Y entonces vino la muerte...

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Maisie

El caballo de Sebastián se mandó a alistar por órdenes del Rey, pero el mío no y supe que no me querían allá. Mandé a un sirviente en busca de uno de mis hombres, para que ellos acompañaran, o en todo caso, que siguieran a Sebastián y que se aseguraran de que regresara a salvo.

No me despedí de él, nunca lo hacemos, o al menos cuando pensamos que no es necesario. Caminé en dirección al salón real sólo para intentar mantener mi mente ocupada en otras cosas y no pensar en Mary o en Francis o en Carlos y mucho menos en Sebastián. No quería creer que tuvieran a los más importantes del reino en un carruaje camino a ingleses y que el Rey lo permitiera. Aunque eso sí, hacer algo en contra de esos hombres sería declararle la guerra a Inglaterra y entonces serían los problemas serios.

No contaba con que mi presencia perturbaría la de la Reina Catalina, que se encontraba con Nostradamus junto a ella, pero así fue, y caminó hacia a mí amenazante. Aunque pude pensar en que era buen momento preguntarle sobre aquél día en la boda de Isabel.

— Maisie, querida, me alegra que alargues tu estancia en la corte. Así podrás ayudarme... — Comenzó a decir.

— Disculpe majestad, en realidad, querría hablar con Nostradamus a solas. Usted entenderá. — La mujer me miró incrédula, pero se marchó, claro, no sin decirle a Nostradamus con la mirada que me despreciaba totalmente.

— En que la puedo servir, mi lady...

— Nostradamus, el día que mi prenda cayó al suelo, ¿Usted tuvo una visión mía? — Pregunté temerosa. Él me miró como si las piezas de un rompecabezas imaginario encajaran en la perfección.

— No, pero sí pude ver tu pasado... — Comenzó a explicar. — Una vez mi padre me dijo que puedo compartir mis dones con el mundo, pero no pensé que también con otras personas. — Empezamos a caminar. — Hubo una vez un muchacho al que sané, pero al tocarlo él vio el futuro y yo pude ver su pasado. Dígame, mi lady, ¿Usted vio algo?

— ¿Qué pasó con el muchacho? — Pregunté.

— El pasado le ayudó a que su futuro fuera mejor. — Me respondió.

— Yo creo que he tenido una visión — Comenté. — Pero la sentí tan vívida que parecía mi realidad.

— Las visiones son extrañas, en algunas ocasiones se te revela a ti mismo cometiendo actos impredecibles, pero al final, sólo es una manera de mostrarlo. Algo que debes interpretar.

— ¿Qué vio usted? Me refiero, a mi pasado ¿Qué fue lo que vio?

— Lo que te ha atormentado desde que dejaste la corte a tus seis años, a tus pequeñas amigas. — Di un profundo suspiro. — Lo siento.

Asentí. Él se retiró y esperé a tranquilizarme, nada de eso me traía bonitos recuerdos. Mi niñez en la corte Francesa fue dura y se llevó a tantos, en su mayoría, todos los que deseaban protegerme. Por ello no iba a permitir que volviera a ocurrir, y haría lo que fuera para que ese futuro fuese incierto.

Pasaron las horas, y no había noticias de Sebastián o los demás, me preocupaba pero confiaba en que estuvieran bien. Elisa, la mujer que organizaba las fiestas me pidió que le ayudara a decidir los colores para el día de campo para el príncipe Carlos y Madelynne, a quienes se celebraría. Entonces el carruaje real fue anunciado llegando a la corte, para ese entonces ya me encontraba en mis aposentos.

Comencé a caminar apresuradamente, bajé las escaleras hasta que el grito aterrador de una mujer me detuvo. Lo aterrador que se escuchó me hizo estremecer del miedo y parecía no haber nadie que atendiera ¿Porqué la vida te juega al suspenso?

Me acerqué lentamente olvidándome de Bash, o de mi hermana Mary, quería averiguar si alguien necesitaba ayuda aunque el miedo no me dejara caminar. Era medio día y afuera dominaba la luz del sol pero dentro de esa habitación al subir los pequeños escalones del pasillo estaba más oscura que nunca y temí.

— ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? — Pregunté, pero era tarde.

Había permanecido parada en medio del cuarto oscuro durante unos segundos pero esos bastaron para que el filo de aquello que parecía ser una espada atravesara y cortara mi piel. Se sentía como un hierro ardiente y por más que buscaba la respiración no podía llevar oxigeno a mis pulmones. Me desplomé, no sabía con exactitud dónde me dolía. Sólo dolía como un sonido retumbante en los oídos, aquel que quieres detener pero ni siquiera sabes de donde proviene. Y de repente fue como si toda la habitación se iluminara.

Casi podía sentir mi alma salir de mi cuerpo, parecía tan irreal como en una pesadilla. La sangre tomaba lugar en mi boca, no miraba mi cuerpo porque temía morirme del susto más que antes. El sabor a hierro se confundía con el olor y deseaba vomitar. Quizás me quejé en ocasiones pero no eran los suficientemente fuertes para recibir ayuda. Fue entonces cuando sentí el segundo filo en mí.

Entró sin pedir permiso y lo sentí cerca de mis huesos, como si herrara mis entrañas como el oro en el fuego. El corazón dolía y no sabía si por el puñal o por despecho. No podía morir así, no de esa manera, pero ya no quedaban fuerzas. No quería que el mundo viviera sin mí, pero así tendría que ser.

La primera lágrima cayó y no pude evitar sentir alivio, el dolor había cesado y no eran buenas noticias. Los sucesos de mi vida pasaban como un libro delante de mis ojos, y de todas las personas que amaba, sólo podría extrañar a una...

— Sebastián.

Y entonces vino la muerte...












Lamento mucho la tardanza, es que me quedé sin internet por un tiempo y pues ahora he regresado 😅 y para quedarme eh 😉

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Gracias por leer 😘

Bastards | Bash & Tú | ReignDonde viven las historias. Descúbrelo ahora