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[ 💜 Magnus ]

Dos meses habían pasado y todo estaba mejorando, Bambú se encontraba en casa y empezó a establecer una sana relación con Alexander por más ridículo que suene.

El sábado pasado me encontré con William, como habíamos quedado tiempo atrás. Estuvimos charlando, fuimos a comer e hicimos todo lo que hacen los amigos para ponerse al día.

Me contó que Bambú se escapó, mencioné que era comprensible, dado que es un perro de la calle y a veces sucede que no se acostumbran a su nuevo hogar, el me creyó. También me hablo de como ha sido su vida desde que salió de la escuela, el cómo fue terminar sus estudios y hacerse cargo de la empresa de su familia tan rápido. Yo escuche con mucha atención cada relato, sin mucho que decir, su vida se escuchaba con mucho estrés pero llena de lujos y aventuras, mientras que la mía se resumía en; "No termine la escuela. Busque trabajo y con lo que ganaba fuí ahorrando para abrir una librería que actualmente se mantiene, conocí a Alec porque es hermano de mi mejor amiga y me casé con él", fue lo que dije evitando el tema del porque deje la escuela, aunque la razón es obvia.

Fue una tarde llena de emociones, pero pude recordar tanto de cuando tenía 17 años, sólo faltaron los chicos del equipo del fútbol, mucho alcohol y sexo, las cosas que hace un adolecente sin supervisión de un adulto.

Esta mañana salí antes de casa que Alexander, hace tiempo que no le prestaba la atención necesaria a mi librería...

De acuerdo, ¿a quién engaño? Sólo tuve que llegar temprano para abrir porque Imasu no va a poder venir.

Toda la mañana me dediqué a comodar los libros y a tender a la gente. Me estaba aburriendo así que le mande un mensaje a mi mejor amiga para que viniera a hacerme un poco de compañía y después para que acompañe a ver a mis padres que también hace tiempo que no veo.

Ella no se negó.

–Hola. ¿Como estás? –saludé con una gran sonrisa a mi amiga, en el momento que entró a la librería.

–No mejor que tú, parece, ¿por qué tan sonriente?

–Por nada en particular –reí. –Que bueno que llegas Imasu se enfermó y necesito ayuda.

Ella medio sonrió y empezó a acomodar algunos libros, se veía extraña así que me acerqué a ella, un poco preocupado, Isabelle nunca es así.

–¿Qué te sucede, mejor amiga?

–Termine con Simon –solto de una.

–¿Qué hiciste qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Estas bien?

Se encogió de hombros. –Le pedí un tiempo. Nuestra relación ya no estaba funcionando, discutíamos demasiado, por alguna razon nos volvimos ajenos a lo que sentíamos. Y no, no me encuentro bien, pero era lo mejor. Quizá este tiempo aclaré nuestros sentimientos y podamos volver.

Sin pensarlo dos veces, la enrolle con mis brazos en un abrazo donde trataba de reflejarle todo mi cariño y apoyo. Ella empezó a llorar en mi pecho, un llanto con tanto sentimiento que me dieron ganas de llorar a mí también.

Aguntando mis ganas de ponerme a llorar con ella, empecé a decirle cosas dulces para que se tranquilizara.

Me dolía verla así, ella es mi mejor amiga y no me gusta nada verla tan triste, más cuando siempre es tan feliz. Sé que ella ama a Simón, como Simón la ama, pero no siempre las cosas funcionan, el amor puede ser tan cruel.

Cuando noté que se tranquilizó, le pase un pañuelo e hice que se sentará en el pupitre donde ella siempre descansa. 

–¿Necesitas una noche de mejores amigos? –pregunté. Siempre cuando uno de los dos se encontraba mal, planeamos una pijamada.

Ya no teníamos la edad, pero era reconfortante, estar hablando y haciendo cosas divertidas con tu mejor amiga una noche. Cuando llegamos a la edad de 18 años, nuestras pijamadas cambiaron, ya no hacíamos lo de antes que era preparar algo para comer, ver películas, hacer la manicura y esas actividades.

Ahora pedíamos pizza, nos encerramos en el armario con música, una botella de alcohol y hablábamos, si teníamos ganas bailábamos, y cuando el alcohol ya estaba bien impregnado en nuestro sistema, llorabamos y nos quedábamos dormidos.

–¡Por favor!

–En tú casa o en la mía.

–En la tuya. ¿Crees que mi hermano no tenga problema?

–Eres su hermana, no hay problema, aparte de que este fin de semana irá a la cabaña con mis tíos, primos y mi papá. Lo invitaron hace meses pero tuvo unos imprevistos en el trabajo y lo pospuso para este fin.

–Wow, eso no suena como Alec. ¿Cómo lo convencieron?

–Mi familia es algo especial. ¡Los conoces!

–Más tú tío León. ¿Tu no irás?

–No.

–Entonces, está noche es de mejores amigos.

–Si, le diré a Alexander, ve por algunas cosas y te espero en la casa antes de las 8 de la noche. ¿Bien?

–Bien –sonrió. –Te amo tanto.

–Te amo más.

–Gracias. No sé que sería de mí, sin Magnus Bane.

–Un completo desastre, tal vez –comenté, provocando que soltara una carcajada.

–Tal vez –bajo de pupitre, se sonó la nariz. Me abrazo una vez más y después camino hasta la mesa, donde empezó a sacar cosas de su bolsa.

–¿Qué haces?

–Desecho cosas que no necesito –saco un par de labiales y mentas. –Como por ejemplo esto... –señalo unos condones.

–De sabores –moví mis cejas de arriba a bajo varias veces.

–Tampoco esto, las empece a tomar porque pense que tendríamos más sexo y queríamos dejar de usar condón, pero sin buscar una familia aún –me enseñó unas pastillas anticonceptivas, de las de colores, que hacen un anochecer.

Precisamente las que he estado tomando, antes tomaba otras, pero leí que estás eran más efectivas, y como en estos meses con Alexander nos la pasamos en la cama, decidí cambiar.

–Menos mal, por que las estabas tomando mal –regañe porque ella empezó a tomar las pastillas más oscuras, cuando son las más claras primero.

–No es así.

–Si –le sonreí en comprensión.

–No.

–Claro que sí –. Las agarré. –Van de claro a oscuro, como el anochecer. Yo las tomo así.

–No, cariño, son al revés, como el amanecer: de oscuro a claro. Las estas tomando mal, pero no importa no has tenido sexo.

–Mm...

Oh, no.

[...]

alguien como tú ¡! malec [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora