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Sonrió cerrando su bloc de escritos y dándole un último sorbo a su café mientras miraba por una de las ventanas de la cafetería de la facultad de Artes y Periodismo. Por fin había conseguido la inspiración necesaria para ponerse a escribir. Suspiró recordando el momento lleno de placer que había dado como fruto aquella inspiración tan abrumadora y cargada de erotismo y, justo cuando iba a hacer el amago de levantarse, alguien más rápido tomó asiento frente a ella.
— Hey— saludó un chico, alargando exageradamente la última letra.
Le sonrió.
— ¿Me recuerdas? Soy Danniel: el chico de la tienda veinticuatro horas de la esquina, compartimos la mayoría de clases— añadió frenético poco después.
— Claro que te recuerdo— suspiró haciendo memoria.
Recordaba mejor a su novia, una misteriosa preciosidad; pensó con picardía.
— ¿Puedo ayudarte en algo?— preguntó después, curiosa de saber por qué razón el chico le había hablado.
— Bueno... Venus y yo vamos esta noche a ver una peli y cenar con unos amigos y me propuso invitarte, no suelo verte con nadie del campus y supuse que tal vez deberías conocer gente— explicó alegremente— Así que... ¿Te apuntas?— se interesó el chico, mirándola expectante.
Soltó una carcajada.
— Está bien, no me vendrían mal unos amigos nuevos— aceptó de buena gana, pensando en ver de nuevo a la pelirrosa.
— Genial, te veo sobre las ocho; ¿está bien?— sonrió el chico, recibiendo un simple gesto de asentimiento por parte de ella.
Se levantó entonces de la mesa de la cafetería tomando su bolso y algunos libros y salió de allí pensativa. El chico no había mencionado su casa en absoluto.

— ¡Unnie!— alguien la llamaba en coreano mientras se alejaba de la universidad, sólo había tres personas que se referían a ella en coreano.
Giró lentamente la cabeza para fijarse en un chico más bajo que ella de altura al que conocía demasiado bien. Corría hacia ella con las manos cargadas de hojas de papel saliendo de su bloc de dibujos y tenía el rostro y las manos salpicados de pintura acrílica. No pudo evitar sonreír, aquel chico era de las personas mas importantes de su vida.
Se detuvo en la acera a esperarle mientras repasaba su aspecto. Como siempre su lechosa piel era incapaz de tostarse por el más mínimo rayo de sol y tenía su rojizo pelo liso algo despeinado por la carrera, no se había olvidado aún de llevar un pañuelo adornando su frente en honor a su género favorito de música y mucho menos había superado la época de los pantalones rotos por la rodilla y las sudaderas extra grandes pero, eso sí, bien combinado.
— Unnie— alcanzó a repetir el chico cuando ya estaba más cerca, con su preciosa sonrisa que hacia desaparecer sus ojos— Llevo gritando desde hace más de un cuarto de hora, señorita— la regañó frunciendo levemente el ceño, resoplando y tratando de calmar su respiración tras la carrera que se había dado.
Soltó una carcajada llena de ternura llevando una de sus manos a la cabeza de él y revolviendo un poco más su pelo.
— No te escuché, lo siento— se disculpó casi automáticamente, recibiendo un gesto extrañamente adorable y enfadado de parte de él.
— Nunca escuchas nada que no sean peticiones sexuales, pervertida— atacó fingiendo estar indignado y haciéndola sonreír de nuevo.
— Oppa, perdóname... Por favor— susurró bajito cerca de su oído antes de darle un dulce beso en la mejilla.
— Esta bien... Con un beso en la mejilla no me queda otra que hacerte caso— murmuró él entre dientes, bajando un poco la mirada mientras se sonrojaba.
Hannah sonrió ampliamente, por cosas como esta era su persona favorita del mundo.
— ¿Cómo te ha ido el día, Oppa?— se interesó mientras comenzaban a caminar de nuevo por la acera sin ningún tipo de prisa.
El chico se lo pensó por unos minutos.
— Creo que eres la única parte buena del día de hoy, Unnie— confesó con una sonrisa algo torpe que inundó de cariño el pecho de Hannah— A veces llego a pensar que no voy a ser capaz con todo, ¿sabes? Tan sólo hoy he tenido que entregar cuatro trabajos diferentes— se sinceró con algo de tristeza.
Hannah suspiró.
— Te entiendo perfectamente— susurró comprensiva— Yo le debía a mi profesor de literatura un escrito desde hace dos semanas y no me venía la inspiración porque estaba demasiado concentrada en sacar los exámenes de las semanas anteriores- comentó pasando su brazo alrededor del hombro de él— Pero ya ha vuelto y, ya verás como tu también puedes con ello; solo queda esta semana más de pruebas y, luego, seremos libres como Dobby el elfo— dijo bromista, por alguna razón para ella era un buen día.
Su amigo soltó una corta carcajada.
— No sé qué haría sin ti— confesó risueño en un suspiro, adorando mentalmente haberla conocido aquel día.

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