18. Llorando en el club.

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Maratón 1/3

*Capítulos finales*

La mañana pasa muy lento, según Catalina, quien después de volver a ver a Carla -quien volvió para llevarse lo que le faltaba- se fue sin despedirse y claro, haciendo que la castaña se sienta mal.

— ¿Lo quieres?—le había preguntado Carla mientras el taxista se llevaba una caja, Catalina asintió.

—Mucho. —respondió y se sintió miserable, si Alejandra estuviera aquí seguramente le hubiera abofeteado por sentirse inferior a Carla.

—Pero no lo amas.

— ¿Tú lo amas?—contraatacó la castaña quien se atrevió a mirar a su amiga a los ojos, unos ojos que mostraban suficiencia y autoridad.

—Lo amo, y mucho.

—Si lo amaras no le harías esto. —Carla se quedó callada.

—Solo quiero lo mejor para mi bebé. Deberías saberlo.

—Claro, pero no de esta manera. Puedes pedirle a Chris una pensión alimenticia...

—No te dejaré a Christopher si eso piensas, olvídate de él.

Dicho esto se fue del lugar.

Alejandra había ido hacia el departamento de Christopher para pedirle el celular de su amiga, ella no se sentía del todo bien como para ver frente a frente al castaño. Aunque siendo sinceros, Alejandra tampoco quería verlo ni en pintura, pero solo porque su amiga sería capaz de hacer una locura por él accedió a buscarlo.

Lastimosamente Christopher no se encontraba en el departamento y según los vecinos, se había marchado muy temprano.

— ¿Te duele?—preguntó la doctora del club mientras apretaba el hombro de la castaña, Erick estaba también ahí porque necesitaba las vitaminas.

—Ya no mucho. —respondió, Erick se sentó a su lado y le sonrió, ella le devolvió el gesto.

—Okay, escucha todos los días te colocaras una bolsa de hielo por diez minutos y luego harás los ejercicios que hicimos hace un momento, cuando el dolor desaparezca por completo iniciaremos con la otra parte del tratamiento.

— ¿Por qué no ahora?—cuestionó mientras se cerraba la chompa.

—Porque aún sigue tu hombro inflamado, es importante que no exista dolor para que estés en el agua en pocos meses.

—Está bien. Gracias.

Se marchó del consultorio y Erick la seguía detrás, se sentaron en las gradas y observaron a sus compañeros nadar.

— ¿Te cuento un chiste?—dijo el ojiverde, Catalina volteó hacia él. Sus compañeros le decían que los chistes de Erick eran pésimos pero nunca había oído uno.

—Claro.

— ¿Por qué la naranja no tiene cuernos?—Catalina se quedó pensando. —Porque si no fuera una to-ronja. ¿Entendiste?—después empezó a reírse, Catalina lo acompañó.

En verdad eran malos, pero no sabía que le causaba gracia, el chiste malo de Erick o que él la haya hecho reír.

—Tengo otro si quieres. —comentó. Catalina asintió. —Verás van dos cerezas a una tienda y la una se mira en el espejo y dice ¿cereza yo?

Ambos rieron.

—Estaba pensando en dejar esto—murmuró la castaña, Erick volteó a verla rápidamente. —Siento que en cualquier momento tendré una lesión más grave y tengo miedo de ser una inútil aquí.

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