Capítulo 2

202 29 4
                                    

El estridente sonido de una alarma despertó a Ame de golpe, haciéndolo abrir los ojos en menos de un segundo y levantar la cabeza asustado. Miró a su alrededor y recordó que estaba en la casa de ese alfa llamado Cole. Mordió su labio inferior de forma inconsciente al recordar toda la noche anterior pero salió de su ensoñación cuando se dio cuenta de la presencia de Cole.

Acababa de aparecerse por el marco de la puerta vestido en un traje completamente negro, incluida la camisa, y lo observaba con una mirada fría. Parecía mosqueado y Ame se apresuró en levantarse de la cama - jadeó cuando estuvo levantado, sus caderas dolían infiernos - para rebuscar su ropa por el suelo y empezar a vestirse.

En menos de dos minutos ya estaba completamente vestido y miró hacia el alfa, temeroso e intimidado. No lo recordaba tan alto - con suerte le llegaba al hombro - y mucho menos tan frío. Observó en silencio como de su cartera sacaba un fajo de billetes - trató de esconder su impresión - y se los tiraba, su mano los agarraron por acto reflejo y tras echarles un vistazo supo que era mucho más de lo que cobraba.

- No digas una sola palabra de esto - Ame se encogió ante el tono de voz que utilizó - Desayuna lo que quieras en la cocina, no hagas ruido y cuando acabes lárgate.

Un escalofrío recorrió su espalda y asintió encogiéndose en su lugar, empezaba a sentirse incómodo con él. Por una parte estaba intimidado y un poco asustado pero a la vez algo en su interior le decía que Cole nunca le haría daño, que a su lado estaba a salvo, que él lo protegería.

Supongo que, como siempre, estaba equivocado. Aunque claro, eso no lo sabría hasta que ya fuera demasiado tarde.

Cuando ya no sintió la presencia del alfa cerca suyo tuvo la valentía suficiente como para atreverse a salir de la habitación. Su primer impulso fue huir de allí para jamás regresar pero los omegas son curiosos por naturaleza, y en esa ocasión no pudo resistirse a husmear un poco en aquella casa.

Al salir del dormitorio se dio cuenta que estaba en un segundo piso donde habían otras habitaciones. Se mordió el labio inferior sabiendo que una cosa era cotillear la casa y otra muy diferente cotillear los dormitorios, algo demasiado privado, pero no pudo evitar sentir curiosidad por saber quién más vivía allí.

Inconscientemente camino de puntillas hasta la puerta más cercana y la abrió tímidamente, asomándose lo justo para ver cómo era. Fue inevitable sorprenderse al encontrarse con una habitación que claramente pertenecía a una mujer adulta y... muy presumida. ¿A quién debía pertenecer? ¿A una hermana tal vez? No... estaba claro que esa persona vivía allí la mayor parte de los días, pero era demasiado madura como para pertenecer a una adolescente. Se adentró un poco más, queriendo saber a quién pertenecía, y se acercó para ver mejor una de las muchas fotografías que había en el mueble más cercano que tenía. Sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta que era la fotografía de una boda, concretamente de los novios. La mujer de unos veintiséis años vestía un increíble vestido de novia e iba colgada del brazo de un hombre vestido con un elegante smoking negro. Un hombre que, a menos que tuviera un hermano gemelo, era con el que acababa de acostarse.

Sintiéndose demasiado perturbado como para seguir en aquella habitación, se apresuró en salir de ella y cerrar la puerta. No es como si nunca se hubiera acostado con un hombre casado, de hecho la mayoría de sus clientes lo estaban, pero que él supiera no dormían en habitaciones separadas.

Meneó la cabeza, eso no era asunto suyo. Decidió abrir la siguiente puerta y al instante volvió a cerrarla. ¿Enserio acababa de ver lo que acababa de ver? Volvió a entreabrir la puerta y sintió su corazón martilleando con fuerza al darse cuenta que enserio había un niño de no más de ocho años durmiendo en la cama.

Pedazos de un alma de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora