5. Ilegal.

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Axl necesitaba una manera de distraer a Kurt hasta que por fin el bar cerrara, y la única manera de hacerlo era llevarlo a su oficina y pasar un rato allí hasta que la gente se marchara.

—¿Quieres venir a mi oficina un rato? Es hasta que todos se vayan a la mierda.—susurró cerca del oído del rubio, haciendo que este se sonrojara por aquella propuesta. Le era imposible a Kurt no ponerse nervioso teniendo a alguien tan atractivo cerca suyo.

—Esta bien.—respondió con una tímida sonrisa.

El pelirrojo apenas oyó su respuesta, tomó su mano y llevó a Kurt lejos de todo el tumulto de gente.

En un rincón del salón, lejos de la zona de la barra, había una escalera en forma de caracol que te dirigía al piso de arriba, dónde se encontraba la oficina de Axl y Slash.

Al subir allí, el pelirrojo abrió la puerta de esta, dejando ver todo un piso repleto de lujos: una mesa de billar, una cava con los mejores vinos y licores junto a un juego de copas de vidrio, un pequeño refrigerador lleno de bocadillos y un escritorio repleto de papeles sobre este, y en un rincón unos sillones aterciopelados de color rojo como los que había en el bar.

Kurt quedó boquiabierto al observar aquella oficina y no pudo evitar sentir vergüenza de sí mismo, porque el tamaño de aquél lugar era el doble del tamaño de su apartamento en Seattle, y la ropa de marca que Axl usaba era más cara que la guitarra eléctrica que el rubio llevaba en su estuche. Kurt sentía vergüenza por ser pobre, un don nadie, un maldito vago, como Axl lo había llamado antes.

—Es increíble este lugar.—fue lo único que pudo decir, y el pelirrojo asintió con orgullo a la vez que arrojaba su cuerpo sobre uno de los sillones.

—Así es, yo lo diseñé.—contestó con una sonrisa en su rostro.—Si fuera por Slash, las paredes serían de color naranja.

—El color que tú elegiste es muy bonito.—dijo el rubio observando la las paredes color gris oscuro, para luego volver su vista a Axl.

—Gracias.

Probablemente debido a la vergüenza que sentía de sí mismo Kurt no era capaz de acercarse al pelirrojo. Se había quedado parado frente a él, sosteniendo el estuche con su guitarra en una mano y su otra mano guardada en el bolsillo de su chaqueta. Se sentía inferior en muchos sentidos estando al lado de Axl: inferior por ser pobre, inferior por no tener un lugar dónde dormir, inferior por no tener ni un mísero dólar en su bolsillo.

Axl pareció darse cuenta de su timidez, así que palmeó el sofá para que el rubio se acercara y se siente junto a él.

—Ven aquí, Kurt.—ordenó.—Yo no muerdo.

El rubio asintió y dejó el estuche en el suelo, para luego acercarse a Axl y sentarse a su lado. El pelirrojo giró su cuerpo hacia la derecha para poder observar al chico de arriba a abajo, y mordió su labio inferior causando que las mejillas de Kurt se tiñieran de un leve color rojo.

—Aún sigo sin entender qué haces aquí.—soltó, y el rubio arqueó sus cejas sin comprender a qué se refería.

—¿Qué quiere decir?

—Me refiero a que no entiendo que hace un pequeño como tú en una ciudad como esta, llena de drogadictos y criminales.—explicó volviendo a su semblante serio como era de costumbre.

—Ya se lo he dicho: vine a cumplir mi sueño.—dijo Kurt en un susurro.

Se sentía como un niño pequeño ahora mismo, porque su sueño era más bien una fantasía casi imposible de cumplir.

El pelirrojo se levantó del sofá, y bajo la atenta mirada de Kurt, se acercó a la cava y se sirvió un trago de whisky en uno de los vasos. Dió un gran sorbo y luego se giró a ver al chico:

L.A Man «KurtAxl»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora