- ¡Estás despedida!- declaró mi jefa molesta entre mi demora, por culpa de Simón y Benicio, y la falta de cooperación de los clientes que ni disimulaban su atracción hacia mí. ¿Quién diría que incluso de servidumbre sería tan perfecta?
-P-pero...- intenté protestar pero ya me había echado sin ninguna esperanza de cambiar de parecer.
¿Qué más me quedaba perder? Ya no tenía amigos, ni pista, ni casa, ni familia, y como si fuese poco, ahora también había perdido mi trabajo injustamente.
- Regresaste temprano, Ámbar.- dijo Mónica con una simpatica sonrisa, qué cinica.
-Sí, me aburrí de ese trabajo así que lo dejé.- respondí sin dejar que me viera como inutil.
- ¿Tan pronto? Se te veía muy motivada.
- Las cosas cambian, un día tu vida es perfecta y al otro eres completamente otra persona.- sonreí irónica.
- ¿Quieres conversar sobre Sharon?
- No.
- Porque debe ser muy duro para ti todo esto...
- Si quisiera conversar lo haría.- respondí yendome aturdida por su repentina atención hacia mí.
- Pues, bueno, pero yo soy todo oídos si necesitas...
- Bueno, dale.- dije agotada de escucharla. - ¿Algo más?
- Pues, ahorita iremos todos a la playa y si quieres venir...
- ¿Yo con mar y arena? No, gracias.
- Además quería preguntarte si querías vivir con nosotros en la mansión de Buenos Aires, es decir, Luna claramente no querrá separarse de Don Alfredo y...
- No necesito de su caridad, Mónica.- repliqué yendome hacia mi habitación cansada de que me recordara todo lo que había perdido.
- No tengo nada ni a nadie, no sirvo ni para un trabajo que Lunita hacia con mucha torpeza. Nadie me quiere. Sólo Mónica y Simón parecen tenerme pena, y yo no fuiste criada para que me tengan pena.- me decía a mímisma frente al espejo. - Ya perdí mi casa, mi familia, mi pista, mi trabajo, mi sueño ¿qué más me queda por perder?- me cuestioné. - Lo que necesito es dejar de sufrir. Necesito empezar de nuevo y evitar que Luna se entere de quién es y aún más importante, evitar el incendio de la pista, porque por esa estupidez mía perdí demasiado, París, la pista, mi puesto en la competencia, y... a Simón. De no haber sido por eso, quizás estaríamos juntos, quién sabe.- suspiré a mi reflejo. - Encima ahora Simón piensa que estoy con Benicio. Pero basta, basta de sentirme pena, no voy a dejar que me vean vulnerable, antes muerta.- dije cuando se me ocurrió mi última idea.
Me puse una bikini negra, como mi alma, y fui sigilosamente hacia la pileta vacía, aprovechando que el resto de la familia Valente/Benson se había ido a la playa, para cuando me encontraran ya no sería mi problema.
Me sumergí en el agua dejando que la gravedad hiciera su magia sin mover ni un musculo por salir a la superficie. Mi piel se hidrataba célula por célula. Mi cabello de oro danzaba al ritmo de la corriente. Mi cuerpo descendía mientras dejaba que el agua se infiltre por mi nariz cortando de a poco el oxígeno que me quedaba. Cuando mi conciencia estaba por desaparecer, noté una silueta, no pude distinguir si era de humano o de otro animal porque, en ese entonces, me ahogué.
- ¡Ámbar!- me ¿lloraba? Simón presionando sobre mi pecho. Sentí su boca sobre la mía, pasandome su oxígeno. ¡Maldito Simón! Siempre arruinando mis planes. Sin poder controlarme, comencé a toser, dando señales de vida. - Respira, tranquila, todo está bien...- me decía abrazandome. ¡¿Cómo que todo está bien?! ¡¿No se enteró que mi vida es un desastre?!