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A los siete años la vida dulce y calma que Taehyung lleva, cambia. La empresa de su padre lo traslada y eso lo lleva a conocer a Jungkook, el niño de la casa de al lado en su nueva ciudad.
Desde ese día Jungkook es quien hace q...
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A Taehyung le dolía el estómago y le ardían los ojos, no había parado de refregárselos intentando calmarse pero no le había servido de nada. Su escondite era bueno, pero estaba seguro de que su mamá lo encontraría, porque siempre lo encontraba. Quería quedarse allí, le gustaba su casa, su habitación y el mural del espacio con cohetes, estrellas y planetas que había pintado con su papá en una de sus paredes. Le gustaban su escuela, sus amigos y jugar fútbol en el parque con ellos cuando las clases acababan y había el suficiente sol.
A sus siete años Taehyung entendía que su padre tuviera que cambiar de trabajo, que no era su culpa, que como le había dicho su mamá, ellos tampoco querían dejar la ciudad donde habían crecido y donde él había nacido, entendía que no pudieran hacer nada, y que al final ese cambio traería cosas buenas; pero no por eso dolía menos tener que dejar todo a lo que estaba acostumbrado.
Miró el techo y con la ayuda de la poca luz que ingresaba por esa ventana tan pequeña en lo alto de una pared, vio el polvo volando sobre su cabeza. Llevaba un buen rato sentado allí y sus piernas se estaban acalambrando un poco por tenerlas enrolladas y abrazadas con toda la fuerza que sus brazos flaquitos le permitían. Seguramente ya eran más de las cinco de la tarde y sus padres se enfadarían con él por retrasarlos, pero él no quería subirse al auto y partir para ya no volver; él quería ayudar a su mamá a servir la merienda para que la tomaran juntos entre esas historias tan bonitas que ella sabía, mientras esperaba a que su papá volviera a casa para que pudiera ayudarlo a hacer la tarea, él no quería hacer nada distinto a aquello que hacía todos los días.
Ese sentimiento feo lo embargó otra vez, sus lágrimas empezaron a caer nuevamente y se enojó porque si lloraba no podía idear un plan, mejor que el de esconderse, para lograr que se quedaran allí. Se ahogó intentando sorber por la nariz y le dio un ataque de tos que no pudo controlar y que lo obligó a esconder su rostro entre sus brazos, tal vez por eso no la oyó ni se percató de su presencia hasta que tuvo su mano sobre la cabeza.
—Cariño —lo llamó su mamá acariciándole el cabello —Sé que es difícil, se que extrañarás todo esto, yo también lo haré... Pero ya es hora Tae, todo está empacado. Tenemos que irnos ahora...Si no salimos de aquí no podrás asegurarte de que todas tus cosas están bien, no podrás darle una última mirada a tu cuarto.
No pudo evitar levantar el rostro y observar a su madre entre medio de pucheros, él sabía que decía la verdad, cuando su mamá lo miraba de esa forma él sabía que no había más que sinceridad en ella. Eso solo hizo que necesitara abrazarla mucho, quería resistirse y protestar, quedarse ahí sentado por siempre hasta que entendieran que no quería irse, pero era su mamá y estaba cansado. Fue por eso que se lanzó a sus brazos sin dudarlo, para llorar un poco más con su olor como consuelo.
—Verás que te gusta mucho la nueva casa, es muy grande y tiene habitaciones en el piso superior. Podrás elegir una de ellas si quieres...Papá y tú pueden pintar algo nuevo en ella... También tiene un gran jardín trasero y mucho pasto, podemos poner columpios para ti si quieres, puedes incluso tener una mascota...
