6. Negocio ilícito.

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Axl había sido lo más directo posible en decirle la verdad al rubio, porque este no era un asunto para darle vueltas y Kurt merecía saber la verdad a pesar de que no le gustara lo que fuera a oír, y por la reacción que este tuvo el pelirrojo comprendió que Kurt no quería ser parte de este negocio ilícito que poseía junto a Slash.

—¿En serio tiene la decencia para ser dueño de un lugar como este y ofrecerme trabajo? No puedo creerlo.—soltó Kurt con molestia.

Si había algo que no le agradaba en lo absoluto era ver como los hombres se aprovechaban de las mujeres, como obtenían beneficios usándolas, le causaba repulsión. Y lo peor era que aquél pelirrojo de sonrisa amable, que tan atractivo le había parecido, era el maldito jefe de todo este lugar.

—Mira, sé que es extraño oír esto en un principio pero...—Slash intentó dar una explicación y el rubio lo interrumpió.

—Ustedes tienen un maldito prostíbulo en el fondo de su bar, ¿acaso no es extraño eso? Usan a las mujeres para ganar dinero...

—No sólo usamos a las mujeres, tenemos un hombre allí. Saluda a Sebastian.—el ruloso señaló al chico del fondo, el pelirrojo alto, quién le dedicó una pequeña sonrisa a Kurt para después seguir hablando con su compañera.—Nosotros no somos los únicos en la maldita ciudad que tienen un negocio como este, pero si somos los más inteligentes. Nadie jamás descubrió nada sobre esto.

—No me interesa eso, ustedes obligan a...—iba a decir mujeres, pero no, no eran todas mujeres.—Personas, obligan a las personas a mantener relaciones sexuales con otras para ganar dinero fácil, y quién sabe en qué condiciones tendrán a aquellas chicas allí en el fondo.

Axl, quién había permanecido en silencio todo el rato por fin se unió a la conversación:

—Te aseguro que está todo en excelentes condiciones y que nuestros empleados tienen los mejores sueldos, además de alguna que otra propina que la clientela les deja.—explicó.

—¿Y cómo consiguen a los que trabajan aquí, eh?—preguntó Kurt fastidiado, golpeteando el suelo con su pie izquierdo debido a los nervios que la situación le provocaba.—¿Los raptan?

—Nosotros no...—Slash otra vez fue interrumpido.

—¿Acaso harán lo mismo conmigo? ¿Por eso me trajo aquí, señor?—Kurt llevó sus ojos azules al rostro inexpresivo del pelirrojo, quién negó con su cabeza.

—Claro que no, idiota.—suspiró harto de la situación.—Todos los que trabajan aquí están por cuenta propia, desde Duff hasta Erin.—señaló a la chica pelirroja que hablaba con Sebastian y esta sonrió.—Cada vez que alguien llega aquí le contamos la verdad sobre Paradise City y le damos a esa persona la posibilidad de irse al diablo si así lo desea.

—Pero...—Kurt pensaba que había algo aún más oscuro e ilegal detrás, y no era así.

—Quiénes trabajan aquí y se prostituyen están por cuenta propia. Nosotros los hemos encontrado en la calle en la misma situación en la que estabas tú, solos y sin un maldito centavo, les ofrecimos un lugar donde dormir y comida...

—¿Pero por qué ellos aceptan hacerlo?—volvió a preguntar el rubio sin entender del todo.

Kurt comprendía que a veces las personas hacían todo lo que estuviera a su alcance para sobrevivir, pero vender su cuerpo a hombres y ser usado de esa manera le causaba asco. Si fuera por él jamás lo haría, pero quién sabe si en una ciudad como esta esa no era la mejor manera de ganar dinero y salir adelante.

—Cuando alguien llega a Paradise City le damos dos opciones: prostituirse o trabajar en el bar.—explicó Axl con seriedad, mientras su amigo Slash oía atentamente cada palabra y asentía con su cabeza cada tanto.—Hay quienes no quieren vender su cuerpo porque creen que perderán toda su dignidad, o incluso les causa repulsión hacerlo, como Duff o Steven. Pero hay otros que prefieren prestar su cuerpo a hombres y que estos se satisfagan sexualmente para ganar varios dólares más.—el pelirrojo vió la mueca de asco en el rostro de Kurt y no pudo evitar reír, para luego seguir hablando e intentar convencerlo de que este negocio era completamente normal en esta ciudad:—Mira, sé que esto parece extraño y completamente fuera de la ley, y lo es, pero te aseguro de que no somos los únicos que hacemos esto. La prostitución es un negocio muy común en Los Ángeles y en cada rincón de la ciudad hay prostíbulos, pero los dueños no son lo suficientemente inteligentes como para mantener el negocio andando con el paso del tiempo. Nosotros hemos sobornado a distintos policías que patrullan por la zona y nunca somos sospechosos de nada.

—¿Intenta convencerme de quedarme y trabajar aquí diciéndome esa estupidez?—preguntó Kurt irritado y ambos dueños del local asintieron.—Pues no, no pienso quedarme en un lugar como este.

El rubio se apresuró en tomar el estuche con su guitarra y caminar a la salida. No le importaba no haber recibido su paga por haber trabajado esta noche, no le importaba marcharse y no ver nunca más a ese pelirrojo. Sólo quería alejarse de este lugar repleto de criminales y no saber nada más de ellos.

Kurt pasó la mayor parte de su adolescencia robando y comentiendo distintas travesuras en su pueblo, pero era algo completamente normal en un chico de su edad, quién sólo tuvo un momento de rebeldía cuando sus padres se divorciaron, aquello era una estupidez comparado con esto. Lo que Axl y Slash hacían estaba penado por la ley, y quién sabe cuántos años de cárcel recibirían si todo saliera a la luz.

—¿Dejarás que ese idiota se vaya?—Slash le pegó un empujón molesto a su amigo.

—Si él no quiere quedarse yo no puedo obligarlo a que lo haga, conoces nuestras reglas.—contestó Axl con tranquilidad.

Pero hay algo que el pelirrojo no había notado, y eso era lo que su amigo intentaba demostrarle.

—¿Y si cuenta la verdad?—soltó Slash comenzando a perder la paciencia.—¿Qué tal si decide ir a una comisaría y contar todo? Estaremos fritos, Axl.

Y ahí se dió cuenta de que Slash tenía razón.

—No sobreviviremos ni un día dentro de prisión, lo sabes.—comentó preocupado mientras caminaba de un lado a otro.—A ti te van a violar, y a mí me van a matar porque no sé cerrar la maldita boca.

La voz de Slash sólo fastidiaba aún más al pelirrojo, y cada una de sus palabras lo hacía temer por una posible condena en la cárcel si Kurt contaba la verdad.

—¡¿Puedes calmarte, por favor?!—soltó harto de escucharlo, y su amigo paró en seco.—Iré a buscar a ese imbécil.

—Al fin reaccionas, idiota. Estoy a punto de sufrir un infarto.—Slash se apoyó contra la barra y posó una de sus manos sobre su pecho, intentando calmarse.

Axl se encaminó a la puerta rápidamente, dispuesto a buscar a Kurt por cielo y tierra si así fuera necesario, todo para que aquél rubio cierre la maldita boca. Salió del bar dando un fuerte portazo y para su suerte el chico estaba a pocos metros intentando usar una cabina telefónica.

—Maldito imbécil.

Axl pegó una pequeña corrida hasta la esquina dónde el rubio se encontraba y comenzó a golpear el vidrio con su mano, mientras Kurt intentaba hablar con alguien.

—Cuelga ya, maldita sea.—soltó el pelirrojo molesto.

Le asustaba pensar que tal vez Kurt este hablando con un policía, y si las sirenas comenzaban a sonar cerca de aquí significaba que estaba completamente perdido, tanto él como Slash.

Pero Kurt sólo intentaba llamar a un taxi y marcharse de aquí. Ya no quería saber nada de Axl, sólo quería alejarse de él y hacer realidad sus sueños aquí en Los Ángeles. Deseaba ser respetado y que jamás nadie vuelva a despreciarlo como Axl lo hizo.

Y a pesar de que Axl ya no quería verlo tampoco, no podía dejarlo ir así como así, porque el rubio tal vez abriría su boca y Kurt le resultaba bastante atractivo como para no follarselo al menos una vez.

Kurt abrió la puerta de la cabina bruscamente, casi golpeando al pelirrojo en su cara si no fuera porque este lo esquivó, y comenzó a caminar intentando mantener la mayor distancia posible con Axl.

—¡Para, ven aquí!—gritó, pegando una corrida para alcanzarlo nuevamente, y cuando lo hizo tomó el antebrazo de Kurt para hacerlo voltear.—No puedes irte, no puedes andar por la calle a esta hora y mucho menos dejarme parado allí como un idiota.

—¿Pero no entiende que quiero alejarme de usted? No quiero tener nada que ver con todo su negocio, no quiero ser parte de ello, y prefiero morirme de hambre a trabajar allí.—Kurt se soltó del agarre del pelirrojo y volvió a caminar.

Mientras Axl sólo lo observaba perderse en la oscuridad de la noche, y allí recordó que dentro de su auto aún llevaba la valija de Kurt, la excusa perfecta para acercarse a él nuevamente.

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L.A Man «KurtAxl»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora