El acto de liberación

1.5K 143 15
                                    

Pasados un par de días de mi recuperación, desperté buscando iniciar mi día con algo de diversión. Los últimos días, Mary no pudo pasar tiempo conmigo intentando convencer al Rey Enrique de enviar ocho compañías a casa, lo que equivale a cuatro mil ochocientos hombres, no estaba tan segura de cómo haría que eso pasara pero sabía que lo lograría. Mary envió una carta a mi madre para extender mi tiempo en Francia, a lo que madre aceptó después de que yo enviara a mis hombres con mi tío Claude, cuyo regalo fue un vestido hermoso tejido por su propia esposa, a quien agradecí mucho su obsequio.

Después de vestirme tomé la espada que Francis me regaló una semana después de mi llegada a la corte. Era una espada muy ligera, delgada pero también con un filo excepcional, Sebastián se atrevía a decir que ni la suya era demasiado filosa. Pensé que nunca más la volvería a tocar después de lo que pasó, pero últimamente he pensado que si hubiera traído un arma conmigo, quizá hubiese podido defenderme.

Llegué al salón de prácticas, donde había quedado con el Rey Enrique y Sebastián de verme para un poco de práctica. Al llegar saludé al Rey y ambos me miraron expectantes.

— ¿Qué? — Les cuestioné sin saber el motivo de sus miradas.

— Me parece que Escocia le está declarando la guerra a Francia con esa espada. — Comentó Sebastián, volteé a la mesa y observé las espadas de madera que usaban para practicar.

— Oh, — dije apenada— mis disculpas. En ese caso, me gustaría una demostración.

Ellos comprendieron y después de sentarme, comenzaron a pelear. Debo decir que tanto Sebastián como el Rey Enrique eran diestros con la espada y sabían lo que hacían en cada momento. Mientras Bash chocaba la espada con su padre pude ver por un segundo, el alma de Sebastián, un chico aventurero y lleno de radiante energía. Suspiré por eso, después de lo que había estado notando en los últimos días, quizás tenga que llegar el momento en el que regrese a Escocia con mi madre para no causar problemas con mi hermana Mary.

Un golpe, una patada y Sebastián en el suelo me hicieron saber que el Rey había ganado. Comenzamos a reír, había sido una buena pelea, pero no una suficientemente buena para Bash quien había sido humillado por su padre.

— Tu mente no está aquí — Comentó el Rey burlándose de su hijo — está en lady Charlotte — Sonreí a Sebastián, quien había mentido a su padre con esa historia sólo para contarle de sobre mí. Lo hicimos cuando éramos niños, quizás ahora no valía nada. El Rey ayudó a su hijo a levantarse. — O en lady Elizabeth con los senos como dos pichones...

— ¡Padre!— Exclamó Sebastián mirándome.

— ¿Lady Elizabeth?— Reí.

— Una chica que conoció en el pueblo hace años, de buena familia, honorable y cualquiera pensaría que bonita, pero no. “Murmuró” el Rey para que Bash escuchara y yo reí.

— Deja de llenarla  con mentiras, y aunque fueran verdades nunca te lo diría, a ti te gustan los pichones. —  Le dijo Bash a su padre.

— Bien, es mi turno — Dije tomando la espada de Bash, entonces vimos a Francis que entraba rápidamente.

— Ayuda a Escocia, no por Mary, por Francia. — Insistió el Delfín.

— Su majestad.— Hice una reverencia, esto era privado y yo no podía estar ahí por más confianza con el Rey o sus hijos.

Salí del salón en busca de otra cosa para hacer. Realmente todo era tan aburrido de este lado del planeta, lo único divertido era salir a montar con Sebastián, jugar balón con el príncipe Carlos o dibujar veleros con Francis. Sin mencionar las veces que he jugado ajedrez con Claudia. Quizás no tenía que buscar que hacer yo sola, pues Sebastián llegó a mí unos minutos después de salir del salón.

— Isie— Me dijo cuando llegó a mí— ¿Caminas conmigo? — Acepté.

Mientras caminaba con Bash por el castillo no podía evitar pensar en toda la situación que en estos últimos días me había estado preocupando,  la falta de soldados en Escocia. No quería enfrentar al Rey Enrique pidiéndole algunas compañías, pues me pediría que enviara lo que resta de mis soldados y yo sólo tengo una compañía, no puedo perder a mis hombres por completo.

— Maisie, quiero que sepas algo. — Habló Bash poniéndome nerviosa, su tono de voz era serio, parecía que iba a decirme algo importante. Temí por mí actitud consiguiente ya que también había pensado en enfrentarlo y preguntarle lo que quería saber. — No creas que no estamos preocupados por el atentado contra tu persona.

— Oh, eso. — Dije. — No te preocupes...
— ¿Esperabas algo más? — Me preguntó divertido. Yo negué intentando ocultar mi nerviosismo.

— No, no. Disculpa. — Intenté controlarme. — Agradezco lo que hacen. — Dije.

— Has estado muy distraía, Isie ¿Te preocupa algo?— Me preguntó deteniéndose frente a mi para evitar que avanzara.

— Mary, Escocia, la alianza con Francia, Edimburgo...— Hice una pausa— Tú…

— Comprendo que estés abrumada por tu hermana, por tu país y su situación políticas, y por tu casa, pero ¿por mí?

— Bash... ¿Estamos juntos o...?— Le pregunté. Sentía un extraño nudo en mi garganta. — Porque de repente me juras lealtad y me besas pero luego...veo como la miras.

— ¿A quien? — Él intentaba ocultarlo.

— A mi hermana, Mary Reina de Escocia. — No sabía de dónde me salía la voluntad para preguntárselo. — Espero que seas sincero conmigo, por el bien de los dos ¿Sientes algo por ella?

Su expresión lo delataba. No había más que decir. Mi corazón parecía detenerse, hasta que vi las imágenes en mi cabeza. Pasaban como los últimos episodios. Miré mi estómago inspeccionando mi cuerpo por el miedo ha estar herida, pero no, estaba completamente bien. Podía ver sólo una pequeña fracción de las imágenes. Sebastián, mi hermana, yo y el dolor y el amor estaban presentes en esa visión ¿Acaso eso era lo que me esperaba?

— ¡Sebastián! — Exclamé con fuerza, apretando mis dientes. Yo quería asegurarme de que era real lo que estaba pensando, aunque esperaba que no. Quería escucharlo de sus propios labios. — ¿Sientes algo por mi hermana?

 — ¿Sientes algo por mi hermana?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  — Sí.

El miedo, el dolor, la ira y la amargura vagaban juntos en mi interior. No sabía si llorar, gritar o golpearlo por mentirme antes. Parte de su promesa había sido ser leal a mí y eso conllevaba decirme la verdad. Me sentía mal porque no me dijo la verdad sobre mí, no me dijo que me amaba pero tampoco me dijo que no, y ese era el problema. El coraje y amor hacia él en uno sólo me llevaron a elegir algo rápido. Mi hermana o él.

— Bien, entonces está decidido. — Él frunció el ceño confundido. — Yo, Maisie de Guisa, princesa de Escocia y señora de la alta Hacienda de Roma, te libero a ti, Sebastián de Poitiers de tus promesas y toda relación conmigo y mi persona. Agradezco tus servicios y prometo que serás recompensado. — Dije antes de que la voz se me cortara.

Caminé de regreso a mis aposentos. No tenía humor para enfrentar las preguntas de Mary, o de sus amigas, o de Francis. No quería que nadie me viera y las ganas de hacer algo en el día se habían esfumado rápidamente. Elegí a Mary porque es mi hermana y por la visión que tuve, no quiero ser un problema en su futuro. Yo deseo que ambos vivan en felicidad, aunque eso me cueste la mía.






















Aquí empieza lo bueno... jeje 

Bastards | Bash & Tú | ReignDonde viven las historias. Descúbrelo ahora