Hoy... seguía enojado con Camila, no había por qué ocultar lo qué uno es en realidad, por eso estaba solo, había sido demasiado transparente para alejar a la gente.
La vi entrar al aula de castigo, ella y Keana estaban dentro, como ya había dicho; no hay que ocultar lo qué uno es, así que por lo mismo hice que me castigaran a mi también, soy demasiado curioso o intrometido. Chismoso diría yo.
Keana le lanzaba bolas de papel a la cabeza de la castaña, quien se encontraba haciendo tarea. Yo tenía los audífonos puestos y la música bastante alta como para escuchar lo que la mayor le decía a Camila. De un momento a otro levanté la vista de mi lectura encontrándome con una escena bastante graciosa, Keana se había caído de la silla. El profesor comenzó a reírse, pero Keana parecía lastimada puesto que no se levantaba. El profesor dejó de reírse cuando se dió cuenta que la chica seguía en el piso haciendo muecas, la ayudó a levantarse y la llevó a la enfermería. Exagerada.
Dirijo mis ojos a la pequeña castaña que por coincidencia se encontraba viéndome. Ella me conocía por el chico desconocido que le salvó la vida dos veces y que también sabía de su relación con una chica internada en un hospital. Supongo que era como un asechador.
La vi acercarse y pasarme una hoja de raya partida por la mitad con algo escrito en una letra horrible y tinta rosa chillante.
¿Qué sabes sobre mí?
Realmente sabía muy poco y a la vez demasiado.
No me sabía su fecha de nacimiento, su color favorito, el nombre de su mascota (o si quiera tenía una), su tipo de sangre, su actor favorito o su pasatiempo, no sabía nada de eso. Yo sabía que era una víctima del maltrato, una chica bastante inteligente y callada, una chica que sonreía gracias a su celular, una chica que siempre sale con moretones de la escuela, una chica que cuando sale del baño sus ojos están cubiertos de lágrimas, una chica fuerte pero débil, una chica que salía todos los días a un hospital para poder ver a quien la hacía feliz, una chica a la cual yo seguía y trataba de proteger. Básicamente sabía sus problemas que trataba evitar. Sabía sus debilidades que trataba de no mostrar; sabía su brillo en un momento oscuro, sabía que ella amaba a alguien que todos juzgarían con puño de acero.
Entonces contesté:
Sé todo lo que tú quieras que sepa
Porque por fin comprendí la razón de no gritar su secreto a los cuatro vientos. Para evitar el dolor de los golpes de la tarada de Keana. Y creo que yo haría lo mismo.
Y por primera vez recibí una sonrisa que yo había provocado
Quizás yo le tengo que ayudar.