas esperando sus maletas por lo que no se presenta ni un solo ruido, ni aviones despegando, ni personas hablando, pero reconozco un curioso sonido, el de las gomas en movimiento de una maleta invisible que avanza —como si alguien estuviera corriendo con su maleta— hacia mí.

Sabía que ese sonido provenía frente a mí, buscaba con la mirada quien lo ocasionaba a pesar de que no hubiera nadie, siento un fuerte impacto en el hombro derecho que me derriba con todo y maleta. Escucho pisadas de una calle, como si estuviera en el centro de New York.

Estaba asustada. El área donde me encontraba empezó a dar vueltas, tuve que pestañear varias veces para situarme. La distorsión era un problema, presentaba una sensación de inquietud. Pensaba que todo esto era parte del cansancio acumulado, de repente, siento una mano en mi hombro que hace estremecer de frío mi cuello.

—Sissi, sabes que no puedes estar aquí —oigo a una mujer, como si me estuviera sermoneando. La ignoro una vez que el mareo se va pronunciando, sigo pestañeando para formalizar lo que yace frente a mí. No logro ver quién es.

—¿Por qué no debo estar aquí? —digo en voz baja.

—Sissi, ¿estás bien? —escucho la voz de Hank. Se encuentra arrodillado para ver mi rostro— ¿Qué pasa? —me ayuda a levantarme.

Todo sigue normal. Todos están aquí.

Al cabo de unos minutos, me estabilizo. Sigo parpadeando para mantenerme despierta, envuelta en confusión y cansancio. Mi mirada se posa en una mujer con su rostro oculto detrás de un velo, vistiendo un vestido verde olivo del siglo 19 —reconozco la época, es mi favorita—. Esta caminaba como si no tocase el suelo.

Me monto en la parte trasera del auto, con ganas de vomitar. El mareo seguía presente.

—¿Qué le pasa? —pregunta Beatrice.

—Pudieron haber sido las luces —saca unas gafas y me las da para proteger mi vista.

—¿Solo las luces? —obliga a Hank a buscar la obviedad de la situación.

—¿Le estará dando un ataque de pánico?

Poco a poco va disminuyendo el revuelo que hay en mi cabeza, percibo un dolor en mi hombro derecho, como si algo punzante hubiera perforado gran parte, otra vez. Si no había nadie, ¿cómo sentí el choque? La imagen de esa mujer viene a mi cabeza y aquella voz me regaña.

Al escuchar a Beatrice caí en cuenta de que había preocupado a Hank, el cansancio y los nervios del día de los "dos muertos" nos tenía todavía mal.

—Estoy bien —logro decir agotada, tratando de acomodarme en el asiento y me pongo sin fuerza el cinturón.

—Ves —Beatrice respira hondo—. Querido, Sissi está bien. Ya habló. Tranquilo —Hank reduce la velocidad y para en el carril de emergencia solo para respirar profundo, se había dado cuenta que había apretado con fuerza el volante. Beatrice tenía un nudo en la garganta porque esta escena se vivía cada cierto tiempo.

—Creí que esta vez si fuera lo que tanto temí... —escucho sollozar a mi padre, lo último que veo antes de quedar inconsciente es el abrazo que ofrece Beatrice a un hombre agobiado por la salud y bienestar de su única hija.

Él no quería mencionarlo. A pesar de mostrar calma, por dentro estaba alterado. 


El último cuerpo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora