Envolvió la bufanda alrededor de su cuello y se puso el gorro de lana que había encontrado en el armario de su madre y que tenía pinta de ser muy calentito, no se equivocó. Soltó un suspiro de alivio al sentir como un poco de calor envolvía su cuerpo y rezó para que no desapareciera en dos minutos.
Habían pasado dos semanas des del veredicto del doctor y las cosas con Cole eran cada vez peores. Cuando lo veía, claro, porque el alfa estaba tan enfurecido con él que cinco días atrás, cuando sus lobos interiores se relajaron un poco, lo había enviado a casa y le había dicho que se iba a un viaje de negocios muy importantes y que Rob se quedaría en casa de sus abuelos. Ame sabía que solo era una excusa para no verlo ni olerlo en varios días - cosa que dolió - pero no se atrevió a responderle nada, solo bajó la cabeza y volvió a su casa.
Si su familia pretendía interrogarlo por haber estado desaparecido - a excepción de algunas llamadas cada dos días -, se contuvieron. Tal vez fue por su aroma de profunda tristeza o tal vez por sus ojeras marcadas y su delgadez alarmante, pero nadie osó preguntar aunque él sabía que no tardarían en hacerlo, no cuando cada día estaba peor.
Entró en la cocina y arrugó la nariz ante el aroma a café, pero se abstuvo de hacer ningún comentario. Sin duda alguna, lo único que deseaba era que todos dejaran de analizar cada mínimo movimiento que hacía.
- Ame cariño, buenos días - habló su madre mientras le sonreía. Se acercó a él y le besó la frente - ¿Aún tienes frío? - frunció el ceño al ver todas sus capas y abrigos.
- Solo un poco - disimuló, encogiéndose de hombros - Pero he dormido mejor hoy - mentira. Más bien no había dormido, pero no iba a preocuparlos más.
Él ya sabía lo que necesitaba para volver a estar bien y no era ningún tipo de medicamento, solo que su alfa dejara de rechazarlo con tanta fuerza y lo abrazara y besara sin sentirse obligado, cosa que parecía imposible de que algún día se diera.
La mujer se acercó a él con el ceño fruncido y posó una mano sobre su frente. Suspiró cuando comprobó que su temperatura era demasiado alta y lo miró con los brazos cruzados.
- Hijo...
- No voy a hablar sobre esto otra vez. No es grave. Solo una gripe - la cortó, pasándola de largo para poder llegar a la encimera de la cocina y coger una manzana, lo más ligero que encontró en un vistazo rápido. Estaba listo para escapar de allí cuando la voz de su madre lo detuvo.
- ¿Está relacionado con el Sr. Ashwood? Él es un alfa... - ella misma pareció llegar a la conclusión cuando lo dijo en voz alta.
Ame se asustó y empezó a huir de allí. No, ella no debía saberlo. Maldita sea, odiaba su jodida vida. Se dio la vuelta e intentó salir corriendo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Todo lo estaba superando y lo último que quería era que toda la familia supiera lo que había pasado.
Pero claro, él era un jodido desgraciado y, además, el omega más lento existente porque ni siquiera pudo huir de la mano de su madre, la cual agarró su bufanda, arrancándola de su cuello y dejando a la vista esa horrorosa mordida que ahora brillaba dorada con la luz del sol. Cerró los ojos, reteniendo las lágrimas con toda su fuerza de voluntad, y cuando sintió que no rompería a llorar allí mismo, miró a la mujer que lo trajo a ese mundo de mierda.
- Oh Dios, mi niño... - cuando vio que ella estaba a punto de llorar y acribillarlo a preguntas, dio media vuelta.
- Voy a salir - cogió la primera chaqueta que encontró y salió escopeteado de la casa, dejando a toda su familia de piedra y con la palabra en la boca.
No tenía idea de a dónde iba pero estaba seguro de que tardaría un buen rato en volver a su casa, algo en su interior se había roto al ver la mirada horrorizada de su madre y al oír las exclamaciones de sorpresa de sus hermanos. Los había decepcionado a todos ellos, sin excepción, pero lo que más le había dolido había sido ver a Yuu jadear y cubrirse la boca con las manos, eso había hecho a su corazón encogerse mientras una presión aplastaba su pecho.
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Pedazos de un alma de cristal
Romance- ¿Cielo, por qué has vuelto tan pronto a casa? - Me dolía el corazón, mamá. *** Ame siempre fue un niño alegre y decidido, lleno de energía y optimismo para poder realizar sus sueños. Pero, des de la corta edad de ocho años supo que la buena suerte...