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Hola, Chester.

Ya ha pasado más de un año. Esto lo iba a publicar el día en el que se cumplía. Pero voy tarde. Voy tarde porque no me he acostumbrado a vivir sin ti. De todas maneras, he escrito un pequeño texto intentando poner en palabras todo lo que alguna vez hiciste por mí. Aquí va.
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Hoy hace un año desde que te marchaste para siempre. Aún sigo creyendo que sigues conmigo, guiándome en las decisiones que tomo, luego tengo que autoconvencerme de que ya no estás y de que debería dejarte ir y madurar un poco. Simplemente olvidarte, al fin y al cabo, no eres mi amigo, ni un familiar, ni siquiera te conocía en persona. No éramos nada, no sabías de mi existencia. Prefería pensar que siempre estarías presente e incluso sabiendo que era un poco egoísta no dejarte descansar como te merecías. Solo sé de ti desde hace dos años, tuve la suerte de oír tu voz en directo con las personas a las que más quiero. Tu amistad con Mike era sin duda un ejemplo que me enseñaba a valorar mis amistades y a saber que siempre les tendría ahí para ayudarme. Siempre que escuchaba las canciones de Linkin Park veía en cada una un trocito de ti que dejabas escapar inconscientemente para que nosotros nos lo quedáramos. Recogí muchos trocitos en estos dos años, Chester. Muchos. Incluso tú mismo te volviste una parte de mí indispensable, de la que no podía prescindir para seguir adelante. Me has acompañado en tantas etapas de mi vida, en tantos cambios, que aún no sé como agradecerte el que siga aquí, que en muchísima parte es gracias a ti. Estabas conmigo cuando lloraba y me secabas las lágrimas a cada canción que se reproducía, o simplemente me decías que estar mal estaba bien, en tu compañía siempre me sentía segura para poder expresarme. También me has ayudado a escribir, me inspirabas solo con tu voz y eso es de las cosas que más te agradezco. Te volviste un refugio en el que esconderme para desahogarme entre pensamientos horribles después de una discusión, o un ataque de ansiedad. Y siempre dabas consejos para salir adelante, nos recordabas lo fuertes que éramos, incluso tus letras hablan de eso. De sublevarte, de liberarte por fin, de ser tú mismo y salir adelante. Aun sabiendo que tu peor enemigo era tu mente, ella, que conocía todos tus puntos débiles, y sabía utilizarlos en tu contra. Tú estabas mucho peor, y aún así te preocupabas. Perdón por no haber sabido verlo. Perdón por no apoyarte después de todo lo que hiciste por mí y por todos nosotros. Recuerdo tardes enteras tumbada en la cama sin hacer absolutamente nada más que reflexionar mientras te escuchaba. Para mí suponías un lecho de paz que nadie más podía ofrecerme, solo tú. Y cuando no había nadie, porque yo no quería que lo hubiese, ahí estabas. Tú mismo como persona me empujaste a dar un paso al frente y me serviste de ejemplo para avivar la pasión que tenía por cumplir todas mis metas, veía tanta determinación en tus ojos aun estando destrozado por dentro, que no podía evitar sentirme feliz viéndote así. Pero todo cambió aquella noche, cuando te vi. No sonreíste, Chester. Ni una vez. Me dolió, en serio, me dolió verte así, pero estaba demasiado ocupada disfrutando como para percatarme. Fue un mes antes. Un mes antes de aquel maldito día. Recuerdo ver por todas partes rumores de que necesitabas ayuda, que tu último álbum era un grito de suicidio, y también que últimamente estabas llorando en los conciertos cantando One More Light. Pensé que eran meros rumores, a veces se me olvida que eres humano. Que siempre lo fuiste. Y sé muy bien que tu vida no ha sido fácil, sobre todo tu infancia. Creo que hiciste lo que pudiste, todo lo que estuvo en tu mano, para hacer feliz a cuanta más gente, mejor. Y es ese mi sueño, hacer feliz a la gente. Quiero que te sientas orgulloso al menos de lo que has conseguido hacer crecer en personas como yo. Y seguramente nadie leerá esto entero, pero estaremos los dos solos de nuevo, ¿no? Sin nadie más. No es necesario. También recuerdo aquel día como si fuese ayer. Eran alrededor de las nueve y media de la noche, un veinte de julio. Yo estaba en casa de una amiga, hacía poco que había sido diagnosticada tu misma enfermedad, ahora sí enpatizaba contigo de verdad. Más que nunca. De repente, una notificación. Era un videoclip nuevo, de Talking to Myself. Me puse a verlo al instante. No entendía nada. Era una recopilación de todos los conciertos del grupo. Suponía que tan solo era eso, una recopilación. Pero no. Sería la última vez que viésemos uno. Y no lo sabíamos. Un chico aseguró que habías muerto. Que te habías suicidado. Que te habías ahorcado. No, no podía ser real, no podía creerlo. No ahora, no tan pronto, no así. Pasé una media hora al borde del ataque, llorando desconsoladamente, entre noticias falsas y verdaderas, que se desmentían entre sí, a veces convenciéndome de que seguías vivo. Hasta que, finalmente, Mike lo afirmó. Habías muerto. Te habías ido. Al principio seguí sin creerlo. Pasaron las horas, llegué a mi casa. Entré por la puerta, no me saludaron. Dijeron '' lo siento, Andrea. '' Me limité a asentir y me fui a mi cuarto. No quería comer, ni levantarme, ni moverme. No quería hacer nada. Absolutamente nada. Ya no. Pensé que como poco debía despedirte con un pequeño texto, pero no me pareció para nada suficiente. Pensé en tu esposa. En cómo debía sentirse ahora mismo. En Mike, que había perdido a su mejor amigo de una manera horrible. Pensé si saldrían adelante, si te superarían o si yo podría hacerlo algún día. Me negué. Me negué a superarte. Pensé también en tus dos hijas, gemelas. Apenas habían vivido. Apenas te habían conocido, Chester. Apenas vieron a su padre. No quería ni pensar el dolor de todos tus seres queridos en ese momento. Con el paso de los meses, pensé que lo había hecho, que ya estaba superado. Más tarde, comprendí que mi ingenuidad no tenía barreras. Volví a intentar escuchar tu voz, una vez más no pude sin que se escapasen lágrimas por mis mejillas. Todavía no lo aceptaba y ya era diciembre. No sabía qué hacer. Cuando tenía algún problema siempre recurría a ti para desahogarme llorando, y al final acababas doliendo tú más que nada. Fuiste tú quien me enseñaste que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Efectivamente, tenías razón. Me salvaste la vida. Y aún no logro asimilarlo.

Porque a día de hoy, un año después, aún me arrepiento.

Lo siento.

Gracias por todo, Chester.
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Descansa en paz. Nunca te olvidaré.

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