DOS

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Seguía en esa habitación, mientras intentaba recordar aunque fuera una simple cosa que pudiese saber porque estaba ahí, el hombre hablaba.
-Te levantaste... - dijo, sabía perfectamente que no lo escuchaba porque me miro y al cabo de un rato añadió -Por eso estas aquí.
Se pensaba que era tonta, bueno, mejor que sea así, porque no se esperara el factor sorpresa.
-¿Que has dicho? -dije yo, intentando hacer un papel.
Aunque me doliera mucho la cabeza, había encontrado una manera para escapar y era mi única solución.
-Te acabo de explicar porque estas aquí -contesto serio, mentía muy bien pero otra vez ese tic que lo desmascaraba y no colaba porque lo había escuchado todo el rato.
Iba a contestar, cuanto mas tiempo pasaba con él mas tiempo tenía para ver como reaccionaba, como era su voz, sus palabras y cada uno de sus movimientos. No los podía ver muy bien porque solo había una leve luz blanca abierta. Me di cuenta que todo era blanco ahí, menos mis mejillas que siempre estaban sonrojadas.
Cuando pensé que contestar, alguien abrió la puerta.
No lo pude vislumbrar, pero sabía que era un chico. Tenía mas o menos mi edad, unos 16 o 18, no sabía. Este se acerco lentamente a ese hombre que no sabía como se llamaba y le dijo algo lo suficiente flojo para que  solamente el hombre lo escuchara.
Este le dijo que si, y se acerco hacía mi.
No daba muy buena pinta, empecé a moverme pero claro, que estúpida era, había olvidado por completo que estaba sujeta a la cama.
Iba lentamente, quería alargar lo que iba a suceder, parecía que se estaba divirtiéndose.
Cuando estaba cerca de mi, me preguntó.
-¿Puedes moverte? -no sabía que pretendía pero me estaba hartando bastante de ese miserable hombre.
-Si quieres que te conteste, dime cual es tu nombre -no iba a dejarlo que ganara él a saber mas de mi que yo de él, así que hice un poco de chantaje.
-Me llamo Juan -no era ingles, porque tenía nombre de español, y su acento aunque se pareciera mucho al americano seguía teniendo ese toque de español.
-No me puedo mover porque estoy atada -dije yo mirando hacia abajo. No llevaba ropa de calle, no, era ropa de hospital. Traía una bata blanca y una pulsera en la mano derecha con el numero: 100.
Entonces vi, que me habían quitado mi reloj, que siempre llevaba, era de mi padre.
-¿Donde esta mi reloj? -dije yo con un tono agresivo, no me gustaba nada que alguien tocara el reloj de mi padre.
-Así que si recuerdas algo -dijo Juan sin contestar a mi pregunta.
-A ver, la respuesta es fácil, ¿donde coño esta mi reloj? - dije yo, ya enfadada. Era mi único recuerdo que tenía de él y era muy importante para mí.
-Su reloj esta bien, en este lugar no se pueden llevar este tipo de artilugios. -dijo, había notado que había suavizado su voz. Pensaba que me contestaría agresivo pero en cambio me a contestado bien... - ¿Te puedes mover?
-Creo que si -conteste yo finalmente.
Empezó a quitar lo que me sujetaba y resultaba ser que eran unas esposas raras. Entro el mismo hombre que había entrado antes, pensaba que iría hacia Juan para decirle algo, pero se me acerco y me ayudó a levantarme de la cama.
Me di cuenta que las piernas me fallaban, estaban temblando, señal de que había estado mucho tiempo estirada.
Seguía de pie, apoyándome al otro. Juan se acerco a él y le dijo algo, que llegue a escuchar muy poco.
-Cuando... traela... no hace falta... yo... -eso es lo único que llegue a entender.
Antes de irse, se acerco a mi, me toco el culo, su mano seguía en mi trasero y sin sacarla me dijo: Luego vuelvo, y no te dejaré hablar mucho.
Intento sonar sexy, pero para mi sonó repulsivo, era asqueroso.
Se fue.
-No pongas esa cara -dijo el otro chico. -Por cierto me llamo Jace.
-Me llamo Layla -dije yo, era majo y parecía muy buena persona así que ahora no estaba tan tensa como lo estaba cuando hablaba con Juan.
-Encantado -sonrío de oreja a oreja y pude ver sus dientes, blancos y perfectos. No me había dado cuenta lo apuesto que era. Tenía el pelo negro, era corto y al lado izquierdo tenia tres rayas hechas por máquina, sus ojos eran de color oro, eran preciosos, nunca antes había visto unos ojos de ese color y eran magníficos, su nariz era perfecta y su boca era gruesa de un color rojizo. Su belleza era impresionante, tan increíble que parecía un ángel o un demonio, no lo tenía claro. Sus ojos parecían como tigres, apunto de saltar, pero en cambio su voz era dulce y amigable. Su torso parecía irreal, era alto, tenía la espalda ancha y aunque tubiera bata, se notaba perfectamente cada musculo que tenía, se notaba que era deportista y que le gustaba estar en forma. Yo era de altura normal, pero a comparación de él me sentía pequeña.
Cuando me di cuenta, vi que movía sus labios y no lo había escuchado.
-¿Que? -dije sonrojandome.
-Que nos tenemos que mover -dijo, su voz dulce desapareció, ahora hablaba con una voz dura.
-¿Donde tenemos que ir? -dije yo, no se porque pero me sentía rara estar con él, nunca antes había sentido algo tan parecido.
-No te lo puedo decir.
Nos movimos por la habitación, mis piernas volvían estar despiertas así que puede andar sin apoyarme en él aunque sentía falta de su contacto.
La puerta se abrió con su huella dactilar.
Vi, un pasadizo blanco, lleno de puertas y en la mía había escrito: Layla, 16 años, n°100.
No entendía nada, este sitio no me gustaba nada, ¿cómo sabían mi edad?, no me transmitía confianza así que tenía que pensar una manera de huir. Una idea se me ocurrió y no parecía tan mala, solamente tendría que copiar alguna huella dactilar de alguien de ese sitio, como me había enseñado mi madre.
Lo más raro de todo era que no había tenido ningún  recuerdo más excepto el de Luke, y eso no me gustaba.

NOTA DE AUTOR

Espero que os haya gustado la segunda parte.
No olvidéis de votar y comentar, os lo agradecería muchísimo.
Gracias

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