7. La cruda realidad.

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Kurt caminó lo más rápido que pudo para poder alejarse del pelirrojo por siempre. Ya no quería volver a encontrarse con ese hombre en su vida.

Lo que más le molestaba era que este había tenido la decencia de ofrecerle trabajo en un maldito prostíbulo. Esta bien que la oferta de trabajo era generosa, pero era todo completamente ilegal y el rubio no quería meterse en esos asuntos.

Y cuando ya creía haberse alejado lo suficiente del bar, la bocina de un auto lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo voltear y encontrarse con Axl nuevamente:

—¿Qué mierda...?—murmuró a la vez que frenó su caminata y vió como Axl estacionó su vehículo negro en un costado de la acera.

El pelirrojo bajó la ventanilla del asiento de acompañante y miró a Kurt con una sonrisa burlona en su rostro, mientras este sólo lo observaba molesto por volver a cruzarse con ese hombre.

—¿No crees qué te has olvidado algo?—le preguntó Axl divertido, y el rubio negó con su cabeza sin comprender a lo que este se refería.

—¿Qué cosa?

—Tengo tu maleta.—el pelirrojo estiró su brazo hasta el asiento trasero y tomó la pequeña valija de Kurt para poder enseñarsela.

<<Eres un imbécil, Kurt.>> pensó para sí mismo el rubio a la vez que largaba un suspiro y se acercaba al auto de Axl para poder tomar sus cosas. Pero cuando abrió la puerta de este e intentó tomar su maleta, el pelirrojo tomó su muñeca y lo metió dentro del auto. Kurt quedó arrodillado en el asiento del acompañante, quedando a pocos centímetros del rostro de Axl y con sus labios a punto de rozarse.

—No creas que vas a recuperarla tan fácil.—susurró el pelirrojo riendo con malicia.

Y a pesar de que Kurt estaba encantado de la cercanía entre ambos, de poder sentir el aroma a colonia mezclado con tabaco que la piel de Axl desprendía, aún no se olvidaba quién era ese hombre realmente: el maldito dueño de un prostíbulo.

—Quiero que me deje ir.—murmuró el rubio intentando no hacer contacto visual con los ojos verdes de Axl.—Por favor.

—No puedo dejarte ir.—contestó sosteniendo el brazo de Kurt fuertemente con una mano.

—¿Por qué no?—preguntó el rubio harto de la insistencia de Axl. ¿Por qué mierda no podía dejarlo ir de una vez?—¿Acaso no entiende de que no quiero tener nada que ver con usted?

Axl rió y llevó su mano libre a la mejilla de Kurt para acariciarla con delicadeza, y el rubio cerró los ojos ante el contacto de la suave piel del ojiverde con la suya.

—Eres demasiado lindo, Kurt.—susurró a la vez que acercaba su rostro al del rubio.

—No lo soy.—respondió este con una notoria tristeza en su voz a la vez que abría sus ojos.

—Si lo eres.

—No...

—Eres muy lindo, Kurt...—volvió a susurrar.—Y la gente como tú no puede andar por la calle solo a estas horas, no en una ciudad como esta.

—¿Por qué no?—preguntó Kurt intrigado.

—Siéntate bien...—contestó Axl soltándolo para después abrochar su cinturón de seguridad.—Iremos a dar un paseo así sabrás el porqué.

Kurt aún seguía molesto con Axl por haberle ocultado la verdad sobre su trabajo, pero a pesar de ello la curiosidad le ganaba y algo le decía que debía acompañar al pelirrojo en este paseo.

—Está bien.—dijo, para después dejar su guitarra en el asiento trasero del auto y abrocharse el cinturón de seguridad.

Y apenas logró acomodarse en el asiento cuando Axl arrancó a toda velocidad, dispuesto a enseñarle al rubio la cruda realidad de Los Ángeles y el futuro que le esperaba si este no era capaz de aceptar quedarse junto a él.

L.A Man «KurtAxl»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora