Capítulo V: el detective Hagerty

53 2 1
                                    

El detective Henry Hagerty ayudante del Sheriff, era un hombre distinguido por su sobredimensionado profesionalismo y experiencia, a sus casi cuarenta años significativas resoluciones en diferentes casos de suma trascendencia estatal le habían significado inspirar una considerable deferencia en los diversos niveles del departamento de Policía y los buros de seguridad nacional. Hagerty era un sujeto algo taciturno y casi inexpresivo no obstante su intimidante mirada que evidenciaba su astucia y perspicacia, su carácter y distinguida apostura le daba una apariencia semejante a esos impecables agentes de la Scotland Yard que tan buena fama han ganado. Su influenciadora presencia se acompañaba de un físico de aire conminatorio: alto, delgado pero de rígidos músculos; tenía un mentón ancho y fuerte con una tez pálida de la que destacaban un tupido bigote y unas prominentes patillas de color rojizo, y a su figura nunca le abandonaba un cigarro ni un pequeño sombrero que complementaba alternadamente vistiendo un traje de lino negro o un gabán beige a la usanza del oficio de la época.

Curiosamente el detective Hagerty seguía de cerca los pasos del señor Covington quién en sus investigaciones resultaba ser el principal sospechoso de la desaparición del doctor Carlton, aunque precisamente a la víspera del crimen, en horas de la tarde había llegado un comunicado que informaba de la supervivencia del doctor y los motivos de su repentina huída efectuada en dirección a Omaha por motivos de amenazas y persecuciones donde obviamente resultaba implicado el ahora occiso.

Así pues donde antes se veía a un victimario ahora el detective Hagerty debía contemplar una víctima de lo que resultaba un caso aún mas atroz, cuando menos en lo que arrojaban las pruebas como un hecho irrefutable, y como era de prever él mismo habría de liderar la investigación inmediatamente tras haber sido comunicada la situación por la ayuda de cámara la señora Margaret en horas de la madrugada anticipandose a las primeras luces del alba.

Como única testigo ocular la señora Margaret fue la primera en ser trasladada para rendir indagatoria en la Jefatura de Policía tras haber cumplido con los protocolos de rigor en tal caso. Allí asistió por supuesto en compañía del señor Spillet cuya presencia siempre le sirvió de incondicional apoyo a su quebrantado estado emocional. En el despacho para dicha diligencia se encontraban el jefe de Policía el oficial James Carroll, un curtido gendarme tenaz e inexpugnable cuya aquiescencia era necesaria en cualquier caso en que fuese necesario impartir justicia, a su lado se encontraba el inmediatamente responsable de hacer las interpelaciones pertinentes: el detective Hagerty. Y junto a él un joven escribano llamado Joe, encargado de registrar minuciosamente lo ocurrido en el interrogatorio.

La diligencia se llevó a cabo en un lugar particularmente dispuesto para dicha circunstancia, ahí estaba Margaret con su saturnino aspecto, después de abandonarse a las más desesperadas y sórdidas emociones, con todos sus rasgos y líneas de expresión singularmente marcadas, así como unas pronunciadas ojeras y un enmarañado pelo producto del efusivo continuo llanto y el estado de histeria que le había mantenido insomne desde aquel traumático suceso.

- Entiendo lo difícil que resulta la diligencia dada las circunstancias señora Margaret- , así se dirigió cortésmente el detective Hagerty a la interpelada mientras caminaba de lado a lado en la estrecha cámara en tanto que maneaba su barbilla y mantenía su mirada fija en ningún lugar- pero espero que comprenda lo indispensable que es para mí el conversar con usted y de ésta manera permitirle que me refiera los hechos, en lo posible de la manera más estricta y minuciosa, puesto que hasta el más ínfimo detalle por intransigente que le parezca, puede resultarme de la mayor importancia y, dado que fue usted la unica que pudo presenciar..., y siendo conocedor de sus afecto por la víctima doy por sentada su colaboración en la mejor de las disposiciones en beneficio de la justicia que merece tan atroz crimen.

- Señor Hagerty- respondió Margaret con voz trémula y entrecortada como suprimiendo con dificultad su prolongado plañido-, debe usted saber que he de estar siempre dispuesta a colaborarle y me sería de gran satisfacción servir de ayuda en la aprehensión de este criminal.

Óbito de La Consciencia: Historia de un asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora