CAPITULO 1: DECISIÓN

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Tan solo ayer vi a Peeta volver al Distrito 12, con ver su mirada sé que iba a ser el mismo de antes. Sus ojos antes expresaban amor y esperanza ahora no veo nada, solo unos ojos azules sin nada en su interior. Solo dijimos un par de palabras, pero las suyas eran muy duras.

Tengo que dejar de pensar en eso, ya que no quiero volver a llorar durante todo el día, ya bastante no pude dormir a la noche con mis llantos y pesadillas. Sé que no se irán del todo y menos ahora que perdí a todos los que me importaban. Empiezo a pensar en ellos mientras veo el fuego de la chimenea. Mi padre, mi hermana, Mags, Finnick, Rue, mi madre, Gale y Peeta. El sigue en el Distrito, pero sé que no vamos a volver a ser los mismos. No he visto a Haymitch desde que se fue a su casa justo al lado de la mía, de seguro esta borracho, quizá demasiado como para ir a verlo ahora.

No puedo evitar que las lágrimas se deslicen sobre mi cara, no entiendo cómo es que hay más. Tengo ganas de romper todo lo que está a mi paso, pero sé que tengo que controlarme y repetir lo mismo de siempre:

“Me llamo Katniss Everdeen. Tengo diecisiete años. Fui a los juegos del hambre con Peeta Mellark. Salimos. Tuvimos que volver al año siguiente. Me sacaron de ahí, pero a Peeta lo secuestro el capitolio y lo volvió loco. Lo rescatamos, intento matarme. Fui el Sinsajo. Derrotamos al Capitolio, pero eso implico muchas muertes. Vivo en el Distrito 12 después de que me dejaran salir. Mi mejor amigo Gale se fue a trabajar al Distrito 2. Mi madre nunca volverá aquí, ella está en el Distrito 4. Estoy viva.”

Odio tener que repetirlo, pero es lo único que me ayuda a volver si me siento mal.

Oigo que alguien toca la puerta, agradezco a esa persona ya que no podía soportarlo más. Me levanto tambaleante e intento recuperar el equilibrio. Tocan otra vez, impacientemente.

—Ya voy—digo.

Camino rápidamente, intentando no caer y abro la puerta. Me desilusiona no ser la persona que tenía ganas de ver, es solo el cartero.

—Buenos días, ¿Es usted Katniss Everdeen?

—Sí, la misma—digo con voz ronca.

—Aquí está su correspondencia—dice entregándome unas cartas y un paquete.

—Gracias—digo y cierro la puerta, haciendo equilibrio con todas esas cosas.

A pesar de todo lo que ha pasado, me alegra saber que hay personas que pueden seguir con sus vidas normalmente. Aunque quisiera tener eso, sé que nunca voy a poder tenerlo, ya que lo que menos me rodea es la normalidad y tranquilidad.

Por intentar hacer algo, veo las cartas. Nada importante, una del doctor Aurelius, mi madre, Gale y Annie. ¿Annie? ¿Por qué ella querría escribirme? Mi curiosidad me vence y la abro.

Querida Katniss:

Se por lo que estás pasando. Por todo el rollo de la rebelión y que has perdido a muchas personas. Cuando me entere de que Finnick murió no pude soportarlo, sabía que en algún momento tenía que pasar, pero no me imaginé que pasaría tan rápido. Me comentaron de que quisiste ayudarlo salir de ese lugar, pero te lo impedían. Aunque no pudiste hacerlo, te lo agradezco, si yo hubiera estado ahí no sabía que podría haber hecho. Yo sé que intento ayudarte cuando estabas deprimida, ya sabes, cuando estaban en el 13 y tú no tenías a Peeta contigo. Te envío un paquete para ver si con esto a través de la distancia, te puedo ayudar. Espero que te recuperes pronto.

Annie.

La carta de por sí tenía algunas lágrimas de Annie, pero no quería mojarla con las mías, que caían por mi cara.

Me dirigí al paquete, ya que no me pude resistir.

Cuando lo abrí, se me paro el corazón. No podía creer lo que había. Era la foto de un niño en brazos de Annie, di vuelta la foto y vi que había una pequeña descripción: “Finnick Jr. Tres meses.”

¿Lo habría sabido Finnick? Sí lo tendría que haber sabido. Vuelvo a mirar más detalladamente la foto, al niño más que todo. Era igual a su padre. Piel dorada, pelo color bronce, ojos verdes. Es como la imagen que queda viva de Finnick. La vuelvo a guardar en el paquete y saco el resto de las cosas. La cuerda anudada de Finnick, algunos libros, más fotografías y algunas postales. Vuelvo a guardar el resto en el paquete y lo llevo al estudio de la casa, donde el olor a rosas por fin se ha ido. Lo guardo en un armario, pero cae un libro pequeño. Lo levanto pero no puedo evitar leer el título: “Memorias de la familia Everdeen.”

Se me cae el alma a los pies, pero me resisto a abrirlo. Lo guardo y cierro la puerta cuando me voy.

Vuelvo a ver las cartas, aunque ninguna más me interesa. Annie me ha alegrado el día, sé que debería escribirle algo de vuelta pero ¿Qué le voy a poner? “Oye Annie, la verdad es que me alegraste el día, pero me siento mal por Finnick, ¿Le llevas flores de mi parte?” No sé qué puedo llegar a hacer ahora, podría salir a caminar, pero me entristecería si no hay nada que hacer allí.

Decido darme una ducha e ir al bosque.

Siempre que llego a la alambrada no puedo evitar parar, sé que la cerca no está electrificada, pero ya es una costumbre. Me adentro al bosque y voy al lago, al que venía con mi padre hace muchos años. Voy a la pequeña cabaña que hay allí y entro. No ha cambiado nada. Me siento en una silla que había ahí y me pongo a pensar.

Podría venir aquí, podría irme hasta el invierno y vivir en el bosque. Aquí siempre está lleno de paz y tranquilidad, este es el único lugar donde puedo ser yo. Donde la verdadera Katniss Everdeen puede salir y hacer cualquier cosa. Pero ¿Qué pasaría con la vida de los demás? Supongo que sin mí sería más tranquila, sin mí sería más fácil poder avanzar.

Decidido: Me iré del Distrito 12 mañana. Me iré y volveré antes de que caiga la nieve.

¿Solo amigos? Yo no lo creo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora