Capítulo 6

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El alcohol había desaparecido por completo de su sistema al instante de oír esas palabras por parte de Cole y no dudó en obedecer al pie de la letra las órdenes que le dio después. Se había subido al coche y había dejado que lo llevara a su apartamento sin rechistar, aceptando que posiblemente iba a recibir una de las peores palizas de su vida. Pero estaba bien, prefería eso a que un alfa repugnante abusara de él.

Aún así la curiosidad fue superior a su temor y no pudo evitar abrir la boca y preguntar:

- ¿Su esposa...? - no pudo acabar de formular la pregunta, Cole gruñó y Ame no dudó ni un segundo en volver a callarse.

- No quiero que vuelvas a nombrar a esa mujer.

A partir de ese momento no hizo más que morderse la lengua hasta que llegaron al edificio de Cole.

Entró cabizbajo al elevador, totalmente avergonzado por lo que debía pensar el alfa de él en esos instantes, y no habló en ningún momento; solo lo haría si Cole le preguntaba algo, no iba a arriesgarse a volver a meter la pata. Subió las escaleras de la pent-house del hombre con todo el sigilo del que fue capaz - el pequeño Rob estaba durmiendo y lo último que quería era que despertase y lo viese en esas condiciones - y lo siguió hasta su habitación. Maldijo interiormente, ese lugar lo atontaba. El aroma del alfa estaba tan concentrado en todas partes que lo volvía prácticamente loco, su omega se tornaba extremadamente sumiso y... aunque le avergonzase reconocerlo, su ropa interior se humedecía.

Paró justo a un metro de la puerta, que aunque estaba cerrada la intensidad del aroma se había disipado un poco en esa zona y aún le permitía pensar con claridad. La cuestión era cuánto tiempo duraría.

Dio un brinco cuando Cole pateó una de las sillas del dormitorio y quiso salir corriendo cuando las feromonas de enojo llegaron a su nariz, el alfa parecía iracundo y Ame no entendía el motivo. Sí, lo había molestado en medio de la noche y encima el hombre no soportaba a los omegas pero... allí claramente había algo más.

- ¡Joder! - rugió dándose la vuelta y dando dos pasos para quedar frente a frente con el omega - Es todo tu maldita culpa - Ame se encogió cuando Cole alzó la mano, pero al contrario de lo que esperaba no lo pegó, solo agarró su rostro con un poco demasiada fuerza, pero tampoco con agresividad. Un jadeo escapó de sus labios al darse cuenta que el alfa, en lo más profundo de su ser, odiaría hacerle daño - Tu olor, tu cuerpo, tu mirada, tu forma de actuar, todo de ti me saca de quicio. Me deja fuera de lugar - en realidad estaba hablando con sí mismo - En lo único que pienso es... - no lo dijo, dio un paso atrás y volvió a patear algo.

El joven omega cogió aire con fuerza, sin darse cuenta había dejado de respirar y ahora sus piernas temblaban con violencia, amenazando con dejar de sostener su cuerpo y dejarlo caer al suelo.

- ¡Maldita sea! - volvió a exclamar Cole - ¡Un alfa no debería ponerse así por un simple omega!

Un sudor frío cubrió su frente cuando un repentino calor inundó su interior y volvió a dificultarle respirar; esta vez sí cayó y empezó a respirar agitadamente mientras observaba sus manos temblar. ¿Acaso...? No, eso era imposible, aún quedaban semanas para su celo, debía ser otra cosa.

Pero el palpitar desenfrenado de su corazón, su respiración irregular, sus temblores, su sudor, su calor, su repentino dolor de estómago... todo apuntaba al celo trimestral. Un celo sinsentido e irracional que se había avanzado casi dos meses y que lo estaba atacando con una fuerza nunca antes vista. Levantó la mirada y, asustado, vio como Cole se encontraba en una situación demasiado similar a la suya.

Intentó arrastrarse hacia la salida para huir de allí, un alfa y un omega en pleno celo trimestral no podían solo quedarse en la misma habitación. Debía huir de allí antes de que sus partes animales tomaran el control de sus acciones y no hubiera marcha atrás. Sin su collar de protección cerca... Cole no podría evitar morderlo, y no sería culpa de nadie solo algo inevitable cuando los instintos más primitivos tomaban el control; pero ninguno de los dos quería eso.

Pedazos de un alma de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora