Parte 8

24 3 0
                                    

El fin de semana llego y las cosas no habían mejorado mucho. Mamá seguía deprimida, mis amigas también. Y yo, seguía atrapada aquí y no sabía que era lo que debía hacer.

Estos días había pensado que cosas no me dejarían irme. Mi madre podría volver a ser feliz algún día, mis amigas también. Pero yo, todavía no dejaba ir de todo mi vida en la tierra y quizás algo de eso me retenía. Y con ese pensamiento un nombre vino a mí. Nicolás.

Él era lo único que yo no había podido soltar en todo este tiempo. Estaba lista para irme a la universidad. Disfrutar de mi vida. Dejar mi huella. Pero Nicolás siempre seguía en mi mente, clavado con todas las fuerzas del mundo en mi corazón.

Quizás fuera eso, quizás fuera él. Debía dejarlo ir. Y con él, mi vida aquí.

Así que me dirigí a la casa de Erik, esperaba alcanzarlo antes que se fuera. La ciudad donde vivía Nicolás, estaba a unas cuatro horas en auto.

Cuando llegue ahí, alguien más también llego.

- Voy contigo.

- Creo que sería mejor que se lo dijera yo solo.

- Violeta era... es mi mejor amiga Erik, y Nicolás también fue mi amigo, creo que debería ir – dijo Mimi.

A Erik no le quedo de otra que dejarla ir. Me subí a la silla de atrás del auto de Erik y emprendimos el viaje.

Después de algunas paradas. Muchas miradas de reojo entre Erik y Mimi, poca conversación y mucha música, llegamos.

La ciudad era bonita, pero no estábamos ahí para eso. Con ayuda del GPS llegamos a casa de Nicolás. Estaba en un buen barrio y sinceramente no le faltaba nada. Mimi y Erik no se atrevieron a bajarse a la primera. Tomaron aire. Se miraron. Y se tomaron de la mano.

Ahora que estaba muerta, me estaba dando cuenta de algunas cosas que había dejado pasar cuando estaba viva. Como esta relación ¿Cómo no me di cuenta? ¿Estaba tan metida en el drama VIOLETA?

Mimi y Erik tomaron aire, yo también, si eso era posible. Nos bajamos del auto de Erik y caminamos por la entrada. Se soltaron las manos antes de tocar la puerta. Una vez hecho esto, esperaron.

Hasta que probablemente un minuto después,alguien les abrió la puerta.     

Dejarte IrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora