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- ¿Sí? - habló llevándose el teléfono al oído.
- Hola, preciosa- aquella voz hizo que le temblaran las piernas.
- Dan- no quería sonar demasiado entusiasmada por la repentina llamada. Sonrió y cruzó sus piernas, apretando los muslos entre sí, como si eso pudiera detener algo.
- ¿Cómo estás? Me fui porque no quería hacerte sentir incómoda por la mañana- susurró, dejando entre ver una ligera sensación tímida.
- No te preocupes, estoy bien- contestó levantándose del sofá con algo de dificultad y caminando hacia su habitación para mirarse las heridas en el espejo, desnuda- ¿Llamabas por algo en concreto?- se sentía ansiosa al verse los cortes y tocarlos suavemente, recordando todo lo que había ocurrido.
- Vamos entrar a una discoteca y... Quiero que vengas- dijo el chico al otro lado de la línea.
- ¿Vamos?- se extrañó abriendo el armario y sacando un vestido simple y ajustado de cuero negro.
- Sí, Venus también ha venido - en ese instante sintió que su sexo se derretía- Entonces... ¿Vienes? - preguntó impaciente, haciéndole salir del trance en el que estaba.
- Sí.

Aparcó un par de calles lejos del pub al que iba y caminó hasta la entrada. A simple vista aquello era la boca de una estación de metro antigua algo iluminada por carteles de neón y siniestramente ocupada en las noches. Cualquiera que hubiera ido por primera vez habría supuesto que era una simple discoteca, un bar de copas tal vez; pero, realmente, aquello era el lugar de encuentro más famoso de la ciudad. Un lugar de reunión entre jóvenes que querían divertirse en las noches de fin de semana y los miércoles hasta las dos de la madrugada. Bajando las escaleras de la boca, había una puerta de incendios donde habían pintado con grafitti el nombre del lugar: OegYein, también conocido como Alien.

Divisó a Danniel y su amiga a unos metros. Ella estaba descansando con su espalda apoyada en una farola cercana que iluminaba vagamente la entrada al pub. Sonrió soltándose el pelo en cuanto noto la mirada de la chica sobre ella. Él, en cambio, ni siquiera se había dado cuenta de que se acercaba sigilosamente por su espalda. Se asomó tras él, asustándole.
- Hola, espero no haberos hecho esperar demasiado- sonrió amablemente, dando un beso suave a la mejilla del chico. Sintió su mano ajustándose a su cintura.
- En absoluto- contestó él, hechizado por su mirada. Le guiñó un ojo y escuchó un leve bufido molesto por parte de la chica. La miró.
- Hola a ti también- dijo con un tono algo más pícaro. En su cabeza el único plan era pasar la noche con ella entre las sábanas.
- Deberíamos entrar- suspiró la chica de pelo rizado, girándose hacia la puerta sin esperar una respuesta. La siguieron.

El aire dentro del pub era pesado: había un artificial humo espeso flotando cerca del suelo hasta la altura de las rodillas; la pista de baile, que se encontraba en el centro, estaba a rebosar de gente y, el bar, donde servían las bebidas y cócteles, tampoco estaba vacío. Las paredes de Alien eran de un negro puro, de ellas colgaban ristras de luces blancas de navidad que iluminaban todo el espacio. Luces de neón decoraban y hacían notar el bar y las estanterías llenas de botellas de alcohol. Las personas que bailaban, todos vestidos de negro, tenían linternas fosforescentes en las manos y los rostros pintados de colores brillantes. Todos saltaban perlados de sudor y con los ojos cerrados, dejándose llevar por la música dubstep de fondo.

- Parace que le gustas a Dan- el comentario de la chica de piel canela descolocó a la asiática. Estaban juntas en el baño. Una dentro de una de las cabinas de puertas rojas y la otra apoyada en el lavabo, de espaldas al gran espejo con focos de luz blanca. Tenía los brazos cruzados bajo el pecho con desenfado mientras esperaba a que Venus saliese del servicio. Soltó una carcajada sonora.
- Es una pena, no es él quien me gusta- dijo con desenfado, escuchando como la chica abría por fin la puerta del cubículo y salía, mirándola intensamente a los ojos. Sonrió con picardía.
- ¿Te gusta alguien? - de pronto la menor parecía interesada aunque no quiso prestar atención a la mirada lasciva de Hannah y se dispuso a pintarse los labios de un tono rojo cereza. La asiática se colocó tras ella y miró su reflejo.
- ¿Celosa? - preguntó traviesa, viendo como Venus tardaba en contestar.
- No, solo me parecía sorprendente que tengas algo de amor para otras personas en ese corazón tan orgulloso tuyo- susurró la pelirrosa a la vez que se giraba lentamente hacia ella y sonreía. Hannah se abalanzó sobre ella, llevando la mano a su cuello y apretándolo ligeramente con los dedos. Los ojos de Venus se agrandaron por lo inesperado pero brillaban. Estaba sonrojada.
- Deberías tener más cuidado con lo que sale de esa preciosa boca, princesa- aquellas palabras salieron como un murmullo ronco de los labios de Hannah. Su respiración estaba ligeramente alterada, sus ojos sólo veían el rostro tímido de la otra chica y sus dedos sentían la suavidad de otra piel bajo su agarre. Delicioso; pensó. Era la reacción perfecta.
Soltó a la chica con calma y le sonrió como si nada hubiese pasado- No quiero que nada te pase, ¿está bien? - dijo seguidamente, deslizando un mechón de pelo rizado tras la oreja de ella y acariciando su mejilla con dulzura.
Venus bajó la mirada y asintió en completo silencio, le temblaban las manos y su cerebro trataba de encajar correctamente aquella situación. Estaba cachonda. Hannah le tendió la mano y la tomó aún cohibida. Ahora entendía toda esa curiosidad creciente en su interior desde la primera vez que la vio en la tienda.
Al segundo siguiente estaban de nuevo junto a la barra, pidiendo una ronda más de copas para los tres. Daniel y Venus sentados cada uno en un banco plateado de los que había y, Hannah, de pies frente a ellos, como si la vida le quisiese hacer ver que debía elegir.
Sus ojos titilaban negros en la oscuridad suprema como si se tratase de un hechizo inacabado. Un conjuro que no pretendía llegar a su fin. La larga melena lisa de Hannah se balanceaba tras su espalda con agitación, dándole ganas de sentirlo entre los dedos. Vestida así, mirándola así, bailando como si estuviera dispuesta hacerle el amor y la guerra al mismo tiempo. Sus ojos estaban absortos en todo el movimiento que suponía su delgada figura bailando al ritmo de una música que estaba en su cabeza, ahora entendía por qué le gustaba a Dan. Era sencillamente preciosa. Sus labios se entreabrieron y los lamió casi con necesidad, se le estaba secando la boca. Sintió la mano de la chica asiática en su rodilla, se acercaba a su oído lentamente.
— Vamos a la pista, nena— su sexo se humedeció al instante. Asintió en trance, volviendo a tomar su mano y siguiéndola a la pista de baile sin mirar siquiera al chico que las acompañaba.
Hannah puso las manos entorno a su cintura y sonrió con picardía, acercándola a su cuerpo con una seguridad total. Se miraban a los ojos fijamente mientras sus cuerpos pegados se dejaban llevar por la música. Subió las manos al cuello de Hannah sin decir nada, la quería aún más cerca, todo lo que pudiera. La chica bajó su cabeza para comenzar a besarle el cuello muy lenta y secretamente, Venus dejó que su cabeza cayese sobre el hombro de la otra, derrotada ante el deseo de más y las sensaciones agradables. Se dejó besar y dejó que los largos y finos dedos de Hannah se clavaran suavemente en la piel de su espalda baja en un intento de mantenerla cerca y sin escapatoria. La chica paró de pronto y la miró con algo de preocupación y necesidad, haciéndola sonreír orgullosa. Lo siguiente que sintió fue una mano ajena sobre la entrepierna de sus ajustados vaqueros, ahogó un suspiro cuando le invadió un peligroso cosquilleo en el centro de su vientre. Se estaba poniendo cachonda a una velocidad exasperante.
— Vamos a otro sitio— susurró avergonzada, apresando la mano extraña entre sus muslos con la intención de detenerla. Hannah sonrió con superioridad, sabiendo que tenía realmente el control total de la situación.
— No vamos a ir a ninguna parte, preciosa— aquellas palabras desbloquearon una parte de Venus que ni ella sabía que tenía. Su cara de vergüenza se deshizo dando paso a una sonrisa boba y sumisa.
— Está bien— cedió a prisa, dejando de presionar sus muslos entre sí automáticamente.
Hannah besó sus labios mientras su mano se colaba dentro del pequeño tanga de la pelirrosa. Hacía suaves círculos sobre el clítoris de la chica, sintiendo a la vez como su cuerpo correspondía al tacto: su intimidad cada vez más húmeda, la respiración cada vez más agitada, las piernas cada vez más débiles, los finos dedos de la chica aferrándose entorno a su cuello en un intento de mantenerse de pies... Sonrió.
— Eres un desastre— musitó junto a su oído.
— Voy a correrme— Venus sonaba desesperada; con la voz entrecortada por los suspiros y gemidos que trataba de acallar. Movía su cuerpo con el unico propósito de sentir más el adictivo toque de sus dedos.
— No, no lo harás— dijo en una risa envenenada de superioridad. Sacó la mano de la ropa interior de la chica y sonrió cuando ella le miró con los ojos llenos de preguntas y necesidad no resuelta— Mira qué tarde es—comentó de pronto, como si allí no hubiera pasado nada en absoluto— Deberíamos irnos ya a casa, ¿no crees?— preguntaba con segundas intenciones.
— Avisaré a Dan.
El chico estaba borracho, apoyado en la barra mientras se reía de todo y nada conversando con otro borracho. Se miraban concentrados a los ojos, hablando con los rostros muy cerca y casi en un susurro que tan sólo ellos podían escuchar. Cuando vio a Venus acercarse, Dan se levantó casi en un salto y la rodeó con el brazo por encima de los hombros, sonriendo orgulloso al chico moreno que tenía delante.
— ¿No te parece preciosa?— preguntó con un tono atontado, obligándola a girar sobre sí misma para que su compañero de copas pudiera verla completamente.
— Está buenísima, tío— otro comentario innecesario como respuesta. Venus se pasó un mechón del flequillo tras la oreja, estaba incómoda.
— Hannah y yo queremos irnos, Dan— le dijo al oído, intentando ser discreta.
—¿¡Irnos!? Pero si apenas acabamos de llegar— rió él, mirando a su nuevo amigo como si ella estuviera loca.
— Es verdad, además, si te quedas un poco puede que alarguemos la fiesta en mi cama— el moreno la miraba con ojos libidonosos y una sonrisa alcoholizada atemorizante.
— Lo siento, ya tengo planes— contestó soltándose del agarre de su mejor amigo y separándose de ellos un par de pasos— Yo solo venía a decirt...
— Tus planes soy yo, muñeca— el chico estaba de pie de pronto y la había apresado entre sus brazos con fuerza— Ya verás qué bien lo pasamos tú y yo— susurró, expulsando el aliento a alcohol en la cara de ella con una sonrisa orgullosa.
— Suéltala— aquella voz repentina sonaba ronca y grave para ser de una chica— Vamos, has escuchado lo que he dicho— los brazos del extraño la soltaron automáticamente— Discúlpate.
— Lo siento, no sabía que...
— Conmigo no, gilipollas— Hannah hizo un gesto y la señaló con la cabeza.
— Espero que me disculpe señorita, ha sido el alcohol, no volverá a suceder— tan pronto como dijo aquello desapareció en la multitud de gente que ocupaba el resto de la discoteca.
— Y tú te vienes con nosotras, no puedes conducir así— dijo tomando de un brazo a Daniel y tirando de él en dirección a la salida.
Cada una le agarraba de un lado tratando que no se cayera hasta que le dejaron caer en los asientos de atrás del coche blanco de Hannah. Cerraron las puertas, entraron en el coche y arrancó.
La asiática miró a Venus un segundo mientras conducía por las calles vacías, eran las tres de la madrugada. Suspiró y llevó su mano derecha hacia ella, dejándola reposar sobre su muslo con delicadeza, con los dedos muy cercanos a su entrepierna pero sin llegar a tocarla.
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Se que parece que me morí y me desaparecí del planeta pero no. Siento mucho este parón repentino pero no sabía cómo reanudar la historia, ahora ya sí.
Con cariño, V✨

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