Capitulo 1-(Parte 2)

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Al llegar entramos a la casa y dejamos nuestras cosas en la entrada, fuimos a la sala de estar y encendimos la chimenea, el clima era fresco y no hacia tanto frio, pero planeábamos quedarnos allí hasta el día siguiente y la temperatura caía muy rápido por las noches, fue algo que aprendimos de la manera dura cuando éramos pequeños.

Addie y yo nos sentamos en un sillón que habíamos puesto frente a la chimenea y empezamos a hablar sobre lo que habíamos estado haciendo desde la última vez que habíamos estado allí. 

La verdad nuestras vidas no eran muy interesantes, todos los días hacíamos la misma rutina: despertar, arreglarse, ir al instituto, llegar a casa y dormir.

La única vez que alguno de los dos hizo algo interesante en ese tiempo fue cuando Addie, por descuido, dejó caer uno de los viejos rifles de caza de su tío y le disparó a un de sus perros. Por suerte, el rifle era de muy baja potencia y pudieron curar el perro en casa.

Después de un rato de estar en silencio en frente de la chimenea empezamos a desesperarnos un poco por no tener mucho de hablar y nos levantamos de ahí. Addie me dio un golpecito en la frente, sonriendo, y se fue a la cocina, llevándose con ella me galón de cocoa. Yo, colgando el rifle en mi espalda, llevándome una caja con un par de balas extra, salí de la casa y me dirigí a la parte sobrepoblada por animales.

Se que suena algo difícil de creer que un bosque este sobrepoblado por animales, al menos para ustedes, que en su epoca es dificil mantener en equilibrio a la naturaleza; En fin, ese era mi mundo, no el suyo. 

La noche empezaba a caer mientras una gruesa capa de nubes se acercaba rápidamente por el cielo, el olor a pino y una  que otra planta aromática llenaba el denso bosque por el que me abría paso. Después de un rato de caminar por las montañas y un par de claros, me encontré un pequeño grupo de cervatillos que pastaba cerca de un riachuelo.

Cargue el rifle, y después de que un fuerte tronido recorrió los bosques, la cena de ese día (y probablemente los demás por venir) yacía relajada en el suelo blando de las montañas. Me monté el cervatillo en la espalda y camine de vuelta a casa, con el atardecer frente a mi y la tranquila noche detrás mío.

Al llegar de nuevo a la cabaña, abrí la puerta con la mano que tenía libre y lleve al pobre animal a la cocina. Addie estaba allí, con una mano en la cintura y la otra sosteniendo un cucharón con el que revolvía la cocoa. Supuse que la había vaciado en la cazuela y le había agregado algo de leche, pues a ella no le gustaban muchos los sabores fuertes.

Al verme, me sonrío y me dijo que dejara la comida sobre la mesa, que esta vez ella cocinará para los dos. Hice lo que ella me dijo y fui a descansar un poco, era algo cansado caminar, con al menos 20 kilos de carne y hueso sobre mi espalda, por las montañas y las laderas de ese lugar, que tenía fama de ser muy peligroso por sus enormes barrancos.

Fui a mi cuarto y me quite las botas, dejando, con  mucho cuidado, el rifle al lado de la cama mientras yo me tendía en esta.

Pasó un rato para que me diera cuenta de que me había quedado dormido, pues lo último que recordaba era haber pestañeado y lo siguiente que supe era que ya era de noche, y que un delicioso olor a carne y hierbas finas llenaba la casa.

Me levanté de la cama y volví a ponerme mis botas, camine al baño y después de un rato ya estaba limpio y con la cara lavada. Me miré al espejo y acomode un poco mi cabello antes de salir y dirigirme a la cocina para cenar.

Al llegar Addie me recibió sacudiendome el pelo y me invito a sentarme en lo que terminaba de cocinarse la comida. En la mesa, no muy lujosa pero tampoco tan mala, había un par de vasos, una botella de vino (que no se de donde se saco), y un par de platos.

Mientras sacaba de el horno la cena, me dirigió una tierna sonrisa y puso una cazuela en el centro de la mesa, la abrió y de esta salio mucho vapor, y un olor muy placentero lleno la habitación. Con mucho cuidado de que la carne no se rompiera, tomo unas pinzas y saco un pedazo de carne para cada quien de la pequeña cazuela.

Le pregunte, mientras servia la cena y también algo de tomar, donde había guardo lo que sobraba. Ella dijo que en el congelador y me saco la lengua. Yo sabía que estaba mintiendo y que era muy probable que hubiera puesto un par de partes de las que sobraban en su mochila. Ella casi siempre tenía recipientes vacíos cerca.

Corté la carne de mi plato y empeze a comer, mientras Addie me miraba atentamente. Me relamí los labios para gusto de ella y seguí comiendo. Ella, casi chillando de rebozo por que me había gustado la comida (ella sabía poco de cocina, por eso cómo reaccionó), empezó a comer felizmente. Mientras comiamos, Addie cortaba un pequeño pedazo de carne y me animaba a abrir la boca para que ella me diera de su comida, cosa que a ella le alegraba mucho.

Después de comer, tomé el vino y abrí la botella, sirviendo un poco de este en cada vaso. Bebimos el vino y guardamos lo que sobró para otra ocasión.

Me levanté y recogí los platos, llevándomelos a el lavatrastes para poder dejarlos limpios antes de que se les pegara la grasa. Mientras los lavaba, Addie se metió entre mis brazos y se quedó acurrucada allí, mirándome mientras terminaba de lavar.

Al terminar, la quité de enmedio dandole un empujon con la cabeza y me sequé las manos con un trapo seco que solíamos tener ahí.

Ella salió de la cocina y se fue a la sala de estar, donde siguió apilando un poco de leña en la chimenea para que esta no se apagara. Volví a calentar la cocoa que ella había estado revolviendo más temprano y luego la serví en un par de tazas.

Las tome y me las lleve a la sala de estar, me senté en el sofá y le di una a Addie, que estaba felizmente acurrucada en el otro costado. Tome un trago de mi taza y luego la deje en la mesita de noche que tenia al lado, me levante y apague las luces de la casa. Después de hacerlo volví a sentarme en el sillón, disfrutando de como que como el aire frío que venía de afuera, y el intenso calor de la chimenea, entibiaban la casa.

Así estuvimos un largo rato rato, hundidos en nuestros pensamientos mientras veíamos como las llamas de la chimenea consumían la leña.

A la mitad de la noche, mientras las personas de la ciudad dormían tranquilamente, yo me desperté y me encontré con que Addie, dormida y en un extraño intento de guardar algo de calor, se había acurrucado en mi. Me quede mirando su inocente cara dormilona y me quite la chaqueta de caza, cubriendo a Addie con esta, acostandola en el sofá apropiadamente, me levante y camine a otro pequeño sillón que estaba al lado, la mire con algo de nostalgia y me cobije con una pequeña manta de lana que ella, Hilfe y yo, habíamos tejido cuando eramos niños.





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