Capítulo cuarenta y tres

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Gastón:

—¿Por qué cortaste la llamada? —me grita.

—No lo he hecho queriendo —me defiendo. 

—¡Claro! —dice sarcásticamente—. ¿Ahora cómo voy a saber a qué hospital se lo llevaron?

—No lo sé, y lo siento, ¿okey? No era mi intención cortar, fue sin querer. 

—Mientes —me ataca—. Lo hiciste porque le odias y estás celoso porque nos besamos.

Obvio que lo estoy. Estoy muy molesto por lo que pasó entre ellos, pero Liam ha muerto, yo no haría algo así. Está muy equivocada y le voy a aclarar las cosas porque no me gusta que ella piense eso de mí.

—No, no miento, y ahora ya cálmate, Brisa. No puedes echarme la culpa de esto porque yo no he tenido nada que ver. Así que ahora deja de atacarme y ponerte en mi contra. 

—¿Por qué has cortado? —pregunta. Frunzo el entrecejo. 

—Ya te dije que no ha sido queriendo, ¿puedes creerme una vez en esta jodida vida? 

Suspiro, niego la cabeza y ella se queda callada, ahora sin derramar lágrimas pero con la respiración algo agitada. 

Me jode que me eche la culpa. No me cree cuando le digo que no fue mi intención el haber cortado. Me dí cuanta después de haberlo hecho pero no me importó porque lo único que quería era consolar a mi novia por la muerte de Liam. 

Pero claro. Brisa piensa todo lo contrario y no es así. No soy tan maldito como para colgar con el fin de que ella no sepa a qué hospital llevarían el cuerpo atropellado de su ex.

No soy un monstruo.

—¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿Cómo puedes pensar que soy capaz de hacerte algo así? Por más que el tipo no me caiga nada bien y me joda que tú le sigas queriendo, no voy a hacer algo como eso, Brisa. A veces deberías ponerte a pensar un poquito más las cosas antes de empezar a atacarme, porque ya me jode que seas así. Te amo con toda el alma pero pienso que a veces atacas en vez de escuchar. No pretendo cambiar tu forma de ser, de verdad, pero me atacas y me haces sentir muy mal. De esta manera es como empiezan nuestras discusiones y dejamos de hablarnos por un rato. Basta de eso. Pensé que después de la reconciliación estarías más atenta, pensé que intentarías escucharme un poquito más con calma y confiar más en mí. Yo no soy un cualquiera para que mal pienses de mí, soy tu compañero, el padre de tu hija y puede que de un futuro bebé más —me descargo. Se siente bien descargarse aunque sea una vez—. Confía en mí, por favor.

No me responde. 

—¿Por qué eres así? Me gustaría saber —le comunico tranquilo, con la voz suave. 

Se sienta en la cama. 

—No sé —niega con su cabeza—. No sé por qué soy así. Quizás porque a veces los nervios me vuelen loca y la bronca se apodera de mí. No es justificativo, lo sé —me dice, ahora más tranquila. Me siento junto a ella y le rodeo con mi brazo en cuanto su cabeza se posa sobre mi hombro desnudo.

Deposito un cálido beso en su cabeza y me mango así. 

—No discutamos más, amor. Perdón por cortar, no fue intencional —le recuerdo—, pero lo lamento. 

—No, perdóname tú a mí. Fui una estúpida, me la agarré contigo para descargar la ira, los nervios, el llanto, el dolor, todo. Sé que no eres capaz de algo así. Y perdón por no escuchar. Ahora me siento mal. Soy una pésima novia, tienes razón.

—No te preocupes, y no, no lo eres. Yo no he dicho que tú eres una pésima novia.

Me alegro que mis palabras provocaran algo en ella. Yo no pretendía que se sintiera mal con lo que dije, sólo quería que dejara de atacarme. 

Siempre Serás Tú #D2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora