Cómo añoro nuestras conversaciones, esas que comenzábamos una noche y continuábamos al día siguiente porque alguna de las dos se había dormido. Ahora los únicos mensajes que me llegan tuyos son para hablar del tiempo.
Cómo añoro tus labios rozando los míos por sorpresa. Ahora lo único que roza mis labios es el helado en el que ahogo las penas.
Cómo añoro las mariposas en el estómago cuando te veía y me besabas. Ahora las únicas mariposas en mi vida son las de los documentales de la 2.
Cómo añoro tus llamadas o mensajes repentinos que sabías cuánto me gustaba recibir. Ahora las llamadas más repentinas que tengo son las de mi madre preguntándome dónde estoy un domingo por la noche y que no me retrase en volver a casa.
Cómo añoro esos momentos en los que salía a la calle con mis padres y me asustaba encontrarte solo por el temor de confesarles todo. Ahora lo único que me asusta es que nos asalten unos testigos de Jehová.
Cómo añoro nuestras pequeñas peleas por quién pagaba los helados de las dos. Aunque siempre ganabas tú. Ahora la única pelea que tengo es con mis ojeras.
Cómo añoro tu voz preguntándome si todo va bien a pesar de que tú tenías muchos más problemas. Ahora la única voz que escucho es la de mi madre despertándome a la hora de comer porque no he logrado dormir en toda la noche.
Cómo añoro compartir risas, bromas, besos, lágrimas, sonrisas...
Cómo te añoro...
