El día al fin llegó (parte 1)

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Terminé de leer la carta y estaba extasiado y repleto de felicidad, no sólo porque Sherlock me ayudará a salir de aquí, mi emoción y alegría iba más allá de razones egoístas; era porque al fin iba a ver a Sherlock, iba a escuchar su voz, tenerlo al lado o frente a mí. Nada más de pensarlo e imaginarlo mi corazón se vuelve completamente loco y empieza a latir rápidamente mientras mi respiración se acelera y de pronto se me corta y los malos pensamientos empiezan a inundar mi cabeza por completo.

¿Y sí me ve y se decepciona? 

 ¿Qué tal y todo es mentira y Sherlock no existe y en realidad es alguien jugándome una broma cruel y despiadada? 

De pronto paré de pensar en eso y me empecé a preocupar mucho, ¡Sherlock no sabe cómo soy!  No me ha visto la cara, ¿cómo va a saber quién soy? ¿cómo me va a ayudar a escapar si no me reconoce?  ¡Sabía que eso de las fotos era una buena idea, pero él no me envío una suya y yo tampoco le envíe una mía, sólo le expliqué con palabras cómo soy físicamente! 

Tengo que tranquilizarme, él es muy inteligente, él debe de reconocerme con ese talento suyo al deducir. Dios... él es tan encantador, tan listo... tan atrayente, casi como una droga. No puedo evitar pensar constantemente en él, no puedo dejar de sorprenderme con cada deducción que hace, es tan... tan... impresionante. 

En éste momento me encontraba en mi alcoba, intentando dormir después de esa increíble carta, no podía lograrlo después de todo lo que me había dicho. ¿Cómo es que me ponía así con tan sólo una carta? ¿Cómo puede sacrificarse por mí al venir a salvarme? 

Dejé de acariciar a Henry y suspiré agotado, hoy nos hicieron preguntas con respecto a nuestra sexualidad y cada que no respondíamos correctamente nos soltaban un golpe en las piernas, las tengo adoloridas y llenas de moretones. Estar aquí es equivalente a estar en el mismísimo infierno.

Los días pasaron y cada que estaba en el comedor volteaba a ver constantemente a los demás chicos, pero nunca encontraba a uno nuevo de mi edad, eran puros niños, los interrogaba y me decían que tenían 15 o 14 y automáticamente los dejaba de lado y seguía buscando. Estaba realmente preocupado porque tampoco me llegaban cartas de Sherlock explicándome el por qué de su ausencia, quizá se olvidó de mí, quizá estaba jugando conmigo todo éste tiempo y yo caí como un estúpido. 

Henry siempre venía y yo buscaba en su collar constantemente, pero nada, así que decidí escribirle una carta a Sherlock, al no recibir respuesta le mandé otra, y otra y otra. Nada.

Por las noches casi no dormía, la preocupación me mantenía despierto mirando al insulso techo blanco y mi mente sólo me decía que era un idiota por haber creído que Sherlock era real, seguramente eran personas jugándome una broma y ahora se reían como desgraciados al verme tan mal y destruido.

Un día durante un descanso, logré visualizar a Henry en el patio con Paul, me asusté al ver que Henry tenía la última carta que le había mandado a Sherlock, Paul echó una gran carcajada al verla y se la arrebató al gato para después empezar a leerla, al ver mi apellido al final inmediatamente alzó la vista y me buscó con la mirada. Eché a correr lo más rápido posible a los baños, él corrió detrás de mí y yo me encerré en un baño con un miedo enorme a ser descubierto y golpeado.

  — ¡Watson, Watson, Watson!— gritó Paul riéndose por todo lo alto— ¡Eres el chico más gracioso que he conocido, ¿por qué te escondes? ¿a qué le tienes miedo?

Escuché cómo golpeó una puerta y casi chillo del miedo.

  — No te escondas maricón, ¿quién ese tal Sherlock? ¿por qué le envías ese tipo de cartas? 

Mi respiración estaba completamente alocada, no la podía controlar, mis manos temblaban y yo no podía evitarlo, parecía un niño pequeño y asustado abrazando mis piernas y rezando para que no me golpeara más, para desaparecer, para detener esta maldita pesadilla. 

Recordé las palabras de aliento de Sherlock y eso me llenó de valentía, grité: 

— ¡Déjame en paz! 

— ¡No!—  gritó, él ya había descubierto mi cubículo, así que logré divisar sus zapatos negros debajo de la puerta— ¡Sal de ahí, maricón! Te voy a matar, eres una pequeña perra.

Golpeó la puerta con todas sus fuerzas y yo me levanté con todas mis fuerzas y me puse tras la puerta para que no la tirase, seguí pensando en Sherlock y en lo que él esperaría de mí, así que me llené de valentía. Quizá Paul me mataría o golpearía, pero no me iba a dejar, iba a pelear con él hasta agotarme.

 De pronto paró de golpear la puerta y soltó:

— ¿Y tú quién eres, novato? ¡Sal de aquí o a ti también te mataré!

Alguien había entrado, más vale que corra porque Paul se desquitará con él. 

—Mmm, no lo creo. Ahora lárgate y deja de molestarlo—  escuché. Jamás había escuchado una voz tan grave como esa, era protectora y masculina, y lo más importante, ¿por qué me defendía?

Escuché la risa de Paul y de pronto soltó:

— Eres muy gracioso, te perdonaré ésta paliza pero para la otra no me parecerás tan gracioso.

 De pronto escuché unos golpes, quejidos y un silencio sepulcral.

  — ¿Eso te pareció lo suficientemente gracioso?— le preguntó el desconocido a Paul— Ahora lárgate.

Escuché a alguien corriendo y después silencio de nuevo, la puerta de los baños se cerró y al fin pude llorar.

— ¿John?— escuché la voz del desconocido tocando mi puerta.

— No sé quién eres, gracias por eso, pero ahora déjame solo por favor—  chillé secándome las lágrimas.

— ¿No sabes quién soy?— rió— Soy Sherlock, ¡Abre la puerta! 

Casi me desmayo al escuchar ese nombre, ¿era él? ¡Dios mío, claro que era él! 

Rápidamente me limpié las lágrimas y abrí la puerta, era alto, pelinegro y demasiado guapo, me empezó a observar detenidamente y yo me lancé a abrazarlo.

  —Estás aquí, estás aquí—  murmuré a punto de llorar, al principio él estaba incómodo, parecía una estatua pero después me rodeó con sus largos y delgados brazos y soltó un suspiro, él olía muy bien y con el uniforme de éste internado infernal se veía demasiado bien, era mejor de lo que alguna vez me imaginé —¿Por qué te tardaste tanto?— pregunté alejándome de él— Te mandé 6 cartas más, nunca contestaste...

  — Digamos que tuve unos problemas— murmuró.

— Ok..., eso no importa. Lo importante es que estás aquí, que eres real—  sonreí y él me sonrío de vuelta. 

— ¿Cómo que real?— rió— ¿Creías que era una broma? 

— Pues no me contestaste  en más de dos semanas, pensé que eras una broma cruel de alguien muy aburrido.

  — Hablando objetivamente, sí soy alguien que se aburre fácilmente y sí te hablé por eso. Pero no es una broma cruel, John. Estoy aquí, existo y vine a ayudarte a escapar




Cat (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora