3. Aquí estoy yo.

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El agarre de la mano de Christopher sobre la suya era firme y delicado a la vez. No le hacía daño, y podía sentir la calidez que emanaba la piel del castaño, además podía percibir la dulce fragancia que acompañaba a este hombre.

—Sube. —dijo Christopher, mientras abría la puerta del carro. Catalina lo miró unos segundos y Christopher le sonrió—. Anda, te llevo a casa, o a donde tenías planeado ir.

—Okay. —respondió y entró rápidamente. Christopher cerró la puerta y dio la vuelta para sentarse en el asiento del piloto.

Catalina tenía pensado decirle gracias por haberla ayudado con aquel hombre extraño. Por otro lado, eso involucraba el beso, entonces Christopher pensaría que ella le daba las gracias por el beso. Aunque no podía negarlo, ese muchacho tenía ese don para besar. A pesar de haberlo besado por menos de cinco minutos, le hizo querer tenerlo junto a ella siempre y besarlo a su antojo.

— ¿Catalina?

Salió de su ensoñación y vio que Christopher estaba mirándola fijamente con preocupación, se había detenido por el semáforo que estaba en rojo.

— ¿Si?

—Hum. Te preguntaba a donde quisieras que te lleve. —dijo rascándose la nuca, para luego acelerar. Catalina se aferró bien al asiento y cerró los ojos.

—A mi casa está bien. Si no es mucha molestia. —dijo y Christopher le tomó de la mano para darle un apretón y bajó la velocidad, Catalina le dio la dirección y charlaron amenamente en todo el trayecto.

— ¿Y tus padres?—preguntó Christopher mientras movía la palanca de cambios y le sonreía a Catalina, supo que había metido la pata cuando notó la expresión sombría de Lina. —Oye... Yo no...

—No vivo con ellos. —contestó secamente y se mantuvieron en silencio un buen rato.

Tal vez Christopher había tocado un tema muy sensible para Catalina al preguntar sobre sus padres. Puede que ellos no quieran verla o viceversa. Quizá algún problema fuerte o algo parecido. Tendría que quedarse con la duda pues estaba seguro que Catalina no le daría detalles del porqué de ese distanciamiento con sus progenitores. Aunque Christopher tampoco era muy diferente a ella. Vivía con su madre hasta hace tres años, su padre vivía en otro país con una nueva familia y usualmente solía mandar dinero para su único hijo varón. Cosa que no le desagradaba para nada pues no tenía que preocuparse por los gastos del departamento, pero contrario a todo eso nunca pudo saber lo que era recurrir a los brazos de su padre cuando su madre estaba enojada o por algún regaño. Nunca pudo hablar de sus dudas durante la pubertad con su padre y esos temas eran muy incómodos o extraños para hablarlos con su madre.

Christopher miró a Catalina. Era muy bonita y delicada como para ser una más de su lista. Sentía que quizás su sucia conciencia le decía que dejara a esa chica porque algo tan dulce como ella no merecía ilusionarse con un idiota mujeriego como él. Algo muy dentro de él quería alejarse de Catalina porque ella le recordaba a su antigua amiga, y no quería hacerle daño. Ella se merecía ilusionarse con un tipo que valga la pena, un tipo con el que ella no se arrepintiera de haberse enamorado.

La suave piel de sus manos lo trajo a la realidad, ella lo miraba fijamente cuando se detuvo a varios metros de la dirección que ella le había dado, apretó el agarre en su mano y se miraron por unos momentos. Catalina bajó la mirada y Christopher se relamió los labios, y cerró los ojos. Quería besarla, quería ir con ella al departamento y enseñarle las diferentes formas de hacer el amor... Un momento, él nunca pensaba en hacer el amor, solo era sexo. Esta chica lo estaba confundiendo, no la conocía lo suficiente como para hablar de amor... ¿O quizás si era hora? No creía en el amor a primera vista, era algo absurdo. No hablaría de amor porque no lo sentía, solo estaba confundido por la respuesta seca de la chica castaña.

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