Capítulo 7

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Y también supo que nunca olvidaría la expresión que vio en el rostro de la augusta dama.

Había ensayado tantas veces la historia de cómo y cuándo se habían conocido que la sabía de memoria y la recitó a la perfección. Después de todo, debía dar la impresión de que era una relación estable que ya duraba dos meses y que merecía ser tomada con seriedad, una relación que posiblemente pasaría a la fase siguiente. En un momento dado, con toda ingenuidad preguntó cómo era Paolo en la niñez y si había alguna fotografía de aquellos tiempos.

Aunque no tenía demasiado apetito, tuvo que admitir que la comida era deliciosa. Cuando acabaron de cenar, volvieron al salotto y escucharon música de Monteverdi.

Ésa fue la parte más agradable de la velada, no sólo porque su difunto padre solía disfrutar de la música del compositor, sino porque apenas conversaron.

Empezaba a relajarse cuando la Signora anunció que era hora de retirarse.

Paolo se despidió con toda corrección fuera del salotto, pero cuando _______ volvió del cuarto de baño enfundada en una bata, lo encontró en su habitación. 

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Quería hablar contigo en privado —dijo con una sonrisa de triunfo—. Eres brillante, carissima. Dio mió, casi lograste convencerme. Mamma está hecha una furia. La oí hablar con su vieja amiga Camilla Montecorvo, porque mencionó varias veces el nombre de Vittoria.

—¿Y eso qué significa? —preguntó _______, con cansancio.

—Vittoria es la nuera de la signora Montecorvo —explicó con una radiante sonrisa—. Y le causa muchos problemas. Mamma siempre está aconsejando a su amiga, pero esta vez le ha tocado quejarse a ella. Insistía con desesperación en que su amiga debía ayudarla. Así que todo marcha según mis deseos.

—Ojalá pudiera decir lo mismo. —¿Lamentas lo de Toscana? También fue una desagradable sorpresa para mí. Justin tiene otras casas que pudo haber ofrecido a la Mamma y no tan remotas como la de Besavoro. Pero, para tu tranquilidad, te aseguro que no querrá estar cerca de mi madre.

—¿No estáis muy unidos, verdad? —Justin prefiere vivir a su manera y la Mamma siempre intenta interferir.

—No debimos haber empezado esto, Paolo —dijo _______ mirándolo a los ojos —. Si tu madre está seriamente enfadada, el asunto ya no es un juego. Creo que tendríamos que replantear la situación.

—Nunca ha sido un juego para mí. ¡Es mi vida! Quiero que mi madre se convenza de que mi futuro es cosa mía y que ni ella ni nadie podrá imponérmelo. Y que no voy a casarme con Beatrice Manzone —declaró. Luego bajó la voz—. _______, prometiste ayudarme. Hicimos un pacto y todo marcha bien —urgió—. Sólo dos semanas, eso es todo lo que te pido. Entonces quedarás libre. Tendrás tus vacaciones en Italia y una suma de dinero. Esto es fácil para ti. Después de todo, ¿qué puede suceder en dos breves semanas? —preguntó en tono persuasivo. Luego, se dirigió a la puerta con una sonrisa—. Te aseguro que no hay motivo para preocuparse.

Esa noche, _______ no durmió bien, asediada por sueños inquietantes hasta que por fin amaneció. Más tarde, no fue una sorpresa descubrir que la partida no tendría lugar según lo programado.

El coche llegó puntualmente con Giacomo, el conductor uniformado, y allí se quedó hasta que la Signora, después de un tranquilo desayuno, órdenes contradictorias, llamadas telefónicas y mensajes a los amigos, al fin se decidió a partir.

_______ no había viajado nunca en un vehículo tan lujoso como ése, aunque fue imposible relajarse sentada en el asiento trasero en compañía de la madre, en la esquina opuesta, y su antipático perro en una cesta acolchada. Había esperado otro aluvión de preguntas y se preparó para ello, pero no sucedió así. La Signora parecía perdida en sus pensamientos, y Caio, aparte de enseñarle los colmillos cuando lo miraba, también se mantuvo tranquilo.

Hubo numerosas paradas a causa del perro y _______ comprobó que la espalda empezaba a dolerse a causa de la tensión.

Se había puesto un ligero vestido suelto de algodón color crema con mangas muy cortas y un discreto escote cuadrado. El vestido hacía juego con unas sandalias planas de color marrón, y un sombrero de lino de ala ancha. Aparte de la obligatoria crema protectora, sólo se había dado un ligero toque de rímel en las pestañas y brillo de un suave tono coral en los labios.

Intentó consolarse con el pensamiento de que la Signora no podría quejarse de su aspecto, aunque la odiara. Mientras avanzaban velozmente por la autopista, concluyó que el coche no necesitaba aire acondicionado, pues la madre de Paolo podría haber hecho descender la temperatura a bajo cero con una sola de sus miradas. El coste del viaje escolar de su hermano subía a cada minuto que pasaba, pensó con abatimiento.

Sin embargo, a medida que se internaban en la región de Umbría, _______ sucumbió a la alegre belleza del paisaje, y todas las otras consideraciones pasaron a un segundo lugar. Donde quiera que mirase había interminables prados verdes y la cima de cada colina aparecía coronada por pueblecitos en precario equilibrio.

Media hora después, llegaron a Besavoro, un pueblo un poco más extenso junto a un río afluente del Tíber, según le informó Paolo. Alrededor de la plaza las casas y tiendas se arracimaban en torno a una alta iglesia muy ornamentada.

Cruzaron el pueblo y empezaron a ascender por un empinado camino lleno de curvas que bordeaba el valle. _______ recordó el comentario de Paolo acerca de sus riesgos y, estremecida, agradeció la habilidad de Giacomo como conductor.

—Ya casi hemos llegado, signorina —oyó con sorpresa la voz de la madre dirigida a ella—. Sin duda, sentirá ansias por conocer el lugar donde pasará sus breves vacaciones. Espero que esté a la altura de sus expectativas.

—¿La casa ha pertenecido desde siempre a la familia? —preguntó educadamente.

—Durante generaciones, aunque ha tenido modificaciones y extensiones a través de los años. Se dice que una vez fue una ermita, un lugar solitario donde se enviaba a hacer penitencia a los monjes pecadores.

—Sé como se habrán sentido —comentó Paolo por encima del hombro—. Me asombra que Justin desperdicie siquiera una hora de su vida en este lugar, aunque, con toda seguridad, nunca se ha arrepentido de nada en su vida. La madre se encogió de hombros. —Pasó aquí gran parte de su infancia. Tal vez le recuerde momentos felices.

—Justin, nunca fue un niño. Su pasado se remonta al día anterior y nada más. Mira, _______ mia, ahora puedes ver la casa si miras hacia abajo, entre los árboles.

Por ChantajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora