»CHAPTER FOURTEEN: RELIANCE.

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"Tú padre no resistió la operación. Lo siento tanto cariño. Él falleció."

Hadid pensó que esa debía ser una maldita pesadilla y lo mucho que quería despertar ya. Se pellizco innumerables veces mientras permanecía encerrada en su propio cuarto de hospital hasta que clavando las uñas con un poco más de fuerza en la dermis, había provocado el sangrado. Ni siquiera recuerda haber sentido el dolor del corte o la sangre deslizarse por las muñecas; ella estaba llorando y en tan mal estado cuando su tía entró en la habitación y gritó buscando ayuda.

— ¿Pero qué te has hecho a ti misma Hadid? —alguien la levantó en vuelo y la depósito de vuelta en la cama blanca— Mis padres... —se negó a recostarse. Si sus padres de verdad estaban muertos, ella necesitaba reconocer los cadáveres. Empujó al médico que le sostenía las piernas y golpeó a una mujer que se acercaba peligrosamente a ella con una jeringa en mano— Tengo que verlos. Mis padres. Tengo que ver a mis padres —su tía sé interpuso en su camino, las palmas al frente en su cara por si ella intentaba rematarla. Pero la castaña jamás la hubiese lastimado— Hadi cariño, tienes que detenerte —una enfermera más entró corriendo al cuarto respaldada por dos hombres de blanco a los que H no hubiese catalogado como doctores. Se lanzaron ambos a ella y entre forcejeos y tirones la sometieron una vez más a la cama.

— ¡Mis padres! —gritó: la garganta desgarrándose un poco más, el sabor a hierro apareciendo en su boca— Sosténganla bien —dijo la nueva enfermera antes de salpicarse con el medicamento de su propia jeringa. Los dos hombres tiraron de sus extremidades hasta que dolieron. La aguja se incrustó en alguna vena a la mitad de su cuello y la "medicina" actuó de manera inmediata— Por favor... —se sintió repentinamente cansada. Los parpados pesados y la boca seca. ¿Qué le habían hecho? ¿Qué le habían inyectado?

Sus ojos revolotearon y miró a cada lado. Los hombres ya no estaban, ni siquiera la salvaje enfermera, solo su tía la miraba desde la distancia y por los bordes nítidos que esta mostraba supo que no tardaría demasiado en desmayarse por segunda vez en el día. Las lágrimas volvieron a derramarse y se perdieron en el nacimiento de su cabello igual de rápido— No es una maldita pesadilla —murmuró antes de caer en el abismo sin salida al que había sido inducida.

No recobró el sentido hasta la mañana siguiente, o eso es lo que su sentido común le decía; y todo fue aún más alarmante que la primera vez. La habitación era tan blanca como la primera, pero la diferencia más grande y notoria eran sus paredes acolchonadas con remaches cada metro, formando cuadros grandes y perfectos. La segunda diferencia era la falta de puertas y ventanas en el perfecto cuadro. Hadid se reincorporó lentamente de la cama y recorrió el pequeño espacio tocando los bordes remachados con dos dedos. ¿Dónde diablos estaba?

Gritó en busca de ayuda y golpeó a puño cerrado todas las paredes pero nadie acudió a su ayuda. Una loca idea surco su cabeza ¿Acaso estaba muerta? Ni siquiera recordaba haber viajado hacia la luz después de su desmayo. Mientras se dejaba caer al borde de la cama con la cabeza pesada entre las palmas de sus manos, una recuadro de la habitación se sacudió y con un ruidito casi sordo, se deslizó hacia fuera mínimamente y después a un lado. La claridad que emano el hueco recién liberado la obligó a apartar la mirada— Gracias —hubo un intercambio de palabras del otro lado de la iluminación y después un taconeo que Hadid no logró identificar.

La luz desapareció y ella finalmente pudo mirar al intruso, o mejor dicho, lanzarse a sus brazos. El otro cuerpo, ligeramente más alto pero no más robusto tambaleo al atajarla— Hadi —la recién llegada le acarició el cabello con sus largos dedos y después terminó por alejarla— Al fin despertaste cariño. Me tenías tan preocupada ¿Cómo te sientes? —Herzceg la miró detenidamente. Se había cambiado la casual muda por un vestido elegante negro con zapatillas, inclusive llevaba un nuevo maquillaje y el cabello le caía en ondas suaves hasta los hombros. La mujer le recordó inevitablemente a su madre. Pero no lo era.

HEY ANGEL [EN PAUSA IDEFINIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora