Hoy... como ya es costumbre me encargué de seguirla hasta el centro de la ciudad. Compró una revista y una caja de pizza de doble queso.
Luego de ir allí, cómo lo marcaba mi rutina, fui al hospital pisando sus talones. Pero esta vez no fue a aquella habitación, en su lugar se dirigió a una sala color crema donde se encontraban varias personas comiendo. Era una especie de internado. Y ahí era el típico comedor con comida perfecta.
La busqué con la mirada hasta dar con ella, juro que no podía creerlo. Al mismo tiempo que una sonrisa se formaba en mi rostro una lágrima caía por mi mejilla.
Ahora entendía todas sus sonrisas, todos sus sonrojos, todas sus lágrimas, todos esos golpes, todos esos insultos.
Ya no había nada más que quisiera saber, ya lo sabía y eso me satisface como nada en el mundo.
Quizás y le hable mañana. Quiero ser algo más además de un desconocido que se interesa por ella. Quisiera ser ese amigo tan extraño y acosador que la persiguió por un tiempo bastante largo.
