11. Roto.

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—¿Qué es lo que me mostrará ahora?—preguntó Kurt intentando cambiar el rumbo de la conversación y evitar a toda costa el tema del sexo.

<<Si tuvieras sexo conmigo una vez no te atreverías a decir una estupidez como esa.>> ¿Realmente el sexo con Axl era tan bueno? Eso era algo que el rubio se preguntaba y se moría por saber, pero sabía que las posibilidades de tener relaciones con alguien como Axl eran nulas y debía olvidarse de ello por completo.

—Te mostraré dónde ocurre toda la acción.—contestó el pelirrojo girando su rostro para ver a Kurt, mientras apretaba más el agarre en su mano y lo conducía hacia la puerta que tanto intrigaba al rubio.

—Espere...—Kurt se detuvo una vez que se encontraban parados frente a esta, casi atemorizado por lo que estaba a punto de ver.

Entrar por aquella puerta significaba formar parte de un mundo ilícito que rompía las leyes y escupía sobre ellas. A Kurt le asustaba ser parte de este mundo, pero cuando no tenías nada más que una guitarra y un par de dólares en el bolsillo eras capaz de todo para salir adelante.

—¿Qué sucede?—preguntó Axl desentendido.

—Es que...—al rubio le avergonzaba decir la razón por la cuál no deseaba entrar, porque lo hacia parecer un cobarde y él no quería ser nada de eso. Debía demostrar fortaleza delante de Axl si quería ganarse su confianza completamente.—No es nada.

El pelirrojo asintió poco complacido y sacó de su bolsillo un juego de llaves, para después llevar una de estas a la cerradura y abrir la puerta, dejando ver a Kurt el mundo oculto detrás de Paradise City.

El lugar era una especie de sala de estar con las paredes en color rojo y varios sofás aterciopelados de color blanco en dónde los clientes esperaban su turno para poder follarse a una de las chicas, <<o chico>> pensó el rubio. Una lámpara de araña hecha de cristal colgaba del techo e iluminaba el pequeño salón, así como también las cuatro puertas de color blanco que habían en este, dónde los clientes satisfacían su deseo sexual.

Axl dejó caer su cuerpo sobre uno de los sofás mientras observaba al rubio, quién miraba con atención cada rincón del salón, casi sin poder creer como en un lugar tan delicado como este podrían venir tantos hombres a follar y largar extraños líquidos.

—¿Te gusta este lugar?—preguntó el pelirrojo con diversión y Kurt lo miró con una extraña mueca en su rostro.

—Usted ya sabe lo que opino de su trabajo.—contestó serio.—Y a pesar de la buena decoración del lugar eso no cambia el hecho de que vendan el cuerpo de las mujeres por unos pocos dólares. Eso me repugna.

Axl sonrió por la respuesta de este, por ser capaz de enfrentarse a él y dar su opinión sin importarle el poder que el pelirrojo tuviera para borrarlo de la escena con tan sólo una llamada.

Y al ver la sonrisa de Axl, el rubio no pudo evitar fastidiarse aún más.

—Ya te he dicho que nosotros no obligamos a nadie a acostarse con un cliente, todos lo deciden por cuenta propia.—contestó el pelirrojo levantándose de su lugar.

—Pero lo que ustedes hacen está mal.—Kurt se acercó a él y sus cuerpos quedaron separados por pocos centímetros, y al notar lo incómoda que resultaba la cercanía entre ambos quiso apartarse, pero Axl lo tomó por sus caderas y lo atrajo hacia a él nuevamente.

—Me gusta hacer cosas malas, Kurt.—susurró cerca de los labios de este.—Saber que un paso en falso me lleva directo a prisión me hace sentir vivo, y saber que tengo el poder y el dinero para follarme a quién sea es aún mejor.

L.A Man «KurtAxl»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora