Capítulo 0. June Marshall

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Mi mente vuela lejos mientras me encuentro recostada sobre mi cama en mi propia sala vacía. Odio vivir así. Odio que mis padres me dejaran sola, una sin quererlo y otro intencionadamente. Odio vivir en una maldita nave levitando en la nada. Básicamente, lo odio todo.

Mi madre murió intentando salvarme de una gripe mortal al robar medicinas para mí, y después de que la flotaran, mi padre se desentendió de mí y comenzó a beber. Hasta que un día me lo encontré deshidratado con la cabeza metida en un cubo oxidado, el cual desprendía un hedor nauseabundo a vómito.

Creo que he tenido una infancia de mierda, y todo por culpa de mi padre.

Mi mirada está clavada en el techo, el frío techo el cual pertenece a la silenciosa habitación asignada a mi familia, la familia Marshall, de la que ahora solamente queda un miembro. Una idea fugaz lleva rondándome la cabeza desde hace demasiado tiempo. ¿Qué pasaría si eliminase toda prueba sobre la vida de mi padre? Él me hizo sufrir un infierno y no estoy dispuesta a que su huella quede registrada en la población del Arca. Salgo de mi sala y me encamino hacia una de las muchas salas de registro. En este momento no veo a ningún guardia vigilando. Qué estúpidos, se supone que ese es su trabajo. Me cuelo con facilidad y cierro la pesada puerta de metal. ¿Por qué se empeñan en fabricarlas pesadas? De todas maneras es fácil adentrarse. Doy unos pasos al frente mientras observo la gran oficina. Me dirijo a las estanterías de archivos y paso los dedos por todas y cada una de las carpetas, buscando la letra M.

"McAllary, Manson... ¡Bingo!"

Me ayudo con los dedos a sacar la pesada carpeta del resto, que la oprimen con su peso. ¿Por qué demonios es tan pesada la carpeta si sólo éramos tres? Además, es el máximo de componentes que puede tener una familia, gracias a las estrictas leyes del agotamiento del oxígeno. Si una familia tiene más de un hijo, la has cagado. He oído que eso ocurrió con la familia de Beverly, pero la verdad es que yo nunca he visto al supuesto hermano, ni siquiera en la fiesta a la que dicen que Beverly le llevó.

En fin...

Abro la carpeta, que golpea con fuerza la mesa, y maldigo entre dientes. Arranco los papeles pertenecientes a mi padre, y me los quedo observando durante unos minutos con rabia. No me doy cuenta de que mi puño apretado arruga la hoja, pero total, va a acabar mal de todas maneras.

Aparto los documentos de mi padre del resto de la carpeta de mi familia y me llevo la mano al bolsillo. Saco un paquete de cerillas y escojo una al azar. La prendo contra la caja y la ardiente llama que baila sobre la cabeza de la cerilla parece no poder esperar a comenzar a quemar cosas. La tiro con desgana sobre los documentos de mi padre, que yacen sobre otro montón de papeles para que prenda mejor. Observo con el semblante neutro cómo las llamas engullen el papel, y la alarma de incendios comienza a sonar, mas no me inmuto. No me pueden flotar, tengo diecisiete años, aún soy menor de edad. Oigo los rápidos pasos de los guardias acercándose a la sala, y hasta que no oigo la puerta abrirse, no giro la cabeza. Pero maldigo el momento en el que finalmente la giro.

Mis ojos reconocen la cara de Dean Traynor, el estúpido guardia que no acudió en mi ayuda cuando lo llamé para que me salvara de un ataque de furia de mi padre.

Me acuerdo perfectamente de aquel día, aquella hora, aquel minuto... Aquel segundo. Mi padre corría como un loco detrás de mí, con una botella de whisky en la mano. Yo apenas tenía once años, y corría desesperada por los pasillos del Arca, con la esperanza de que alguien acudiera en mi ayuda. Milagrosamente, me choqué con aquel guardia, Dean Traynor, y le supliqué:

-Por favor, tiene que ayudarme. Mi padre me quiere atacar.

Él me miró con desgana y se echó a reír.

-Tienes que hacerle caso a tu padre, niña, si no, te castigará.

En ese momento mi aliento desapareció. El muy idiota creía que había desobedecido al miserable de mi padre y que me iba a castigar. Desde aquel día le guardo mucho rencor a los guardias, pero sobre todo a ese en concreto. El maldito Dean Traynor. Finalmente, mi padre logró alcanzarme y me arrastró de la muñeca hasta nuestra sala, y allí me dio una brutal paliza.

Sacudo la cabeza para olvidar el calvario que sufrí por culpa de ese estúpido guardia. Camino hacia él con seguridad.

-¡¿June Marshall?! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!- me grita.

Ignoro su ensordecedora voz y le doy un puñetazo en la mandíbula. A causa de la sorpresa y el impacto, se cae hacia atrás y yo aprovecho para inmovilizarlo.

-¡Me jodiste la vida, Dean Traynor! ¡Tú y el hijo de perra de mi padre!- grito descontroladamente.

Mientras le grito a la cara y toda mi furia se va liberando, unos guardias corren hacia nosotros y me separan de Dean, pero consigo propinarle una última patada antes de que me saquen a rastras de esa sala en llamas.

Los 100. Parallel WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora