_______ probó un sorbo y de inmediato le gustó la mezcla dulce y amarga de la bebida.
—No siempre, pero ésta es una situación difícil para mí. Usted debe de estarse preguntando qué hago aquí, signore —aventuró titubeante.
—Ha venido con mi primo. Eso no es un secreto.
_______ respiró a fondo.
—Por tanto tal vez no ignore que mi presencia no le es grata a su madre.
Tras beber un trago, Justin la miró con ojos entornados.
—Los asuntos de mi tía no me conciernen, signorina. Pero créame, ahora que nos hemos conocido, no espero otra cosa más que su visita sea placentera —declaró. Entonces, antes de que ella pudiera evitarlo le tomó la mano y la llevó a sus labios, donde depositó un leve beso con un brillo especial en la mirada—. ¿La ayudaría a relajarse si nos tratáramos con menos formalidad? Mi nombre es Justin y sé que el tuyo es _______.
La joven se sonrojó hasta la raíz de los cabellos.
—Puede que a su tía no le guste —replicó casi sin aliento.
—Entonces dejemos que diga lo que quiera, ¿no te parece?
—Sí, si estás seguro de lo que dices...
—Sin duda. ¿Quieres que acabemos nuestras bebidas en la terraza? En las tardes es muy agradable estar allí.
_______ lo siguió a regañadientes. No estaba preparada para eso. Había esperado ver a Paolo constantemente a su lado, como una barrera entre su familia y ella.
En la terraza, Justin retiró cortésmente una de las sillas para ella.
Ya sentados junto a la mesa, se produjo un tenso silencio. _______ bebió otro sorbo sin poder calmar sus nervios.
—Para ser primos, no os parecéis mucho —aventuró finalmente.
—No —dijo Justin con los ojos puestos en la copa—. Físicamente no nos parecemos mucho.
—Su madre es una mujer... impresionante —comento con un hilo de voz.
—Tiene una fuerte personalidad —respondió el conde secamente—. Creo que de joven era muy bella —añadió al tiempo que se reclinaba en el asiento—. Dime, _______, ¿cómo conociste a mi primo?
—Trabajo en un bar. Era uno de los clientes. —Ah, entonces no siempre eres tan tímida como lo demuestras conmigo.
—Es que no esperaba conocerlo, signore. —Olvidas nuestro acuerdo. Me llamo Justin. «No lo he olvidado, pero no estoy preparada para un trato de confianza con un hombre como tú», pensó.
En ese momento, se oyó un fuerte estornudo desde el salotto, y Paolo apareció con un gran pañuelo en la mano.
—Maledizione, creo que me estoy resfriando. Seguramente había algún virus en el avión.
_______ decidió que era su oportunidad para actuar.
—Cariño —dijo al tiempo que se acercaba a él—, es algo horrible. Los resfriados de verano siempre son los peores.
Durante un segundo, Paolo la miró como si hubiera olvidado quién era; luego se acercó más a ella y la besó torpemente en la mejilla.
—Bueno, debo tener cuidado de no contagiarte, carissima. Che peccato, ¿eh? —dijo al tiempo que la rodeaba con un brazo, los dedos deliberadamente rozando la parte baja de los pechos.
Con fingida sonrisa, ella deseó darle una pataca donde más le doliera mientras Justin bebía un trago con rostro inexpresivo.
Muy pronto, _______ comprobó con desilusión que se desbarataban sus esperanzas de que Paolo se comportara con más comedimiento ante la madre, que se reunió con ellos minutos más tarde. Paolo se sentó muy cerca de ella y se dedicó a darle golpecitos en el brazo y en el hombro, los labios siempre cerca de su oído, sus cabellos, su mejilla con pequeñas caricias que a ella le parecieron repelentes.
Por cierto que era consciente de que la Signora los vigilaba con la boca convertida en una dura línea, porque ése era el propósito de todas esas manifestaciones. Y no podía hacer nada, aunque tampoco se le escapó la mirada pensativa del conde y, por algún motivo, encontró que esa actitud era más perturbadora que el furioso escrutinio de la anciana.
«Piensa en el dinero, piensa en el dinero», se repetía _______ como un mantra aunque no lograba tranquilizarse, así que agradeció el momento en que anunciaron que la cena estaba servida.
El comedor era una estancia larga de techo bajo con una hermosa pintura que representaba una alegre bacanal, los personajes cubiertos con racimos de uva en lugar de ropa.
Más abajo, la escena era mucho más decorosa. La plata y los cristales de la mesa brillaban a la luz de unos candelabros muy ornamentados. Justin se sentó a la cabecera, la Signora en el extremo opuesto y _______ frente a Paolo, con la mesa como escudo protector contra cualquier iniciativa amorosa.
Aunque para su alivio, Paolo se mostró más preocupado de su resfriado que de ella. Suspirando, se sonaba constantemente y de vez en cuando se llevaba una mano a la frente para constatar si tenía fiebre.
A pesar de sus preocupaciones, _______ descubrió que tenía hambre, así que comió los deliciosos platos italianos con buen apetito, aunque fue muy prudente con el vino que Guillermo vertía en su vaso. Era necesario mantener la cabeza despejada.
La conversación giró sobre tópicos generales y se mantuvo todo el tiempo en inglés. La Signora intentó vanamente introducir el italiano, pero el conde le recordó con sedosa suavidad que lo hacía en honor a la invitada. Furiosa, la dama se vio obligada a ceder. La cena casi llegaba a su fin cuando Paolo dejó caer la bomba.
—Mamma, cuando regresemos a Roma, ¿te importaría darme la sortija que me dejó la abuela y que guardas en la caja fuerte de tu casa?
De inmediato, se produjo un silencio electrizante. _______ mantuvo los ojos fijos en el plato. «Oh, Dios, ¿qué le ha impulsado a decir eso sin advertírmelo?», pensó. A pesar de su opinión sobre la Signora, la anciana todavía era su madre y Paolo la estaba provocando deliberadamente.
—Es una joya muy valiosa —dijo finalmente, con voz un tanto temblorosa—. Hay que mantenerla a buen recaudo, aunque desde luego que te corresponde a ti decidir, figlio mió.
—Ya lo he hecho —repuso Paolo con una suave sonrisa—. Es hora de que pase a mí poder.