No sentir es el verdadero infierno para Jensen mientras que para Harriet es el cielo.
Para ella, expresar lo que siente la hace libre.
Para el, no poder expresarlo lo convierte en prisionero.
Ella, sabe lo que siente.
El, aprende a descifrarlo.
El...
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No podía negar que estaba asombrada por la gran confesión que Jensen me hizo anoche, su enfermedad explicaba algunas cosas de su vida, pero no terminaba de entender, ¿cuál era esa enfermedad?, ¿que se la causó? y ¿como era eso de que no podía sentir o expresarse como una persona normal?.
Y como si fuera poco el gran avance que a tenido estos ultimos dias, me era imaginable que cocinaría solo para mi.
No quería arruinar todo, asi que eso me llevó a estudiarlo.
Si, estudiaría cada movimiento y cómo ayudarle a sobrellevar su enfermedad.
Y ya tenía un colosal plan que había maquinado en mi extraña y demente cabeza, sin poder pegar un ojo en toda la noche.
Dejando eso atrás.
Ya era hora de levantarme y empezar el dia, sali de la cama con mi pijama de Garfield, dirigiendo mi cuerpo hacia la sala bostezando y estornudando como era de esperar todas las mañanas, considerando que debería ser un poco cohibida ya que al frente se encontraba un espléndido rubio que dormía tan perfecto, como si fuera un modelo de revista.
¡Encantador!, ¿no?.
Es tán idéntico a mi, ¿verdad?
Me quede observando como descansaba por un santiamén hasta que se levantó de imprevisto, algo asustado y fatigado. Posiblemente debería estar teniendo una pesadilla.
— Jensen, Jensen.— llame manteniendo mi distancia ya que todavía no me había lavado los dientes y quitado las lagañas.
¡No soy una modelo de revista!
— Penelope.— dijo exaltado cayendo con todo y sofá encima.
— Jensen, ¿estas bien?— dije rompiendo la distancia, ayudándolo a ponerse de pie.
Mirando que este no tenía pantalón ni camisa, solo vestía un bóxer, que mostraba una generosa vista de su musculoso y formado cuerpo, ocasionando que me pusiera roja sin poder verlo a los ojos .
— Ah sí, fue una pesadilla, ¿creo?—expreso viendome la cara, dándose cuenta de que no llevaba nada puesto, además de su ropa interior.
¡¿Se estaba masturbando?!.
¡En la sala!.
— Penélope. No es lo que crees que es.— afirmó cubriéndose con la sábana que seguía tirada en el suelo a igual que el sofá, sudando al mismo tiempo que sus mejillas se coloreaban con un leve rubor rosa.
El rosa de sus mejillas era, el color de su tedioso mundo en blanco y negro.
—¿Qué crees tú, que podría estar creyendo?—curiose levantando un ceja dándole la vuelta al asunto, esperando que no adivinara lo que estaba pensando.