Décima pista

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Al día siguiente, Mike fue a visitar a su amigo, le explicó lo que pasó ayer y también lo de la llamada telefónica que a escondidas escuchó y él también llegó a la conclusión de que el animal no era uno normal y corriente. Todo mientras iban rumbo al laboratorio.

Fueron acelerando el paso hacia el lugar, rezaban para que nadie estuviera ahí, aunque eran las 7 A.m hay personas que van incluso tres horas antes de la hora acordada y no sabía la razón ya que ahora la cuidad estaba tranquila.

Algo raro, pero para un policía era el paraíso, poder descansar un poco antes de que vuelvan a estar hasta el cuello de trabajo.

Llegaron al laboratorio, el agente puso su mano en un escáner y la puerta se abrió.

Una vez abierta entraron, miraron izquierda y luego derecha y no vieron nada, así que se adentraron al laboratorio.

Fueron hacia el escáner y en el momento en que quisieron empezar a analizarlo una voz detrás suya los asustó.

—No está autorizado para estar aquí señor Rafael— habló una mujer con una bata blanca y gafas de botella negras.

El policía se dio la vuelta junto al detective nerviosos pensando en la excusa perfecta.

Lucía era una de las mujeres más listas del segmento por eso había que andarse con pies de plomo.

Carraspeó y lo único que se le ocurrió era decir la verdad, bueno parte de ella.

—Es que mi amigo de aquí— decía mientras señalaba a Mike—. Necesita mi ayuda en un caso y lo estoy ayudando, ya sabes que él también nos ayudó mucho, así que decidí devolverle el favor.

Lucía levantó una ceja en señal de inseguridad, era cierto de que habían obtenido mucha ayuda de su parte, pero aun así no tenía que estar aquí, solo el personal asignado a este lugar podía.

—De acuerdo, ¿en qué puedo ayudaros? Digo si estáis aquí significa que necesitáis  mi ayuda ya que estoy encargada del laboratorio— decía la joven metiendo sus manos en los bolsillos de la bata.

<<¡Mierda! Se me había olvidado ese detalle>> pensó Rafael, y es que tenían que tener, pero demasiada suerte para encontrarlo vacío. Siempre estaba ella ahí vigilando por si algo pasaba.

—Es cierto que necesitamos ayuda, pero no queremos molestarte, ¿verdad?— miraba a Mike suplicando por ayuda.

—A-ah, sí, cierto, es algo que podemos manejar nosotros, así que tranquila, nos las podemos apañar— Mike entendió esa mirada e intentó ayudar él también mientras rezaba por algún milagro.

—Ahora que lo pienso, hace tiempo que no tuviste un descanso, ¿no? Estás siempre metida aquí, sal un poco y disfruta del sol de verano mientras nosotros te cuidamos el laboratorio— se le ocurrió la idea de utilizar esa excusa barata y sacarla a la fuerza de ahí.

—O-oye, espera, no empujes, y no necesito descanso, estoy bien así— se quejó la chica que estaba siendo empujada por el policía insistentemente.

—Que sí, que sí, sal un poco anda, y no te preocupes por nada.

—E-espera— la chica estaba casi fuera del laboratorio—. Vale, vale, saldré, pero para de empujarme, y si cuando vuelva veo algo raro no hay quién te salve de mis manos, ¿entendido?— amenazó la chica quitándose las arrugas de la bata causadas por los empujones y el forcejeo.

El laboratorio era su segundo hogar y siempre lo cuidaba, si le pasara algo ella estaría destrozada, y mataría al que lo destruyó.

Cuándo la chica desapareció por el pasillo los dos hombres suspiraron de alivio y miedo.
Ella podría ser Satanás en persona si se llegaban a meter en sus cosas o en su vida, por eso es mejor no verselas con ella.

Una vez solos fueron a analizar el pelillo que tenían.

Lo pusieron en la máquina y ésta lo empezó a analizar.
Esperaron y esperaron a que buscara dueño, pero a decir verdad tardaba demasiado.

Cansados de estar de pie decidieron sentarse, pero en el momento de hacerlo la máquina sonó, significaba que había encontrado algo.

Los dos se acercaron corriendo hacia allí, miraron la pantalla y la sorpresa que tenían en sus rostros era indescriptible.
¿Cómo podía ser eso posible?

En la pantalla se podía ver que ningún ADN era compatible con el pelo.
Ninguno, y hay millones de personas en el mundo.
Pero ninguno coincidía.

No se lo creyeron, así que decidieron hacer de nuevo una búsqueda nueva, y otra y otra. Todas daban una respuesta negativa.

—Pero, ¿cómo? Es prácticamente imposible que no coincida con nadie— decía Mike incrédulo por lo que estaba viendo.

—¿Estás seguro de que este mechón le pertenece?— preguntó Rafael con el mechón en la mano, lo había sacado ya de la máquina al ver siempre una repuesta negativa.

—Sí, ya te conté cómo se lo extraje, además me aseguré bien de que fuera de su pelo antes de quitarlo— el detective no cabía en sí, el pelo era suyo, entonces, ¿por qué daba negativo?

—Mike, creo que sé porqué nos da negativo, nos pasó una vez con un asesino, me temo decirte que el mechón es falso— dedujo Rafael.

—¿Cómo?— cuestionó incrédulo el detective.

—Una peluca, puede ser que se haya puesto una, por eso no nos da una respuesta positiva, es pelo falso— dijo convencido el policía, ya les había pasado una vez, y al parecer les volvía a pasar de nuevo.

—¡Genial! Tenía que haberlo imaginado, ni siquiera el pelo es de verdad, gracioso, ¿no?, ¿Sabes qué? Se acabó lo de jugar, voy a confrontarla ahora mismo, estoy harto de todo esto— Mike salió del laboratorio en dirección al coche, pensaba ir a la casa de esa tipa sea cómo sea y ella misma le diría la verdad.

—Oye, espera— Rafael salió en su busca, preocupado por él.

Lo pudo alcanzar antes de que se fuera y se subió al coche, le reprochó al detective que no podía irse así cómo así sin nada de protección, pero Mike no escuchaba nada, le cegaba el enfado, arrancó el coche y en menos de 5 minutos estaban en la casa de Laura.

—Dame tu arma— le exigió Mike.

—Oye, amigo, no hagas nada de lo que te arrepientas.

Rafael sentía un miedo dentro de él, nunca lo había visto así, tan frustrado, tan enfadado, tan.... todo, pero lo entendía, al igual que él, para Mike su trabajo era lo más importante, era su vida, los casos eran todo para él, pero cuándo esa mujer se presentó en su despacho él sintió que solo estaba jugando, dando vueltas una y otra vez a la misma cosa, cómo si eso no fuera más que juego, cómo si se estuvieran riendo de él y de su trabajo.

Por ello lo apoyaba en todo, por ello le dejó su arma y estaba caminando detrás de él para prevenir una desgracia.

Porque entiende esa sensación de frustración que decidió seguirle.

Una vez delante de la puerta la tocó esperando por respuesta, al otro lado se escuchó una voz femenina que decía que enseguida iba.

Mike preparó el arma, lo sostuvo en su mano, y con la con toda seguridad esperó a que la puerta se abriera. No iba a disparar, no era un asesino, solo iba a asustarla hasta que soltase toda la verdad.

—Sí, ¿quién e...?— no pudo terminar la pregunta ya que tenía la pistola en el corazón apuntándole—. Vaya, detective, que sorpresa verlo por aquí.

La mujer que hablaba no era la que Mike conocía, era otra, o parecía otra, ya que solo la pudo distinguir por su timbre de voz.

—¿Quién eres en verdad y por qué estás aquí?— demandó Mike apretando mucho el arma y frunciendo su ceño, poco más le faltaba para parecer un volcán en erupción.

—Vaya,vaya, vaya, ya lo descubrió, eh, muy hábil de su parte, ya que ni siquiera pudo con unas pistas de nada. Ah y Rafael, gusto conocerte, eres mucho más guapo en persona— decía esa persona apoyada en el umbral de la puerta.

—¿Me conoces? — interrogó esta vez el policía incrédulo.

Continuará.....

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