1. Seducirme otra vez.

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Muchas veces se puede grabar un recuerdo a través de una cámara fotográfica que te permite recordar ese hermoso paisaje que no deseas olvidar, porque vamos, la memoria es frágil y con el mínimo descuido olvidas varios acontecimientos. Pero aun así, él prefería guardar en su memoria el rostro de la castaña. Bueno, aunque también lo hizo en la memoria de su celular.

La primera vez que la vio, creyó que esa chica era bastante rara. En la actualidad ya casi nadie leía, al menos a que sea necesario o los profesores te obliguen. Pero ver a esa castaña caminar por la calle con la nariz pegada al libro le sorprendió. ¿Qué de interesante se hallaba en leer un libro con tantas hojas?

Cuando pequeño amaba leer, pero luego supo que se perdería de lo bueno de la vida si seguía con la nariz metida en los libros. Así que hizo a un lado los libros y se dedicó a...vivir.

Observó el título del libro de la castaña y ella sonrió ante algo que debe haber leído, de seguro alguna cursilería barata que dicen esos personajes en los libros donde los hacen parecer que son lo más perfecto del mundo y unos románticos de primera. Ya se imagina el diálogo que ha puesto a la castaña tan feliz y luego sonrojada:

«Tus ojos fueron capaces de iluminar el sendero oscuro de mi vida, con tu sola sonrisa encontré el camino de vuelta a la realidad, con él sonido de tu voz, me devolviste la vida, princesa. Ahora solo quiero besarte hasta el alma, y conocer ese lado oscuro, mi bella princesa.»

Bueno, está bien quizá eso no sea lo que estaba impreso ahí pero se rio de solo imaginarse a él repetir semejante cursilería. Hasta el hecho de pensar en ese pequeño párrafo hizo que se le revolviera el estómago.

No entendía como la gente podía vivir diciendo cursilerías todo el tiempo, Christopher para la única persona que ocupaba «cursilerías» era para su madre. Nadie más, ni siquiera a sus sobrinas les decía algo cariñoso. Bueno, aunque a veces era grosero con su cuñada y sus hijas. ¿Pero qué culpa tiene él de que no le guste que las pequeña demonios quisieran teñirle el pelo de color naranja chillón? ¿Y así mismo de haberse sentado sobre las ollas de juguete y romperlas? ¿O cuando sin querer rompió un brazo de una Barbie al querer saber que había dentro de esas feas cosas que les encantaba a sus sobrinas? Christopher era curioso, pero también algo cruel y sarcástico.

Se acercó sigilosamente hasta la castaña y se posicionó detrás de ella, levantó la cabeza y pudo ver las letras impresas del libro que sostenía la castaña, leyó algunas palabras brevemente y no necesitó más para saber que era algún libro de romance.

— ¿Por qué los chicos no pueden ser como este?—dijo la castaña mientras abrazaba el libro contra su pecho, ella aún no se percataba de su presencia.

—Porque somos reales, no somos perfectos como esos tipos que son el típico chico malo que se enamora de la pobre virgen del instituto. —la castaña dio un respingo y volteó a ver a Christopher quien ignorando su mirada siguió hablando—. Tampoco del vampiro que se enamora de la humana y rompe las reglas solo por estar con ella. Tampoco del guapo chico del instituto, el capitán de fútbol, el mejor amigo guapo, un hombre lobo... ¿Ves? Nosotros somos reales. Y claro que a veces está bien querer algo de acción...

— ¿Qué estabas haciendo?—exclamó enojada la castaña, Christopher se fijó en sus ojos. Un hermoso color chocolate. Siguió hasta su boca, esos pequeños labios y cubiertos con una capa de labial de color rosa pálido.

Volvió a la realidad cuando el carraspeo de su acompañante lo hizo volver a la realidad.

— ¡Hey! Te pregunté qué estabas haciendo, ¿acaso te has quedado mudo?—dijo con un ligero toque de diversión.

EnamórateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora