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—¿Tan fácil como eso?

—Si, lo dibujas y se hace real. ¿Lo quieres o no?

—Me lo llevo

Pagué aquel extraño cuaderno de tapas negras de la extraña tienda de magia negra. No sé cómo Ágata había logrado engatusarme para ir a ese lugar tan alejado de mi casa... De hecho, no sé cómo consiguió que accediese a salir de mi cuarto, con lo feliz que estaba yo dibujando cosas de lo más alocadas en las últimas páginas del cuaderno de historia...

Mi nombre es Jairo, estudiante de primero de bachillerato.
Es bien sabido que todas las aulas tienen que tener por norma una serie de alumnos; el payaso, el empollón, el malote, los "popus" y ese rarito de pelo largo y oscuro, ese que lleva un flequillo que tapa sus ojos y se sienta en la última fila para pasar las clases dibujando. Y si, como habréis adivinado, ese último papel de aula me corresponde a mi. Los profesores ya ni se molestan, no hay manera de evitar que dibuje.

Y es que dibujar... Oh, dibujar. El sonido que tan pocos conocemos y tanto disfrutamos del lápiz acariciando la hoja de papel, el olor de la goma de borrar y el de la tinta fresca, y esa satisfacción que invade tu cuerpo al terminar la obra maestra de turno.
Dibujar no es sólo un hobby para mí. Es mi pasión, el mayor placer de mi día a día, mi droga, por darle nombre.

—¿Has comprado un cuaderno? -Dijo Ágata en mi oído con su natural tono de voz susurrante- ¿Por que no me sorprende?

—Bueno, supuestamente hará real todo lo que dibuje -Contesté mirando el cuaderno

—Entonces imagino que dibujaras una vagi... -Le tapé la boca

—S-sabes muy bien que no tengo esa clase de intereses... No aún al menos...

—Cierto, lo olvidaba. Que sea un pen... -Le metí el ticket en la boca

— ¿Y qué has comprado tu?

—Una cabeza reducida, una calavera y un libro de hechizos -Dijo escupiendo el ticket

—¿No puedes ser un poco más tétrica?

— El libro venía con un muñeco vudú... Le puse tu nombre -Me lo mostró orgullosa

— Miedo me da lo que hagas con eso...

Ella es así. Siniestra y pervertida a la vez. Tiene fama de bruja, no es muy popular y saca las mejores notas de química y biología. Es rara, está loca... Es simplemente, Ágata. Mi única y mejor amiga, casi una hermana.
Le gusta todo lo relacionado con el ocultismo, la magia negra y las cosas oscuras, pero os sorprendería ver lo femenina que es a veces.
Ella siempre ha estado a mi lado, aunque a veces, me gustaría que estuviese a una distancia de por lo menos un continente.
Después de un rato, logré sacarla de la tienda y fuimos hasta el parque a tomar un helado. Una vez acabamos, volví a mi casa. Como era mediodía, tenía que hacerme la comida, ya que mis padres estaban de viaje de negocios. Sinceramente, me daba una pereza espantosa, y a demás, la nevera estaba vacía. Ya era tarde para pedirle a Ágata comer en su casa, y los restaurantes cercanos estaban cerrados...
Miré el cuaderno ¿Por que no? Me lo llevé a mi cuarto y pensé en que me apetecía comer.
Finalmente, me decidí por una hamburguesa, así que la comencé a dibujar. En poco menos de cinco minutos la tuve dibujada, y no pasó nada ¿En qué estaba pensando? Ahora tenía un cuaderno con el dibujo de una hamburguesa.
Algo abatido, cerré el cuaderno, me levanté y avancé hacia la puerta, pero un ruido llamó mi atención. El cuaderno estaba botando, saltando, brincando y otras tantas cosas acabadas en "ando", para finalmente abrirse mientras emitía una cegadora luz dorada a la que pronto siguió un destello que me forzó a apartar la vista.
Cuando volví a mirar, había una hamburguesa como la de mi cuaderno sobre el mismo. ¿Qué clase de ciencia era esa? Debía estar soñando. Me acerqué un poco, lo suficiente para que el aroma delicioso de la carne a la parrilla llegase a mi. Tomé la hamburguesa entre mis manos y le di un mordisco.
Estaba deliciosa, y yo, asustado. En principio, no creía que el cuaderno tuviese esas propiedades mágicas, lo compré por falta de papel.
Este gran poder... Cuantas posibilidades tenía...
Mientras más lo pensaba, más ideas invadían mi mente. Dinero, una mansión... Las posibilidades eran infinitas, pero antes debía comprobar que esto no era un sueño, así que dibujé una mariposa que salió volando del cuaderno. Revoloteó por mi cuarto con sus coloridas alas emitiendo pequeños destellos. Si era un sueño, no quería despertar nunca.

Pasados unos minutos, me di cuenta del montón de cosas que tenía que hacer y volví a mis quehaceres. Tenía toda la vida para crear cosas, así que, podría pensarlo todo con calma y no liar nada.
Llegada la noche, me fui a dormir temprano, pues tenía que asistir a clase.

Durante todas las horas, estuve dibujando, incluso durante el recreo hice un retrato de Ágata. El aburrimiento era fuerte. Había dejado el cuaderno mágico en casa, más que nada para no causar problemas en clase.
La última hora era la de lengua castellana.

—Muy bien, alumnos, en los últimos cinco minutos de clase os contaré que tendréis que hacer como proyecto de fin de curso -Dijo Alfredo, el profesor- Os he colocado por parejas. Tenéis que hacer un trabajo a mano sobre una era importante para la humanidad. Procurar hacerlo bien. No os pido guías telefónicas, pero si algo más que una servilleta de bar

Y dicho eso, comenzó a nombrar las parejas. Yo dibujaba mientras tanto, sin prestar atención alguna, pero a la vez, suplicando a toda divinidad que me tocase con Ágata

— ...y por último, Jairo y Rebecca -Concluyó Alfredo

— ¿E-eh? -Comencé a a ponerme nervioso y me sonrojé un poco

Rebecca es... Es la perfección. Es muy inteligente, de las primeras de la clase, se le dan bien los deportes, según muchos es de las más lindas, y como punto extra, es de Londres, por lo que tiene un bonito acento inglés. No sé lo que me pasa al estar cerca de ella, pero empiezo a sentir calor, pierdo la capacidad de hablar y me pongo nervioso, siento presión en el pecho y puedo escuchar mis latidos acelerados. Una mezcla de ganas de vomitar y felicidad me invaden enseguida, junto con unas ganas enormes de tocar su pálida y pecosa piel.

No me pasa con nadie más. Es una sensación que escapa de mi entendimiento.
Ella se acercó. A cada paso suyo, más presente se hacía esa sensación tan extraña. Mis neuronas me abandonaban a mi suerte

— Hello, Jairo -Dijo sonriendome- Necesitamos un lugar para hacer el trabajo. ¿Te parece bien en la biblioteca del centro?

— P-pájaro -Dije en un momento de brillantez- D-digo... No me gusta mucho salir de casa... ¿Podrías venir tú? T-te compensaré con galletitas por la caminata -Dije sabiendo que vivía lejos

— Nice! -Me dedicó otra radiante sonrisa- Me pasaré sobre las seis y media. See you! -Y volvió a su sitio

— Cuervo... -Susurró Ágata en mi oído

— ¿Y eso a que viene?

— Dijiste pájaro... Supuse que querrías dibujar uno para ese árbol -Señaló el dibujo de mi cuaderno

— Oh... Si, cierto, aunque pensaba algo más alegre, como un jilguero

— ¿Y a que venía ese comportamiento? ¿A caso te gusta?

— Si, me encanta dibujar, ya lo sabes

— Me refiero a Rebecca

— ¿Rebecca? No es un objeto para gustarme... ¿Y por qué debería gustarme?

— Para hacer esto -hizo un aro con dos dedos de una mano y pasó otro dedo de la otra mano por su interior

— ¡Que no tengo esos intereses!

— Lo se, pero me gusta ver cómo te pones -Rió entre dientes

Cuando la clase acabó, me fui corriendo a casa. A las seis y media vendría Rebecca... ¿¡Que se supone que debería hacer!?
Como una exhalación, limpié la casa y preparé las galletas que le prometí con la ayuda del cuaderno, a demás de algunos refrescos. Justo cuando ordené todo, sonó el timbre. Ya estaba aquí... Socorro

GarabatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora