Capítulo III

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-- Introducción III --

Recuerdos.

Recuerdos regresan a mi mente. Cuando me pregunto a mí misma que es lo que ha hecho ese hombre para que yo caiga tan mal enamorada de él, sí estaba muy mal enamorada, pues eso es lo único que justifica mis acciones ante él.

Eso justifica mi petición en la puerta del baño, hace 2 días. Petición que creí no aceptaría, note que estaba cansado de la larga caminata, del 'ejercicio' que realizó en el barco que nunca volverá a ser visto y de las tantas preguntas que sus compañeros de barco le realizaron sobre la procedencia de esos tesoros que traía en la bolsa después de haber desaparecido todo un día, tal vez eso nubló su mente para que no pensará en la situación y al final accediera.

Pues en la cena de esa noche seguía viéndose cansado, comió más rápido de lo normal, no tanto, supongo para no llamar la atención, se despidió de todos en 2 palabras y desapareció. En ningún momento me dirigió la mirada, por suerte, pues no creía que sería capaz de aguantarlo sin sonrojarme después de nuestro encuentro en el baño.

Esa noche después de intentar convencer a Nami de dejar entrar a Zoro en la habitación para dormir conmigo en la misma cama diciéndole que él había perdido una apuesta hace días y que para avergonzarle lo reté a que durmiéramos juntos por una noche, desafortunadamente ella seguía cegada por el oro que Zoro trajo consigo y como agradecimiento de su parte ella le ahorraría esa vergüenza, negándole la entrada. Una mala elección de excusa de mi parte.

Me rendí en decirle la verdad, pues ya la escuchaba tirándome miles de críticas, juicios o maldiciones sobre Zoro y yo, que no me interesaba ni me interesa escuchar y menos soportar, me acosté en la cama pensando en como estaría mi imagen en la mente de Zoro, el sujetador era una molestia desde el momento el primer momento en que me los puse por los apósitos y decidí dormir sin esa molestia.

Me saqué el sujetador y la blusa, me dormí sobre mi costado dándole la espalda a mi amiga que me ha decepcionado sin saberlo, me cubrí hasta el cuello, entonces pude oler algo, mis pechos desnudos desprendían el olor de Zoro, subí las frazadas ocultando media cabeza, para que mi nariz esté también bajo las frazadas y pueda percibir mejor el olor, esa noche dormí con un leve sonrojo en la cara imposible de ver por la oscuridad, pero yo lo sentí en mis pómulos.

El día siguiente llegó sin novedad, Zoro seguía desaparecido desde la noche anterior, los chicos dijeron que seguía dormido, todos llegaron a la conclusión de que seguía cansado por la pequeña aventura que tuvo el día anterior y de la que no quería dar detalles pues todo estaba en el pasado, esa fue su excusa.

Fue cuando por primera vez Nami defendió a Zoro diciendo que lo dejáramos descansar, defensa que desprendía agradecimiento por los tesoros que él había traído consigo. Recuerdo haberme reído disimuladamente por la actitud de la pelirroja.

Llego la hora del desayuno y fue cuando volvió a aparecer, apareció en la cocina bostezando ruidosamente, Sanji empezó a discutir verbalmente con Zoro por el hecho de que no tenía modales, despertaba tarde, por ser marimo y demás estupideces, él devolvió los insultos y pelearon hasta que Nami intervino.

Desde que apareció en la cocina yo intentaba enmascarar mi sonrisa, él muy perspicaz se dio cuenta, pero no dijo nada, nadie lo hizo, el desayuno terminó sin otro acontecimiento.

Más tarde Nami decidió que buscáramos una casa de cambio, la mayoría lo acompañamos, excepto Sanji y Ussop que quedaron guardianes del Sunny. Zoro dio su brazalete para cambiarlo por dinero, pero no el puñal que le había visto guardar en sus bolsillos, ni los demás objetos que guardó en su haramaki. Él tendrá sus razones.

Conquistandote [Zorobin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora